La dura salida de la crisis

Salvad los puestos de limonada... y se ayudará a los emprendedores en EEUU

La costumbre de los niños y jóvenes de vender refrescos para sufragar sus gastos trasciende las calles y alcanza al debate económico: ¿por qué rescatar solo a las grandes compañías y no a estas iniciativas?

Los pequeños en Estados Unidos suelen vender limonada para 'aprender' a ser emprendedores La ministra de Hacienda y cabeza de lista del PSOE al Congreso por Sevilla, María Jesús Montero, participan en la jornada 'Agenda Urbana: Cohesión, Racionalidad y Sostenibilidad'. En el Hotel NH Collection de Sevilla. (Foto de ARCHIVO) 02/04/2019
Salvad los puestos de limonada... y se ayudará a los emprendedores en EEUU. 
María Jesús López 

Es la temporada de los puestos de limonada, imagen del espíritu emprendedor sobre el que se sustenta el sueño americano. Pero este verano el negocio está seco por las restricciones del Covid-19. Los niños que se animan, como Cartier, lo hacen pensando en cómo ayudar a sus familias en este momento de dificultad. El de Elizabeth es más sofisticado: usa un remolque para caballos y con el dinero pagará la matrícula universitaria. Pero a diferencia de las grandes corporaciones, el más pequeño de los pequeños empresarios no recibe ayuda.

"Casi no se habla de esto", comenta al pasar Howard Cooke, "y es triste". Lo dice en serio. Los puestos de limonada tienen todos los elementos de una empresa emergente en cuanto a costes, precio, producción y marketing, pero en miniatura. "¿Dónde está el rescate?", se pregunta mientras enumera las compañías petroleras, aerolíneas, cruceros, franquicias deportivas o cadenas en el negocio de la restauración que se benefician de la asistencia pública.

Para ayudar a otros niños a convertirse en patrones de su primer negocio, el conglomerado Kraft Heinz acaba de poner en marcha una campaña bajo el sugerente eslogan "el más pequeño de los 'bailout'". Se trata de un concurso con el que repartirá un millar de "cheques de estímulo" valorados en 100 dólares, "una pequeña ayuda para preservar el valor del negocio, su trabajo honesto y espíritu emprendedor. Cuando la vida te da distanciamiento social, haz limonada". El 'bailout' –rescate público por un estrés financiero- es un término sucio. La crisis de 2008 le dio un significado aún más negativo, porque el contribuyente tuvo que salir en auxilio de bancos de Wall Street que por sus abusos pusieron a toda la economía al borde del precipicio. Esa explicación general encajaría con el objetivo del paquete adoptado en abril por el Congreso de los EE UU para estabilizar a la economía y ayudarle a soportar el impacto de la pandemia.

Pero a diferencia del terremoto financiero por el derrumbe de Lehman Brothers, el coronavirus no es culpa de las empresas ni son responsables tampoco de los 51 millones de personas que perdieron sus empleos desde marzo. Es más, esta vez se podría decir que fueron los gobiernos los que forzaron a los negocios no esenciales a cerrar y sucedía mientras se pedía a los ciudadanos que se quedaron confinados en sus casas para contener la propagación del virus. 

Hoteles, cadenas comerciales, restaurantes, museos, salones de belleza, lavanderías. La lista de empresas afectadas es interminable. El Departamento del Tesoro y la Reserva Federal activaron de inmediato mecanismos de crédito diseñados para asistir a las corporaciones, pensando principalmente en las pymes que debían seguir pagando los sueldos a sus empleados, el alquiler, los préstamos por el equipamiento y otros gastos operativos. El razonamiento es simple: si la pandemia persiste y estas empresas no pueden realizar estos pagos, deberán declararse en bancarrota y eventualmente cerrar. 

Son los pasos que dieron ya Chesapeak Energy, Hertz, J. Crew, JC Penny, Neiman Marcus o Brooks Brothers. Esta espiral es precisamente lo que más preocupa al presidente Jerome Powell desde la Fed, porque la recuperación podría complicarse y provocar una recesión severa y aún más prolongada. Hasta la fecha se declararon 3.600 bancarrotas en las primera mitad de 2020, según el recuento del American Bankruptcy Institute. Es más que ningún año desde 2012. Los programas de estabilización y las emisiones de deuda –se incrementaron un 50%- rebajan la tensión. Pero los banqueros y abogados especializados en reparar los balances de firmas en dificultad dan por hecho que las solicitudes de protección ante los acreedores se acelerarán. 

El alza de las infecciones y las nuevas restricciones podrían dar un segundo golpe a la confianza de los consumidores, lo que pondrá a prueba la habilidad de las compañías para sobrevivir. Solo en la ciudad Nueva York se perdió más de medio millón de empleos entre las pymes y se teme que un tercio de los negocios que pueblan los corredores comerciales desaparezca. El péndulo de las bancarrotas, por tanto, podría volver con más fuerza sin liquidez adicional. Los ejecutivos de compañías cotizadas se preparan, entre tanto, para un largo periodo de disrupción económica. Ben Bernanke y Janet Yellen, que presidieron la Fed durante la última crisis financiera aconsejan por eso a los legisladores en Washington que se renueven las prestaciones de emergencia para así evitar una "catástrofe". Explican que estas ayudas "son un salvavidas" para las personas que se quedaron sin trabajo y sostendrá el consumo.

El rápido diseño del monstruoso paquete de ayudas no evitó, sin embargo, que las corporaciones más grandes se colocaran las primeras en la fila para pedir. Eso puso en una situación aún más vulnerable a las pymes. Como dicen los promotores de la iniciativa para ayudar a los puestos de limonada, "los chicos grandes vuelven a exprimir a los pequeños". "No parece muy justo", opinan, "¿por qué no se puede dar el mismo trato a los pequeños emprendedores?". Kraft Heinz es dueña de Country Time, que vende una mezcla para hacer refrescos. Pero no todo el mundo está de acuerdo con su idea de estimular la economía con limonada. "Adoctrinan a los niños a que el gobierno es necesario en sus vidas", dice el titular de la cuenta Despierta América, "tengo 70 años y nunca me pregunté qué era lo que podía hacer por mí". "Les entrenan para ser dependientes", añade John Wong, "¿Por qué trabajar cuando te pueden rescatar?". 

Es una opinión que coincide con los conservadores en el Congreso, al argumentar que extender la asistencia por desempleo y otros programas privará a los parados a buscar trabajo porque estando en casa ganan más. Las estadísticas, sin embargo, no reflejan que estos subsidios estén frenando la economía ni lastrando la contratación. El recorte en la inversión de capital por parte de las empresas provocará, advierte Bernanke, que la recuperación sea más lenta.

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