ANÁLISIS CONSUMOS AUDIOVISUALES

El problema de La 1 que RTVE debe remediar cuanto antes

Continuidad plana de La 1 de TVE
Continuidad plana de La 1 de TVE
TVE

Desde las jerarquías políticas, a veces se confunde televisión pública con un canal 24 horas de información. Pero la televisión no sólo es informar, sobre todo es acompañar a través del descubrimiento. En noticias, o en  creatividad que, al final, es la otra gran herramienta para movilizar un país (en cultura... y en todo lo demás). 

Y ahí estriba un problema de la marca de La 1 de TVE, que debe subsanar cuanto antes. Las señas de continuidad del canal recuerdan más a un vacío hilo musical de un vídeo institucional que a una cadena de televisión viva y con una personalidad rotunda, definida y empática.

¿Qué es la continuidad? La continuidad son las transiciones que dan paso a la publicidad o, en este caso, promociones del canal. Son los elementos visuales que identifican y organizan a la cadena. Son claves. En cambio, desde hace unos años, La 1 cuenta con unas transiciones planas en donde sólo aparece un número 1 con un fondo blanco sin ninguna calidez ni profundidad ni cualidad especial para favorecer vínculo con los protagonistas de la cadena. Es más un 1 en un bucle olvidable hacia ninguna parte que invita al zapping cuando debe hacer justo lo contrario: irrumpir con el atractivo de movilizar el ojo y animar al espectador a seguir viendo el canal. Es más, incentivar a que se sienta partícipe con la cadena y vea otros contenidos relevantes del grupo de emisoras.

El cometido de las cortinillas de continuidad está en incentivar que el público se sienta identificado con la personalidad de La 1. De esta forma, estos indicadores deben ir creciendo con las estaciones del año, el estado de ánimo colectivo del momento y la propia oferta del canal. O lo que es lo mismo: deben hablar con complicidad al espectador, como representantes oficiales de la cadena.

Como consecuencia, si la continuidad es una especie de 'Power Point' hueco y no una ventana acogedora: el público asocia La 1 con aburrimiento. No se entiende que estos elementos de continuidad sean tan gélidos cuando son un soporte excelente para integrar en la marca de TVE sus grandes rostros y citas con las apuestas de producción. También para visibilizar toda la oferta de sus plataformas bajo demanda, que a veces no se muestra bien desde sus canales tradicionales. Por ejemplo, las producciones jóvenes de Playz se deberían asociar mejor a la identidad de la corporación para realizar un intercambio generacional de públicos a la marca TVE.

Porque una de las debilidades del primer canal de TVE es que, en cierto sentido, hasta su oferta estelar se ve como ajena al canal. Y el canal debe ser un todo con contenidos interconectados, pero no a través de protocolos oficiosos. Al contrario, con campañas creativas que acerquen a la cadena a ese público que se siente huérfano de TV y quiere una cadena pública que esté viva, hable su mismo idioma y se alce como una alternativa que aporte.

Para lograrlo, hay que intentar huir de la imitación instantánea y aprender de la larga trayectoria de TVE. Un canal que no caía en la trampa de fagocitar su programación a lo urgente y la 'última hora' constante que no termina siendo 'última hora'. Al final, como se construye lazos de fidelidad con el público es marcando una agenda de influencia social con autores con carácter propio. La audiencia no los verá por una exclusiva puntual, conectará con ellos a diario por su valor, mirada y autenticidad. Autores comunicadores, pero también autores realizadores y directores. Qué larga lista en la historia de TVE: Jesús Hermida, Lolo Rico, Mercedes Milá, Fernando García de la Vega, Pilar Miró, Fernando García Tola, Ana Diosdado, Pedro Masó, José María Íñigo, Fernando Navarrete, Paloma Chamorro, Chicho Ibáñez Serrador, Valerio Lazarov, Rosa María Sardá... Todos con algo en común: eran osados y, por eso mismo, trascendían. Mostraban la sociedad del momento con la energía del atrevimiento a las ideas.

Así Televisión Española fue creando ese archivo tan poderoso. Así los programas que rescatan el archivo de RTVE funcionan tan bien en audiencia. Véase 'Viaje al centro de la tele' o 'Cachitos de hierro y cromo': su materia prima está hecha por profesionales diferentes, arriesgados. Así conseguían conversaciones, actuaciones, informaciones, comedias o espectáculos únicos que nos retrataban como país, que aportaban cultura, miradas y aprendizajes a través del entretenimiento de una parrilla que el espectador sentía que le acompañaba con cercanía y no con temor al qué dirán. Y ahí debe indagar más TVE en su programación, como en su línea de continuidad, aportando miradas propias, distintas, diferentes, cero condescendientes, que estén en la realidad de nuestras calles. Allá donde no llegan los operadores privados.  

"Hemos venido a jugar", decía el concursante de 'Un, dos, tres...' Y, en cierto sentido, esa palabra resume la tele que prospera. Porque la tele no es vivir en áreas de confort, la tele es intentar ir por delante de una sociedad que conecta contigo porque busca un compinche que, con ayuda de la fuerza del entretenimiento, le aporta el superpoder de la curiosidad, no una animación de continuidad fría que parece querer avisarle de que no va a pasar absolutamente nada.

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