Fraga siempre estaba allí

  • Manuel Fraga siempre estaba allí, y daba igual que fuera un Comité Ejecutivo del PP, un desayuno informativo, un acto de Mariano Rajoy o un pleno en el Senado. Era el primero en llegar y uno de los últimos en irse.

Ángel A. Giménez

Madrid, 15 ene.- Manuel Fraga siempre estaba allí, y daba igual que fuera un Comité Ejecutivo del PP, un desayuno informativo, un acto de Mariano Rajoy o un pleno en el Senado. Era el primero en llegar y uno de los últimos en irse.

Al poco de llegar a la Cámara Alta, el entonces portavoz del grupo popular, Pío García-Escudero, a veces comentaba en los pasillos lo alucinados que estaban todos los senadores del PP con "don Manuel", y no sólo porque era el más tempranero en ocupar su despacho, sino porque no paraba de trabajar.

Decía el hoy presidente del Senado que a Fraga le gustaba desembarcar pronto en su despacho para estudiarse los periódicos, hacer anotaciones, repasar las leyes que se estaban tramitando y luego dirigir recomendaciones a los interesados, generalmente los miembros de la dirección del grupo parlamentario.

Fraga tomó posesión del acta de senador en 2006 tras un largo periplo como presidente de la Xunta de Galicia. Para muchos senadores del PP, llegaba una especie de tótem.

Se le admiraba y se le temía, pues a la vez que muchos elogiaban de él su historia y su peso ideológico, otros destacaban su carácter agrio, a veces un tanto despótico. Pero el león no era tan fiero como alguno lo pintaba.

Miembros de la dirección del grupo en el Senado relatan que Fraga, sobre todo al principio, era muy incisivo en sus comentarios y solía recomendar a uno y a otro qué hacer, pero en sus palabras, recuerdan estos parlamentarios, no se adivinaba a un hombre autoritario, sino a una persona "muy pendiente de su tiempo" y de todo lo que sucedía a su alrededor, en término políticos, se entiende.

Por ejemplo, a Fraga le molestaron muchos de los aspectos de la negociación del Estatuto de Cataluña, y en los debates que se dieron en el partido y en el grupo parlamentario adoptó una actitud en ocasiones muy vehemente.

Fraga no se callaba, nunca lo hizo, así que menos lo haría un anciano que había fundado el Partido Popular y descubierto a Mariano Rajoy.

Solían decir algunos cargos del partido que Fraga siempre se sintió con el hoy presidente del Gobierno "un poco como padre y un poco como maestro", así que del mismo modo que aplaudía los aciertos de Rajoy, no titubeaba en cantarle sus errores o en denunciar cuestiones que para él había que mejorar.

Fraga solía aprovechar las reuniones del Comité Ejecutivo Nacional o de la Junta Directiva para manifestar sus opiniones, como cuando le dijo a Rajoy que tenía que mejorar su mensaje sobre el papel de la mujer para rescatar un voto femenino que entonces le era esquivo.

Si no intervenía en dichas reuniones, y siempre era el primero en intervenir, se prodigaba en palabras sobre cualquier cosa que le preguntaran los periodistas en la entrada de la sede del PP en Madrid.

O bien le daba por hablar largo y tendido, a pesar de sus evidentes problemas de dicción, o bien se le ocurría que lo mejor era cortar en seco la pregunta del osado informador. A veces contestaba con rotundos monosílabos.

Pero si hablaba, decía lo que le venía en gana, y así fue uno de los pocos que apostó claramente por Francisco Álvarez Cascos como candidato del PP a la Presidencia de Asturias, o uno de los que, sin ambages, criticó una afirmación de Rajoy sobre la Justicia.

Dijo el líder de los populares que apoyaría a Francisco Camps dijera lo que dijera la Justicia, y eso a Fraga no le gustó: Esta "declaración improvisada claramente se podía mejorar".

A Fraga el físico se le fue deteriorando, y eso cada vez preocupaba más a los altos cargos del PP, aunque luego comprobaban que "de cabeza" seguía perfectamente y entonces se relajaban y hablaban del "portento de don Manuel".

Pero un día Fraga dejó de aparecer por los comités, los desayunos y los actos de Rajoy.

En la Convención de Málaga anterior a las elecciones generales el propio José María Aznar contó en un discurso que había estado con él en su casa y que le había notado, pese a todo, bien.

Rajoy, poco después de ganar los comicios, fue a verle a su domicilio, pero del encuentro no hubo testimonio gráfico. El entorno del presidente del Gobierno empezó a comentar que la salud de don Manuel ya no era la mejor.

Hoy ha muerto ese hombre que para los dirigentes del PP siempre estaba allí, dispuesto a hablar.

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