OPINION

¿Cómo puede ayudar la Escolástica española a la Inteligencia Artificial?

Expertos en Inteligencia Artificial y 'Machine Learning'
Expertos en Inteligencia Artificial y 'Machine Learning'
Pixabay / geralt

Escribo estas líneas desde El Bierzo, que fue la ‘patria chica’ de Tirso González de Santalla, nacido en Arganza el 18 de enero de 1624 (en cinco años se cumplirá el cuarto centenario) y fallecido en Roma el 27 de octubre de 1705 (a los 81 años). Este eximio berciano -poco conocido y aún menos reconocido- fue un teólogo y jesuita que llegó a ocupar el cargo de Prepósito o Padre General de la Compañía de Jesús durante más de 18 años (desde el 6 de julio de 1687 hasta su muerte).

Pero no lo traigo a colación por su labor de gobierno, sino por su participación en una de las polémicas teológicas -y morales- más importantes de su época: la del probabilismo y el probabiliorismo… y su aplicación a la Inteligencia Artificial.

Probabiliorismo

Doctrinalmente opuesto a la escuela teológica del probabilismo, Tirso González desarrolló un nuevo sistema de comportamiento moral llamado probabiliorismo, más cercano al tuciorismo, partidario de mayor rigor en la conducta moral”. “Su obra, escrita en 1674, no fue aprobada por los censores de la Compañía de Jesús. Sin embargo, tuvo el refrendo del papa Inocencio XI. La obra fue corregida y finalmente se publicó en 1694” (cuando su autor ya era Prepósito General). Su título era: “Fundamento de Teología Moral, esto es: Tratado Teológico sobre el recto uso de las opiniones probables” (Fundamentum Theologiae moralis id est, tractatus theologicus de recto usu opinionum probabilium).

Probabilismo y tuciorismo

El probabilismo sostenía que se podía seguir una conducta si era aprobable por una autoridad, aunque no fuese la opinión más apoyada, más autorizada o más segura”. El tuciorismo es una doctrina moral por la cual hay que seguir siempre la opción más segura o cercana a la ley, aunque la opción opuesta también sea probable. El término deriva de la palabra latina ‘tutior’ (más seguro). En el siglo XVII el papa Inocencio XI se inclinaba hacía el tucioricismo, también conocido como ‘rigorismo moral’, como forma de lograr detener el ‘laxismo moral’ de la época, que se basaba en la opinión mayoritaria.

Principales tesis

El dominico español Bartolomé de Medina, fundador del probabilismo, sintetizó en 1577 la tesis básica en esta frase: “Me parece que, si una opinión es probable, es lícito seguirla, aunque la opinión opuesta sea más probable”. Esta frase se apoyaba en ideas jurídicas de Tomás de Aquino, como el aforismo "la ley dudosa no obliga" (lex dubia non obligat).

Esta reflexión sirvió a algunos jesuitas, como Luis de Molina, Gabriel Vázquez y Francisco Suárez, para desarrollar una especie de ‘principio de incertidumbre moral’. Según ellos, existiendo duda acerca de un precepto y de su alcance, es posible inclinarse por la libertad, aunque los argumentos a favor de la opinión contraria sean respetables.

El probabilismo dio origen a diversas corrientes contrarias a sus planteamientos dentro del catolicismo: el probabiliorismo, que afirmaba que, en caso de duda, se debe preferir sólo lo tenido como más probable; el tuciorismo, que defendía que las decisiones sólo deben ser tomadas contando con antecedentes seguros; y el rigorismo, que buscaba la aplicación más rigurosa de las normas morales.

El Papa Inocencio XI publicó en 1679 una bula (Sanctissimus Dominus), en la que, sin referirse directamente al probabilismo, condenaba 75 argumentos que favorecían el laxismo en teología moral. Y un año más tarde publicaba un decreto que bendecía la tesis de Tirso González: el probabiliorismo. En 1761 Clemente XIII condenó expresamente algunas conclusiones del probabilismo.

A finales del siglo XVIII el probabilismo quedó fuera de la discusión intelectual, por la irrupción del método científico y su búsqueda de verdades comprobables. No es casual que uno de los máximos enemigos del probabilismo, Blaise Pascal, desarrollara una de las primeras aproximaciones al cálculo de probabilidades, que aplicó, incluso, a la existencia de Dios (Apuesta de Pascal).

Ética e Inteligencia Artificial

Últimamente se habla mucho de ‘Ética de Datos’ o de la Ética de los algoritmos o de la Inteligencia Artificial, pero da la sensación de que se habla de estos temas como si se hablara de fútbol: todo el mundo sabe y todo el mundo opina. Y, por supuesto, hay libertad de opinión; pero el conocimiento es democrático en el acceso (todos pueden estudiar una materia y llegar a convertirse en expertos), no en el resultado: el que sabe, sabe; y el que no, opina sin ningún fundamento. El pasado mes de diciembre el Grupo de Expertos de alto nivel sobre Inteligencia Artificial de la Comisión Europea ha publicado un “Borrador de directrices éticas para una Inteligencia Artificial confiable” y abierto una consulta sobre el mismo.

La consulta se dirige a todas las ‘partes interesadas’ (stakeholders): tanto de las empresas, como de las asociaciones civiles y de las Universidades, pero es un tema que está dominado por la industria tecnológica y sus grandes inversiones. Por eso, en estos temas de Filosofía Moral o Ética no estaría de más repasar lo que han dicho los grandes filósofos y las escuelas éticas desde la antigua Grecia; y, en especial, lo que dijo nuestra Escolástica española de los siglos XVI y XVII.

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