El PSOE cierra su peor año privado de poder y huérfano de liderazgo

  • El PSOE cierra el año 2011 prácticamente privado de poder y huérfano de liderazgo, después de encadenar dos batacazos electorales que le han llevado a perder el control del Gobierno y de la mayor parte de las comunidades y ayuntamientos mientras busca una nueva dirección con la que enderezar el rumbo.

Eva Santos

Madrid, 14 dic.- El PSOE cierra el año 2011 prácticamente privado de poder y huérfano de liderazgo, después de encadenar dos batacazos electorales que le han llevado a perder el control del Gobierno y de la mayor parte de las comunidades y ayuntamientos mientras busca una nueva dirección con la que enderezar el rumbo.

Las generales del 20 de noviembre han culminado una decadencia electoral que comenzó a hacerse evidente en los comicios autonómicos y municipales del 22 de mayo, cuando perdió casi todos sus feudos territoriales en juego, entre ellos comunidades tan emblemáticas como Castilla-La Mancha y Extremadura.

Sólo mantiene los gobiernos de País Vasco y Andalucía, y en este último caso con la espada de Damocles de las elecciones autonómicas del próximo año, para las que todas las encuestas pronostican una nueva derrota socialista.

Las dos derrotas electorales consecutivas y la decisión de José Luis Rodríguez Zapatero de retirarse han dejado al PSOE "abierto en canal", sin apenas poder territorial y sin un liderazgo definido.

Con este escenario llegará a su 38 congreso federal, previsto para el primer fin de semana de febrero en Sevilla, en el que los socialistas tienen que elegir a un nuevo secretario general en sustitución de Zapatero.

Para ello suenan los nombres del candidato electoral, Alfredo Pérez Rubalcaba, y de la ministra de Defensa en funciones, Carme Chacón, pero ninguno de los dos se ha atrevido todavía a formalizar su candidatura, a la espera, al menos, de que pase el debate de investidura de Mariano Rajoy.

El año ya había comenzado con las dudas sobre si Zapatero iba a optar de nuevo a la presidencia del Gobierno, que él mismo alimentó en Navidad en una conversación informal con periodistas, y las cábalas sobre su futuro se sucedieron hasta que el 2 de abril comunicó ante el Comité Federal del PSOE su decisión de no repetir.

Para entonces ya se habían desatado las luchas larvadas entre Rubalcaba y Chacón, que se acrecentaron con el revés de los comicios autonómicos y municipales, hasta el punto de que sólo cuatro días después del 22M la ministra anunció en una declaración sin preguntas ante los medios que abandonaba la carrera sucesoria.

Dio a entender que no lo hacía con gusto, sino presionada, para evitar más daños a la imagen del partido y a la del propio Zapatero con una batalla cainita que buena parte de los dirigentes socialistas creían inoportuna en ese momento.

Rubalcaba recibió las bendiciones de todos los "barones" territoriales y de la dirección del partido, fue proclamado candidato sin más contratiempos y renunció a sus cargos en el Gobierno para dedicarse en cuerpo y alma a la campaña electoral.

Una campaña que ha dirigido la secretaria de Política Internacional del PSOE, Elena Valenciano, después de que el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, fuera nombrado nuevo portavoz del Gobierno en los ajustes realizados por Zapatero tras la marcha de Rubalcaba.

Ni el clarísimo giro a la izquierda plasmado tanto en el programa electoral como en las declaraciones del candidato, ni el anuncio de la banda terrorista ETA de abandonar definitivamente la violencia han servido de nada al PSOE para evitar el descalabro.

Tampoco parece haber influido la entrega a la causa del ex presidente Felipe González, que ha multiplicado su presencia en mítines pese a que hace unos pocos meses había confesado que cada vez se sentía menos simpatizante del PSOE.

El aluvión de datos económicos negativos, la reforma exprés de la Constitución o las informaciones periodísticas sobre la supuesta implicación de José Blanco en un caso de corrupción han golpeado a los socialistas en la recta final para las elecciones generales, en las que han taladrado su suelo electoral hasta situarse sólo en 110 diputados en el Congreso.

Por el camino se han quedado históricos como José Bono, que no ha querido repetir como diputado, el propio Zapatero, que se volverá a León, o José Blanco, quien piensa desaparecer de la primera línea tras el congreso de febrero.

Ahora falta por ver si el PSOE será capaz de recorre esta nueva travesía del desierto a la que se enfrenta prácticamente sin aprovisionamientos y con unas bases rebeladas, que quieren tener voz y voto en las decisiones sobre el futuro del partido.

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