Así funcionan las fábricas de la censura en China (que está copiando Occidente)

  • Para las compañías que operan en China mantener la censura es una cuestión de vida o muerte, y un ejército de empleados mantiene todo en orden
Decenas de miles de trabajadores revisan que no se publiquen contenidos prohibidos. / Pexels
Decenas de miles de trabajadores revisan que no se publiquen contenidos prohibidos. / Pexels

Casi desde el estreno del uso comercial de internet en China, en 1995, el Gobierno del país impuso una serie de restricciones a la información que podía difundirse. Existen, en concreto, más de sesenta regulaciones, que prohíben expresamente la publicación en la red de contenidos que arremetan contra el sistema socialista, inciten la división del país o perjudiquen la reputación de los órganos del Estado.

Para las compañías que operan en China, mantener la censura es una cuestión de vida o muerte. Es bien conocido el caso de Google, que estrenó en 2006 la versión china de su buscador, adaptada a las leyes locales. Solo duró cuatro años. En 2010, tras descubrir que el Gobierno chino usaba algunos problemas de seguridad de Gmail para espiar a ciudadanos, tanto chinos como extranjeros, el buscador se cerró. Cada cierto tiempo se especula con la vuelta de una versión censurada del buscador, una idea que ha sonado con fuerza en los últimos meses, pero parece que ha sido finalmente desestimada. Y es que no es fácil gestionar la censura.

En un principio, era el propio Gobierno el que ejercía una censura directa sobre los contenidos, como una suerte de enorme cortafuegos que bloqueaba el acceso a información comprometida, pero con 800 millones de internautas que vigilar hoy la responsabilidad es de las empresas generadoras de contenidos, lo que obliga a las compañías a contratar a miles de personas para filtrar todo lo que se publica.

El sistema de censura más sofisticado del mundo es aún más preciso desde la llegada del presidente Xi Jinping al poder: hay más contenidos prohibidos, y los castigos son mayores.

Y esto, como explica Li Yuan en 'The New York Times', ha creado una nueva y lucrativa industria de la censura. Una industria que, aunque con objetivos distintos, se está emulando en Occidente.

Pedro Sánchez y el presidente de China Xi Jinping durante el almuerzo oficial en
Pedro Sánchez y el presidente de China Xi Jinping durante el almuerzo oficial. / Moncloa

Entrenados para censurar

Yuan ha visitado las instalaciones de Beyondsoft, una empresa de servicios tecnológicos con sede en Beijing que, entre otras cosas, realiza servicios de censura para otras empresas. La compañía emplea a 4.000 personas solo para este cometido. Y es solo una de las cientos que ofrecen estos servicios.

Muchas compañías de medios tienen, no obstante, sus propios equipos internos de revisión de contenido, formados en ocasiones por miles de personas.

Los moderadores están entrenados para identificar informaciones que no pueden publicarse. Muchas son de carácter político. En China no se puede hacer referencia, por ejemplo, a los sucesos de Tiannanmen y solo los medios estatales, y una serie de blogs autorizados, pueden publicar siquiera los nombres o fotografías de los miembros pasados o presentes del politburó. Los empleados de las fábricas de censura deben aprenderse las caras y apellidos de los políticos de memoria.

Pero en China, como en todo el mundo, una gran carga de la actividad censora tiene que ver con contenidos pornográficos u ofensivos. Y en este sentido, el modelo es muy similar al que están implantando las grandes empresas de tecnología occidentales, a su imagen y semejanza.

Todo chat, red social o medio de comunicación que permita comentarios y publicaciones personales necesita moderadores. Hasta hace poco era la parte más desagradable del trabajo de los 'community manager', pero el volumen de contenidos que hay que moderar es tal que cada vez es más habitual contratar a personas para hacer esta labor. Facebook cuenta ya con en torno a 20.000 personas realizando esta tarea. Un trabajo en el que China es el verdadero especialista.

El acceso a internet en China está tremendamente controlado. / Pexels
El acceso a internet en China está tremendamente controlado. / Pexels

Ni una palabra de esto en casa

Las compañías del gigante asiático están explorando la forma en que la inteligencia artificial desempeñe un trabajo cuyo volumen es cada vez más difícil de gestionar. La IA ya aligera parte de esta carga, y no para de mejorar, pero de momento no es del todo confiable.

El 'software' de Beyondsoft rastrea las páginas web y marca palabras potencialmente ofensivas en diferentes colores. Si solo hay uno o dos, es seguro dejarlo pasar. Pero si está llena de palabras codificadas por colores, por lo general se requiere un análisis más detallado, que requiere del trabajo de un moderador humano, que en China, además, tiene que tener mucho cuidado con no compartir nada de lo que ve en el trabajo.

Las empresas como Beyondsoft, cuenta Yuan, tienen unos sofisticados sistemas de entrenamiento. Muchos de los empleados, en su mayoría jóvenes de 20 años recién graduados, aprenden por vez primer aspectos de la historia de China que desconocían hasta la fecha, pues son sistemáticamente ocultados al público.

Los nuevos fichajes tienen que estudiar todos los contenidos que deben censurarse, y antes de comenzar a moderar deben pasar un examen sobre los mismos, en el que, curiosamente, se les pregunta por cuestiones que ningún ciudadano debería saber, como los motes con los que se conoce a los distintos dirigentes comunistas en las páginas “antirrevolucionarias” o las referencias, prohibidas, a la novela '1984', de George Orwell.

Los moderadores tienen que dejar sus teléfonos móviles en una taquilla antes de entrar al trabajo y todos están entrenados para no contar nada de lo que ven en sus casas. “Esta información no es para que la sepa la gente de fuera”, aseguraba a Yuan un joven trabajador de Beyondsoft. “Una vez que mucha gente lo sepa, podría generar rumores”.

“Pero la represión de Tiannamen no es un rumor, es historia”, le responde Yuan. “Para ciertas cosas”, reconoce el moderador, “uno solo tiene que obedecer las reglas”.

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