Las primeras horas lejos de la calle

Toque de queda en París: la Ciudad de la Luz pierde el brillo y cierra resignada

En pleno otoño el bullicio propio de una metrópolis como el de la capital francesa se esfuma entre las nueve y las seis. Los parisinos acatan la orden y ya están en casa para evitar el alza de enfermos de Covid.

El toque de queda nocturno en París ha desalojado las calles de la capital francesa.
El toque de queda nocturno en París ha desalojado las calles de la capital francesa.
EFE

Las nueve de la noche en París. Los parisinos cierran apresuradamente las grandes puertas de madera que tienen la mayoría de los edificios de apartamentos de no más de ocho pisos, de color gris, tan característicos de la capital francesa. ¿La razón? Las puertas deben estar cerradas hasta las seis de la mañana del día siguiente para evitar que sus moradores se reúnan en restaurantes, bares, teatros, cines, fiestas o en cualquier lugar donde pueda circular el virus. Es decir, toda la vida social nocturna queda confinada hasta nueva orden

La rutina de ‘encerrarse’ por las noches en casa va a repetirse por lo menos durante un mes. Esta es la última medida sanitaria del Gobierno francés en un intento por frenar la propagación del coronavirus. 232.179 nuevos casos entre el 2 y el 15 de octubre no dejan otra opción. Incluso este mismo sábado al caer la noche el Ministerio de Sanidad francés ha informado de 32.427 nuevos contagios en 24 horas, lo que supone un nuevo récord desde que comenzó la pandemia. El boletín incluye además 90 muertes más.

La mayoría de parisinos acepta la medida, entre la resignación y cierto escepticismo. Por un lado, están los que acostumbran a reunirse asiduamente con familiares y amigos. Muchos de ellos, como los esposos Besnard, ya tienen su agenda de visita para el próximo mes. "Durante el confinamiento vimos a mis padres por Skype, después del confinamiento cenamos juntos siempre por miedo a ser reconfinados. Ahora nos veremos para merendar a las cinco, cuando salga del trabajo", explica Margot Besnard. 

A los que les gusta festejar hasta el alba encontraron otra manera de pasar las noches pues las discotecas permanecen cerradas desde marzo; como haciéndole trampa a la esta norma, algunos se citan en lugares abiertos para no perder el lazo social: "Tratamos de estar a más de un metro de distancia. Tratamos porque como que nos vamos confiando y acercando. Nos acordamos y nos separamos", confiesa Thomas y añade que este sábado es peculiar porque "empezamos la ‘reunión’ entre seis amigos –que es la cantidad de personas reunidas permitida– antes de oscurecerse y constantemente miramos el reloj para que no entrar tarde". 

La pandemia obliga a que las costumbres de ocio en París cambien y con ello, el sector del comercio que depende de los noctámbulos se va a la cama más temprano. A los bares cerrados se suman los restaurantes con horarios restringidos cuyo "servicio de noche queda condenado", dice Pierre, responsable de un ‘bistró’ en el barrio turístico de Montmarte que a las ocho despacha a los últimos clientes. 

"Nuestros mayores ingresos están calculados en las cenas, en Francia se come sobre las nueve y no a las seis. Esto nos tiene desesperados porque las ayudas del Gobierno no son suficientes. Con la falta de turistas y estos cierres, creo que este año no logro ni el 50% de la facturación de 2019. Un hueco fiscal que nos afecta a todos los que nos movemos en ese sector" se lamenta Pierre mientras guarda las coloridas sillas típicas de París. Según la Unión de Comerciantes e Industrias de la Hostelería de Francia, alrededor del 15% de las 220.000 empresas del sector -cafés, bares, hoteles, restaurantes, ‘brasseries’, discotecas- podrían cerrar en los próximos meses, y entre 220.000 y 250.000 empleados podrían quedarse sin trabajo.

París se prende de día y se apaga de noche

Cuando cae el sol la Torre Eiffel se ilumina, es la vista preferida de miles de parisinos que se reúnen dispersos a orillas del río Sena. Pero por ahora los planes deben cambiar, no se comparte más un picnic nocturno, se comparte un trayecto tempranero rumbo a casa.  Justyne llega a casa in extremis después de atravesar en coche toda la ciudad. "Generalmente tardo una hora desde el trabajo, esta vez fueron dos porque el tráfico es un caos, todos tratan de no estar fuera de la ley", porque para estar en la calle en los horarios prohibidos, se necesita un salvoconducto, los que no lo tengan deben pagar una multa de 135 euros. "Parece poco, pero hace un hueco enorme en el bolsillo", anticipa Justyne. 

Ya desde la media noche del viernes para el sábado en París y otras ocho ciudades de Francia está vigente un nuevo confinamiento, esta vez solo nocturno.  Lo visto en la primera noche es un aperitivo de lo que se avecina. París no es más la ‘Ciudad Luz’, es una urbe fantasma cuyas grandes avenidas solo están surcadas por los buses públicos, unas cuantas motos y bicicletas para los domicilios de los restaurantes, así como algunos coches de policía que vigilan que la medida se cumpla. Mientras tanto los taxis con su cartel luminoso en verde, permanecen aparcados en largas filas a la espera de una carrera que quizás nunca llegue. "Debo ganar 150 euros diarios para que sea rentable y usted es mi primera cliente", le dice el señor Roger a la doctora Joly, que visita a domicilio, de urgencia, a una de sus pacientes de avanzada edad. El trabajo de la médica es uno de los autorizados a ejercerse durante el toque de queda. 

Las luces de los teatros y cines también se apagan. Desde este sábado los últimos espectadores desocupan las salas alrededor de las ocho. Para el organizador de eventos nocturnos 'Dj Cuco', este cierre "le pone una cruz al sector que ya agoniza" tras la disminución de espectáculos y la cancelación de festivales. 2020 ya está marcado como un año también trágico para la cultura que actualmente depende de las ayudas del Gobierno para que la función pueda continuar. 

El plan para relanzar la economía destinará 2.000 millones al sector cultural. ¿Pero es suficiente para salvar el sector emblemático de Francia?, se preguntan los afectados. En pleno otoño el bullicio propio de una metrópolis como París se pierde entre las nueve de la noche y las seis de la mañana. Los parisinos son pacientes y esperan que "quizás la vida nocturna vuelva y con ella la libertad… libertad de salir, bailar, reunirse, brindar, gastar. Pacientes para poder volver a las calles por fin libres del ruin Covid", puntualiza Thomas.

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