Una capital sin pulso

Ruina sobre ruina y cierres: el Mercado de San Miguel como síntoma madrileño

Los grandes negocios del centro de la ciudad vuelven a la incertidumbre después de intentar recuperar el pulso durante el verano. El segundo 'confinamiento' aboca a muchos al abandono definitivo de la actividad.

El Mercado de San Miguel, junto a la plaza Mayor de Madrid, ha vuelto a cerrar sus puertas de manera indefinida.
El Mercado de San Miguel, junto a la plaza Mayor de Madrid, ha vuelto a cerrar sus puertas de manera indefinida.
La Información

Es la eterna dicotomía de estos días en torno al ‘confinamiento’ de Madrid: salud o economía... O las dos cosas, a la vez. Unos dicen que sin salud no hay economía, otros que sin economía no hay salud. Quizás lo más adecuado sea decir que ambas cosas van de la mano. De hecho, el económico es el principal argumento esgrimido por el Ejecutivo de Ayuso para oponerse a las restricciones ordenadas desde el Gobierno central para doblegar la curva de contagios y la base de su recurso ante la Audiencia Nacional, en el que se habla de "pérdidas multimillonarias". La realidad es que el ‘confinamiento’ de la capital y de varias poblaciones limítrofes, que ha entrado en vigor a las 0.00 horas de este sábado ya ha traído consecuencias y los ERTEs y los cierres retornan al centro de Madrid. 

El que sea posiblemente el emblema turístico y gastronómico del centro de Madrid, el Mercado de San Miguel, vuelve a cerrar sus puertas por tiempo indefinido tras haber reabierto, después la primera ola de la pandemia, el pasado 2 de julio, y sus 60 trabajadores están nuevamente en ERTE. Este sábado, la estructura modernista de cristal y acero junto a al Plaza Mayor está otra vez cerrada a cal y canto. "Se veía venir, era lo lógico", nos dice uno de los 60 trabajadores del Grupo Arzábal en el mercado, que se ve abocado otra vez al ERTE: "Apenas venía gente desde que reabrimos en julio y si ahora nos confinan otra vez...".

Hace ahora tres años el fondo holandés Redevco Iberian Ventures (formado por Redevco y Ares Management) pagó 70 millones de euros para hacerse con la gestión del Mercado de San Miguel, que ubicado en un edificio histórico, declarado Bien de Interés Cultural, se ha consolidado como uno de los mercados gastronómicos más importantes del mundo. Cada año recibe (recibía) a más de diez millones de visitantes que, a través de sus más de 30 puestos y carritos, podían hacer un recorrido por los sabores de la gastronomía española y degustar incluso las creaciones de varios cocineros galardonados con la Guía Michelín, como Javi Estévez (La Tasquería), Jordi Roca (repostería), Rodrigo de la Calle (arrocería) y Roberto Ruiz (PuntoMX).

El 2 de julio, la concejala delegada de Turismo del Ayuntamiento de Madrid, Almudena Maíllo, visitaba, en su reapertura, el emblemático espacio de 1.764 metros cuadrados dedicado a la gastronomía ‘gourmet’. "Madrid está lista para acoger de nuevo a todos aquellos que quieran visitarnos", decía entonces la concejala. 

Luego, la realidad fue otra y desde su reapertura apenas entraba gente en el Mercado de San Miguel, en el que, por otra parte, regían una extraordinarias medidas de seguridad higiénico sanitarias. "El 90% de nuestra clientela, dejando aparte la Navidad, es turista, extranjero, y el turista no ha vuelto a Madrid con la ‘nueva normalidad’", nos asegura una fuente cercana a la propiedad del céntrico espacio. De hecho, de los 60 trabajadores que el Grupo Arzábal tenía antes del 13 de marzo en el mercado, solo 13 fueron recuperados del ERTE en julio e, incluso, dos de estos 13 volvieron a entrar en regulación temporal de empleo hace dos semanas. Ahora serán todos ellos.

"Si antes se podían hacer 30.000 euros de cajón un sábado, ahora apenas llegaban a 2.500 o 3.000. Esto era inviable y si encima ahora nos restringen... Pues ahí están las consecuencias: otra vez al paro", asegura resignado un trabajador del mercado. "Yo veo que esto hasta el año que viene no tiene remedio. No quiero ni imaginar los millones que perderán, o dejarán de ganar, los propietarios del mercado este próximo mes de diciembre, con el especio cerrado o abierto a un ritmo muy lento, porque esto era un auténtico hervidero en torno a la Navidad". 

Lo cierto es que el panorama que presentaban los establecimientos del centro de Madrid este primer día de ‘confinamiento’ perimetral y parcial era desolador. La Plaza Mayor vacía, casi igual que como aparece desde marzo; bares y restaurantes cerrados y, los que están abiertos, sin apenas nadie dentro y con las terrazas vacías; las tiendas de souvenirs cerradas otra vez a cal y canto... 

"Este nuevo cierre es la ruina sobre la ruina. La ruina sobrevenida, otro incendio sobre las cenizas anteriores", asegura Pedro (58 años), propietario de una tienda de recuerdos que, vuelve a "cerrar" su establecimiento y "posiblemente ya no lo vuelva a abrir nunca", dice casi con lágrimas en los ojos. 

Apenas hay viandantes por el centro de la capital. Ni coches ni, mucho menos, turistas arrastrando sus ‘trolleys’. Hoteles tan emblemáticos como los Petit Palace siguen cerrados a cal y canto otros, como varios de los existentes en la Gran Vía, que reabrieron sus puertas en septiembre tras seis meses de parón, han visto cómo las reservas han caído en picado en los últimos días y son prácticamente nulas, y no saben cómo aguantarán este nuevo ‘tsunami’ sobre la economía madrileña. 

En 'Botín', en la calle Cuchilleros, el célebre restaurante que data del siglo XVIII y que retratara Benito Pérez Galdós en su novela ‘Fortunata y Jacinta’, que solo ha abierto dos de sus cuatro pisos y se ha visto obligado a la ‘herejía’ de sacar una terraza a la calle, los camareros, perfectamente uniformados, se miran unos a otros y se encogen de hombros. No hay comensales a quien servir sus famosos cochinillos o lechazos asados. 

En la calle Santiago, Carlos, el peluquero, tampoco tiene a nadie a quien cortar el pelo y cuelga el peine y las tijeras. "Llevo casi diez años aquí y entre el alquiler, que no me lo rebajan, y que no hay clientes, cierro. Me vuelvo a mi Chile natal. Aquí no saco para poder vivir dignamente". 

Es media mañana y Luis, taxista, nos lleva desde un barrio de la periferia al centro de Madrid por las calles de una capital casi vacía. Son las 11. "Llevo desde las 8 trabajando y es la segunda carrera que hago. Una de seis euros y esta", que acabó costando 10,25 euros. Desde que "comenzó la desescalada apenas puedo sacar 50,60 o 70 euros diarios de recaudación después de 12 horas de trabajo. No cubro gastos y además ahora trabajaremos menos porque ni podemos salir de la ciudad. Posiblemente esta sea una de las últimas carreras que haga. Todavía tengo 40 años y trataré de trabajar en otras cosas. Vendo la licencia", asegura.

Según la Comunidad de Madrid, las restricciones impuestas por el Gobierno provocarán la pérdida de 750 millones de euros semanales y la destrucción 18.000 empleos. Además, el parón económico que se producirá "provocará una merma en la recaudación impositiva ligada a la menor actividad económica de 1.777 millones de euros" sobre el cierre del ejercicio anterior a lo que hay que añadir "la pérdida por cada semana de retraso en la reactivación económica que puede cuantificarse en un 2,48%, equivalente a una pérdida recaudatoria semanal de 44 millones de euros". 

Economistas como Miguel Ángel Bernal, del IEB (Instituto de Estudios Bursátiles), van más allá y hablan de una caída del 13% del PIB madrileño y de unas pérdidas semanales de más de 1.500 millones de euros. "Estaríamos hablando de que ese confinamiento podría suponer a Madrid unos 1.550 millones de euros semanales en el peor de los casos. A los trabajadores este confinamiento les va a suponer un coste enorme, porque Madrid se nutre del sector servicios. Por ejemplo, la Gran Vía está formada casi en su totalidad por empresas de este sector, que no podrán trabajar y se verán abocadas, otra vez, al ERTE".

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