Una fuerza insuperable

Tambores de guerra: China se lanza a la conquista de las aguas de sus vecinos

El gigante asiático se ha convertido en la mayor fuerza naval del mundo. Cuenta con más de 350 navíos entre buques de guerra y submarinos, una realidad que inquieta al otro gran actor de la zona: EEUU.

EFE
Tambores de guerra: China se lanza a la conquista de las aguas de sus vecinos
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China ha dado un paso definitivo en la guerra silenciosa y soterrada que se vive en el mar que reclama y que lleva su nombre. El pasado martes el presidente Xi Jinping presidía la entrega de tres nuevos navíos de guerra llamados a romper el difícil equilibrio que se vive en el mar de China meridional.

Se trata de tres artefactos que suman más y más toneladas de desplazamiento a la Armada china que amenaza, poco a poco, con competir con la marina estadounidense en capacidad de tonelaje. Los tres buques irán destinados directamente a la Flota del Mar del Sur, la unidad responsable del control de las aguas limítrofes con el sur de China y Taiwán.

Además de dar un vuelco a la situación en estas aguas, el acto supone la constatación de una realidad inquietante. La industria naval china es capaz de producir navíos con las tres claves imprescindibles para ganar cualquier guerra: calidad, cantidad y rapidez. Esta es la constatación de una realidad que inquieta tanto a sus vecinos como al otro gran actor de la zona: Estados Unidos.

El Mar de China es, sin lugar a dudas, el punto de enfrentamiento bélico más probable en un escenario de guerra entre las dos grandes potencias

China, Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei y Taiwán se disputan 3.500.000 Km2 de aguas y cientos de islas, islotes y peñascos, que son los que en realidad marcan la diferencia en un espacio marítimo por el que pasa un tercio del comercio marítimo mundial. Su carácter estratégico se refuerza por el hecho de ser el paso natural entre el océano Índico y el Pacífico y por lo tanto el punto de encuentro de la economía en el polo marítimo más importante del mundo.

En principio habría espacio y agua para todos, pero el problema radica en la diferencia entre Mar territorial y Zona Económica Exclusiva (ZEE). Al primero le corresponden 12 millas náuticas, aproximadamente unos 22 kilómetros, en los que cada Estado puede ejercer plenamente su soberanía. Mientras, la ZEE encuentra su límite en las 200 millas náuticas, 370 kilómetros, y es aquí donde surgen los problemas. La superposición de unas zonas con otras y la interrupción que suponen las islas y archipiélagos complican la delimitación legal de a qué país o países corresponden unas u otras y lo que es más importante: rompen la continuidad en la proyección del poder de China en el mar.

Sin embargo, la legalidad internacional nunca ha supuesto un obstáculo para las grandes potencias. China no podría permitir que su poder se viera limitado por la existencia de otras naciones en un mismo mar, así que hace tiempo decidió dejar aparcado su tradicional 'poder blando' para centrarse en aquello que casi siempre ha funcionado en la zona: botas, en este caso barcos, sobre el terreno.

China se ha convertido en la mayor fuerza naval del mundo. Cuenta con más de 350 navíos entre buques de guerra y submarinos, algo que ha sido posible gracias al ingente esfuerzo realizado por el gigante asiático en los últimos cinco años. Muestra de este ardor constructor son las tres nuevas adquisiciones presentadas en sociedad: un submarino nuclear, un destructor y un buque de asalto. Tres de los componentes esenciales en cualquier proyecto bélico marino que se precie.

Una fuerza inigualable

El buque de asalto anfibio ‘Hainan’ llevará sobre y bajo su cubierta 30 aeronaves, tres batallones de infantería (entre 900 y 1.500 soldados) y entre 30 y 60 vehículos acorazados y de desembarco. Toda una fuerza dispuesta a tomar a fuego y sangre cualquier cabeza de playa en los miles de islas que proliferan por el Mar de China.

Las otras joyas exhibidas han sido el destructor ‘Dalian’ y el submarino nuclear ‘Changzheng 18’, ambos diseñados para la realización de labores de escolta y ataque a objetivos en tierra a larga distancia. La lucha industrial China ya no se centra tanto en la cantidad, que también, si no en la calidad. Aun estando a mucha distancia de la tecnología naval norteamericana, en los últimos años su maquinaria se ha dedicado a reducir esta brecha y en breve contará con un tercer portaviones de propulsión nuclear destinado a proyectar su fuerza más allá de su litoral.

Este hecho inquieta, y mucho, a los americanos. En su informe anual remitido al Congreso de los Estados Unidos, el departamento de Defensa advierte del peligro que supone una China descontrolada en el mar. China tiene ya “la Armada más grande del mundo, con una fuerza de batalla total de aproximadamente 350 barcos y submarinos, incluidos más de 130 buques de gran tonelaje”. Pero el Pentágono no sólo está preocupado por el presente naval chino. Además, señala que el auténtico arma de destrucción masiva es su capacidad industrial y naval. “China es la principal nación productora de barcos del mundo por tonelaje” y trabaja duramente para “aumentar su capacidad de construcción naval y la capacidad de todas las clases de navíos disponibles”. Los analistas militares norteamericanos señalan que entre los planes de China estaría llegar a los 500 buques de guerra en 2045.

El mar de China ya ha sido testigo directo de enfrentamientos entre fuerzas chinas y de sus vecinos. Japón y Taiwán denuncian a diario la violación de su espacio aéreo y marítimo por parte de barcos pesqueros y aeronaves militares chinas. En marzo al menos 30 aviones de combate chinos entraron en el espacio aéreo de la irredenta isla. La maniobra se une a los incidentes sucedidos en los meses anteriores, tanto en Taiwán como en Vietnam.

La situación no está mucho mejor en el mar. A la conocida política china de construir islas en mitad del océano para extender su dominio, se une una táctica tan simple como útil. Si la presencia de sus buques de guerra supone una amenaza que podría hacer escalar las tensiones, la última del Gobierno de Xi Jinping es construir una ingente flota pesquera. Así, el Overseas Depelopment Institute de Londres estima que hasta 17.000 barcos pesqueros chinos “patrullan” las aguas del Mar de China en lo que supone una auténtica Armada Invencible imposible de parar para cualquier nación. A finales del año pasado la presión china llegó hasta el límite de las aguas territoriales de Perú. Mas de 300 barcos rodearon las Islas Galápago, en un movimiento que fue advertido por la embajada estadounidense en Lima.

El Imperio contraataca

Con el objetivo de parar a Beijing, Estados Unidos trata de posicionarse con fuerza en la zona. A mediados de 2020, los norteamericanos situaron tres portaaviones en el Pacífico. Un movimiento que no se observaba desde la II GM. El USS Ronald Reagan, el USS Theodore Roosevelt y el USS Nimitz convivían en el mismo espacio, sumando más de 100.000 toneladas de acero y 60 aeronaves embarcadas, que se dirigían directamente al Mar de China. Este incidente suscitó todas las sospechas de las autoridades chinas que pusieron el grito en el cielo ante lo que consideraban “una invasión y provocación sin igual”.

La tensión se incrementa día a día, llegando al mismo nivel que el que se alcanzó en 2017, cuando la incursión de un destructor estadounidense en aguas del Mar de China meridional provocó la respuesta de Beijing con el envío de buques y aeronaves en búsqueda del responsable de la acción.

Estados Unidos se ampara en la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 para alegar que sus navíos de guerra pueden navegar libremente por aguas de otros países en el conocido como “derecho de pasaje inocente”, un concepto más antiguo incluso que la propia convención y que permite a cualquier buque transitar por las aguas de un país tercero con su sistema de armamento inactivo y siempre que esté al margen de cualquier tipo de operación militar.

El Mar de China es, sin lugar a dudas, el punto de enfrentamiento bélico más probable en un escenario de guerra entre las dos grandes potencias. La talasocracia, el poder político y económico basado en el dominio de los mares, siempre ha sido la gran baza militar y diplomática de los imperios. El de Estados Unidos está próximo a encontrar su némesis en un mar que ya tiene el nombre de su dueño: China.

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