Por qué tu cerebro te engaña para hacer siempre las tareas menos importantes

  • Priorizamos las tareas más fáciles, pero menos relevantes, sobre aquellas que requieren más esfuerzo, aunque a todas luces la recompensa sea mayor.
Es mejor pararse a pensar que realizar tareas a lo loco. / Pexels
Es mejor pararse a pensar que realizar tareas a lo loco. / Pexels

Como sabe cualquier estudiante que se esté preparando una oposición, es difícil concentrarse en un examen que puede celebrarse en meses vista. Aprobarlo brinda una gran recompensa –nada más y nada menos que un trabajo de por vida–, pero cualquier otra tarea, pese a que no sea tan importante, va a finalizarse antes, ofreciendo una recompensa inmediata.

Los investigadores conocen esto como el “efecto de urgencia”, y es la forma en que nuestro cerebro juega en nuestra contra priorizando tareas más fáciles, pero menos relevantes, sobre aquellas que requieren más esfuerzo, aunque a todas luces la recompensa sea mayor. El cerebro, en definitiva, tiende a dar prioridad a la satisfacción inmediata respecto a la de largo plazo.

El mecanismo, no obstante, no siempre funciona de la misma forma. Como explica un reciente estudio, publicado en el Journal of Consumer Research, hay tres razones por las que priorizamos las tareas inmediatas:

1. Los quehaceres relevantes son más difíciles y la meta de realización queda más lejos.

2. Los asuntos urgentes dan resultados seguros e inmediatos.

3. Preferimos terminar las tareas urgentes primero antes de trabajar en tareas importantes.

En ocasiones, hay tareas importantes y urgentes que nuestro cerebro prioriza, el problema es cuando nos centramos en tareas que no son importantes dejando de lado tareas que ofrecen mayores recompensas, pero tardan más en realizarse.

Eisenhower, en su época de general.
Eisenhower, en su época de general.

El truco de Eisenhower

Como explica Tim Herrera en The New York Times, un buen truco para organizarse es usar una técnica que se atribuye al presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower. El republicano, organizaba sus tareas pendientes en cuatro calificaciones, a las que concedía diferente prioridad.

Así quedaría su sistema aplicado al día a día de, por ejemplo, un periodista freelance:

1. Tareas urgentes e importantes: hacer ya

Ejemplo: Entregar el artículo de hoy.

2. Importantes, pero no urgentes: fija un lugar en el día para hacerlas

Ejemplo: Hacer ejercicio, llamar a tu madre, buscar cosas sobre las que escribir.

3. No importantes, pero urgentes: hazlo cuando acabes todo lo demás o delegar (si puedes)

Ejemplo: Responder determinados correos, contestar comentarios, trabajar las redes sociales

4. Ni importantes, ni urgentes: no lo hagas

Ejemplos: Perder el tiempo en Twitter, ver la televisión, escuchar la última canción del verano.

Todos los días trata de poner todas las tareas pendientes en una de estas categorías. En seguida verás la facilidad que tenemos para postergar la realización de tareas que, pese a ser importantes, no son urgentes. Por el contrario, tenemos una capacidad pasmosa para realizar asuntos poco importantes ni urgentes, lo que viene siendo procrastinar.

Parece una tontería, pero cuando tenemos por delante muchas cosas que hacer es mejor pararse un momento a pensar en esto y organizar el día que empezar a hacer lo primero que se nos ocurre, porque esto no será, probablemente, lo más importante. Nuestro cerebro nos engaña.

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