Segunda vuelta electoral 

Salario mínimo, corrupción y aborto centran el debate entre Bolsonaro y Lula

El líder del Partido de los Trabajadores recrimina a su oponente que el SMI sea menor que cuando este llegó al cargo y ha recordado que durante su Gobierno (2003-2010) este se elevó en un 74%.

Lula y Bolsonaro
Salario mínimo, corrupción y aborto centran el debate entre Bolsonaro y Lula. 
Paula Gracia/ Europa Press

Los candidatos a ocupar la presidencia de Brasil, el actual mandatario Jair Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, se han enfrentado en el último debate electoral antes de la segunda vuelta electoral de este domingo, donde han intercambiado acusaciones y discutido sobre el salario mínimo, la corrupción y el aborto. El actual presidente ha sido el encargado de abrir el debate, si bien para los analistas brasileños Lula es el que ha dominado el primer tramo al requerir a Bolsonaro sobre su gestión de la pandemia, así como por sus decisiones al frente de la política exterior y medioambiental.

Entre otros temas, Lula ha recriminado a su oponente que el salario mínimo sea menor que cuando este llegó al cargo y ha recordado que durante su Gobierno (2003-2010) este se elevó en un 74%. Bolsonaro ha prometido elevar hasta los 1.400 reales, desde los 1200 actuales (265 y 227 euros, respectiamente), esta cuantía, aunque no lo tenía previsto en los presupuestos, según 'O Globo'.

La estrategia de Bolsonaro, en cambio, ha sido intentar vincular al Partido de los Trabajadores, por el que se presenta Lula, "con el color rojo" y ha asegurado que el expresidente "apoyó acciones de invasión de tierras". Además, el presidente ha tildado a su oponente de "abortista", después de que este recordase un discurso de hace décadas en el que Lula defendía el uso de la píldora del día después. Sin embargo, el candidato del PT ha afirmado estar en contra del aborto al igual que "sus mujeres". "Respeto la vida, porque tengo cinco hijos, ocho nietos y una bisnieta" ha argumentado.

El aspecto armamentístico también se ha abierto paso en el debate. Bolsonaro ha defendido su política en esta materia y ha acusado a Lula de reunirse con "jefes de la droga" por encontrarse con líderes comunitarios del Complejo del Alemán, un grupo de favelas en la zona norte de la capital. El expresidente ha asegurado que allí se reunió con "gente maravillosa" y trabajadora y que ellos (el PT) "han hecho la campaña de desarme más grande del país porque prefirieron optar por los libros". Ambos han aprovechado el minuto final para pedir los votos para su perfil, ocasión en la que Bolsonaro ha llamado a votar por la garantización de los valores más conservadores mientras que Lula lo ha hecho por restablecer "la armonía" en el país.

En una declaración posterior al debate, Bolsonaro ha afirmado que reconocerá el resultado de las urnas. Al ser preguntado por si reconocería el resultado de las elecciones ha respondido "sustento", y al ser repreguntado ha asegurado que "el que más votos tenga se lo lleva". Durante las últimas semanas el presidente había sembrado la duda de si aceptaría como legítimos unos resultados que no le fueran favorables tras poner en duda las garantías del sistema electoral y acusar al Tribunal Superior Electoral de retirar parte de la propaganda de su candidatura.

Los sondeos para la segunda vuelta de los comicios, que tendrá lugar este domingo, apuntan a una victoria de Lula da Silva, que recabaría el 50% de los votos válidos, frente al 43% del actual presidente, según encuesta de esta semana de Ipec y Datafolha. Una diferencia de siete puntos que parece insalvable y que el todavía presidente brasileño espera revertir tras el debate de este viernes. Si Lula vence las elecciones tendrá que lidiar con uno de los congresos más conservadores de la historia democrática de Brasil. Las fuerzas bolsonaristas dominan la Cámara, siendo el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro el que cuenta con mayor presencia. Un importante desafío para el antiguo líder sindical, que tendrá que llegar a acuerdos para cumplir con promesas electorales como aumentar los programas sociales y mayores controles medioambientales.

La aparente recuperación de Bolsonaro en sondeos anteriores coincidió con uno de sus peores momentos en toda la campaña. El PT ha aprovechado estos desvaríos para intensificar sus críticas mientras el Tribunal Superior Electoral (TSE) se afanaba por dirimir las quejas que una y otra candidatura han presentado por el contenido de las respectivas propagandas electorales de sus rivales. Desvaríos de Bolsonaro como unas polémicas declaraciones en las que se refirió a unas menores venezolanas como posibles prostitutas, pero también por parte de algunos de sus seguidores, que han reventando actos religiosos por su supuesta afinidad con el PT, o más recientemente de uno de los bolsonaristas más extremos, el antiguo diputado Roberto Jefferson, ahora repudiado, después de que recibiera a tiros a los policías que fueron a su casa a arrestarle.

El optimismo que ha estado sobrevolando el cuartel general de Bolsonaro durante gran parte de la segunda vuelta parece haberse esfumado en la recta final, después de este último sondeo, que podría haber sido incluso peor si se hubiera realizado después del caso Jefferson, que ha mostrado como el bolsonarismo es capaz de tirotear a la Policía, un gremio sobre el que siempre se erigió protector.

Lula, el favorito de casi todos

La campaña de Lula ha sabido identificar el potencial de todos estos traspiés y se ha servido de la redes sociales, espacios dominados tradicionalmente por la ultraderecha, para intentar sacarles rédito electoral. Una vez más los brasileños de renta más bajas siguen estando con Lula, así como la población negra, los jóvenes, los de mediana edad, y las mujeres. En este último segmento de población, el del PT saca once puntos a Bolsonaro, que ha recurrido a su esposa, la primera dama Michelle, para intentar sin éxito mejorar su situación.

En cuanto al rechazo que inspiran, ambos candidatos mantienen las cifras de sondeos anteriores, el 46% de los electores no votaría por Bolsonaro y el 41% no lo haría por Lula, mientras que hay un 7% de votantes indecisos a los que el presidente brasileño necesitaría convencer para empatar. Mientras tanto, el PT ha estado utilizando en esta última semana sus espacios en radio y televisión para intentar desgastar a Bolsonaro en el plano económico, más ahora después de que se filtrara que el ministro de Economía, Paulo Guedes, no tenía previsto reajustar el salario mínimo y las pensiones a la inflación.

Brasil decidirá su futuro en un momento en el que tiene que lidiar con índices récord de inflación, una desigualdad de tiempos anteriores, desempleo, y los estragos de la pandemia. La diferencia de siete puntos podría haber disipado el temor de que Bolsonaro no reconociese los resultados si estos son más apretados de lo esperado, no así de episodios de violencia postelectoral.

Brasil vivió uno de sus periodos más prósperos coincidiendo con el gobierno de Lula entre 2003 y 2010. Sin apenas reformas económicas, la gran demanda de materias primas del exterior permitió al expresidente poner en marcha una serie de políticas de ayudas sociales con las que consiguió sacar a unas 30 millones de personas de la pobreza. Su reelección en 2018 parecía clara, según las encuestas, pero su condena -anulada posteriormente por mala praxis judicial- y su posterior entrada en prisión dieron al traste con las intenciones del PT.

El gran beneficiado fue Bolsonaro, un viejo conocido de la política brasileña que había estado paseándose durante años por las instituciones del país bajo las siglas del partido que más y mejor representara sus intereses en ese momento. Sus promesas de orden en las calles -con el derecho a portar armas como bandera-, castigar la corrupción del PT y combatir a la izquierda por sus políticas en contra de la tradición y la familia convencional lograron convencer a los brasileños. Ahora, cuatro años después, Lula promete combatir la crisis económica con políticas de impulso del consumo, derogar la ley del techo de gasto y una reforma fiscal progresiva con la que gravar a las grandes fortunas. Nacionalizar por completo la eléctrica Eletrobras, poner en marcha un gran plan de obras públicas para generar empleo y poner fin a la explotación indiscriminada de la Amazonía son otras de sus promesas.

Bolsonaro, por su parte, continuará con sus planes para seguir privatizando empresas estatales, como Eletrobras, el servicio postal Correios y la siempre en entredicho Petrobras -por la corrupción en los años del PT- con la que espera hacer posible una de sus promesas de campaña, tener el combustible más barato del mundo. Si bien ambos han prometido aumentar la inversión en políticas sociales para reducir la desigualdad, la Amazonía sigue siendo la cuenta pendiente de los dos. Si bien la retórica de Lula es distinta de la de Bolsonaro -el ultraderechista fomenta la presencia de extractores ilegales de materias primas y está en contra de delimitar las tierras indígenas- el candidato del PT sufragó sus políticas sociales gracias a las exportaciones de la agroindustria brasileña, en detrimento de las comunidades originarias que viven en la región.

La segunda vuelta de este domingo no solo dirimirá quiénes serán el nuevo presidente y vicepresidente, ya que todavía estar por decidir los gobernadores de doce estados brasileños, entre ellos importantes plazas políticas como Sao Paulo. En primera vuelta, los brasileños también eligieron por completo la composición de la Cámara de Diputados y parte del Senado, con un legislativo predominantemente conservador donde la formación por la que se presenta Bolsonaro, el Partido Liberal (PL), fue la opción más votada.

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