El peligro oculto del aire que respiras en la oficina: cinco peligros muy presentes

  • La contaminación del aire interior es entre dos y cinco veces mayor que la del exterior. Muchos edificios no están correctamente ventilados
Los edificios modernos son más seguros, pero no todos están correctamente diseñados. / Pixabay
Los edificios modernos son más seguros, pero no todos están correctamente diseñados. / Pixabay

¿Recuerdas la última vez que abriste la ventana de la oficina? Si trabajas en un edificio relativamente nuevo lo más probable es que ni siquiera tengas nada que abrir. Las ventanas permanecen cerradas en invierno para conservar el calor, y en verano para conservar el frío. Esto no es necesariamente malo si los filtros de aire funcionan correctamente pero ¿y si no?

Obviamente, cada oficina es distinta, pero como alerta en un revelador artículo de la BBC el profesor de la Universidad de Leeds Cath Noakes, que se dedica a investigar la calidad del aire en los lugares cerrados, estamos ante un problema tan relevante como ignorado.

“Cuando el exterior está muy contaminado puedes verlo, probarlo y olerlo”, apunta Noakes. “Pero en el interior no puedes detectarlo”.

La ciudadanía es ya bastante consciente de la peligrosidad de la contaminación del aire que respiramos en las calles. El estudio más importante realizado hasta la fecha sobre el asunto, publicado recientemente en The Lancet, alertaba de que 6,5 millones de personas morían de forma prematura cada año a consecuencia de la mala calidad del aire. Otros estudios aseguran que el aire contaminado afecta a la productividad e, incluso, la calidad del sueño.

Mucha gente piensa que, como ocurre cuando se sufre alergia, el aire que se respira en el interior de viviendas u oficinas tiene un menor impacto en la salud. Pero lo cierto es que, según la agencia estadounidense de protección medioambiental (EPA), la contaminación del aire interior es entre dos y cinco veces mayor que la del exterior.

“El aire interior contiene cualquier contaminación que tengas afuera, además de la que se agrega dentro de un edificio, como los humos de la cocina, los gases de los productos de limpieza y los materiales de construcción”, explica en la BBC Matthew S Johnson, director científico de Airlabs, una empresa que instala una tecnología de filtrado de aire que, aseguran, elimina el 95 % de los contaminantes atmosféricos y gases nocivos.

Según el macroestudio de The Lancet 800.000 personas mueren cada año debido a la mala calidad del aire en su lugar de trabajo, una cifra que se eleva a dos millones, según la OMS, si no referimos al conjunto de muertes atribuibles a la contaminación del aire interior.

¿Qué hay en el aire de la oficina?

En el mundo en desarrollo gran parte de la contaminación del aire interior está directamente relacionada con los fuegos abiertos y las cocinas que funcionan con madera, pero en los países desarrollados, ahora que no se puede fumar en las oficinas, la contaminación proviene de una ventilación y una construcción deficiente de los edificios. La primera permite que entre el aire contaminado del exterior y se enrarezca este con el CO2 que expulsamos los seres humanos y otras sustancias que generan nuestras actividades; la segunda está directamente relacionada con la presencia de materiales cancerígenos como el radón, así como la aparición de alérgenos, humedad y moho.

Estos son los principales contaminantes que pululan en el aire que respiramos en la oficina, según la European Lung Foundation:

1. Compuestos orgánicos volátiles

Los compuestos orgánicos volátiles (COV) son generados a partir de productos químicos, como los desinfectantes, pesticidas, cosméticos, ambientadores y suelos de vinilo. Pueden causar muchas afecciones, desde ligeras irritaciones hasta enfermedades severas, como el cáncer.

Es especialmente preocupante la exposición al formaldehido, presente en edificios construidos con materiales como la madera prensada, lo que aumenta enormemente el riesgo de padecer bronquitis crónica o asma.

Como explica el estudio Contaminación del aire interior y su impacto en la patología respiratoria, de la revista Archivos de Bronconeuomología, las fibras de vidrio que se usan como aislante térmico en los sistemas de aire acondicionado se degradan con facilidad y se descomponen en partículas que se pueden incorporar a los conductos de aire y alcanzar el tejido pulmonar por inhalación. También el asbestos (uralita) utilizado en la construcción y en materiales de aislamiento puede emitir fibras al aire interior.

2. Radón

El radón es un gas incoloro, inodoro e insípido, con un peso siete veces superior al del aire, que se emite por desintegración del uranio en las rocas y en la tierra. El radón se filtra a través del suelo, se difunde en el aire y se concentra en espacios cerrados y poco ventilados. Su distribución es muy amplia, aunque en bajas concentraciones; la inhalación continuada a concentraciones altas eleva el riesgo de padecer cáncer de pulmón. De hecho, la exposición al radón es la segunda causa de cáncer de pulmón tras el tabaco.

Las concentraciones de radón dependen enormemente de las características geológicas del terreno, los materiales de construcción usados y la ventilación del edificio. Los edificios nuevos tienen todo esto en cuenta –es obligatorio para construir–, pero no así las construcciones más antiguas.

3. Contaminación exterior

Si los edificios no tienen filtros adecuados, desde el exterior se produce la entrada de todos los contaminantes típicos de las grandes ciudades: CO2, hidrocarburos y óxidos de nitrógeno procedentes fundamentalmente de la combustión de vehículos de motor, y óxidos de azufre (SO2) y COV generados en centrales energéticas y otros procesos industriales.

Si el aire del exterior es malo, el del interior será peor. / Pixabay
Si el aire del exterior es malo, el del interior será peor. / Pixabay

4. Alérgenos

Los alérgenos incluyen sustancias, por ejemplo, el polvo, que puede proceder de fuentes como alfombras, mascotas, roedores y plantas, y que también pueden estar presentes en la oficina, sobre todo si esta no se ventila y limpia correctamente. Alguna investigaciones han asociado los alérgenos con el desarrollo del asma o alergias e incrementos en el riesgo de enfermedad en personas que ya son asmáticas, aunque es necesario mayor investigación al respecto.

5. Humedad y moho

La humedad y el moho crecen en las paredes y pueden encontrarse en el mobiliario. Se considera que están presentes en el 10-50 % de las viviendas. Los mohos son una fuente de alérgenos y pueden incrementar el riesgo de problemas relacionados con el asma en un 30-50 %. También está relacionado con dificultades respiratorias, infecciones pulmonares, bronquitis y moqueo.

Algunos consejos para mejorar la calidad del aire

Como denuncia el reportaje de la BBC, aunque la OMS publicó en 2009 una guía sobre la calidad del aire interior, la mayoría de los países carecen de una normativa estricta al respecto. Tampoco esta muy claro si estas funcionarían. Simplemente establecer un límite en la cantidad de partes por millón de contaminantes problemáticos permitidos en el interior de una oficina puede ser arbitrario. Cada edificio es diferente, y las cifras no tienen en cuenta a los visitantes cuya respiración puede elevar la contaminación por encima de los niveles de seguridad.

Ahora bien, hay algunas medidas que se deberían tomar lo antes posible. La primera de ellas, instalar filtros de aire que eliminen algunos de los contaminantes más dañinos. También se pueden instalar monitores de la calidad del aire, que comprueban continuamente los niveles de dióxido de carbono, dióxido de nitrógeno y partículas en el aire y dan la voz de alarma si se alcanzan niveles inaceptables. Y, por supuesto, si el edificio es nuevo, utilizar materiales y mobiliario poco contaminante. Si es viejo, renovarlo. 

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