OPINION

El síndrome de inferioridad de la televisión con el cine

Vis a Vis
Vis a Vis
Vis a Vis
Vis a Vis no es cine, es una serie.  

El regreso de Vis a Vis ya es una realidad. La reputada serie que nació en Antena 3 renace en la televisión de pago, en el canal FOX. Y, esta pasada semana, la nueva prisión, Cruz del Norte, ha sido mostrada a la prensa.

Lo ha hecho con el elenco de actrices al completo y allí, en el decorado presidiario, en plena rueda de prensa, una de las protagonistas, Najwa Nimri, ponderó la producción televisiva al valorar el proyecto como cine. Después de años haciendo música, decidió volver a la interpretación con esta serie porque esta serie es cine.

Sin pretenderlo, Najwa Nimri caía en una vieja trampa que los espectadores ya han superado hace mucho tiempo: infravalorar a la televisión desde dentro, al insinuar que un producto es mejor porque parece cine. ¿Qué significa que algo sea bueno por “parecer cine”? Como si no hubiera cine malo, y cine mal contado, y mal rodado... La televisión nunca ha sido menos que el cine y quienes elogian la televisión diciendo que parece cine, dan por hecho este sentimiento de inferioridad.

El principal consumo de ficción se atesora actualmente en la televisión. La fotografía cuidada (cine y tele hoy se ruedan con las mismas cámaras y ópticas), la interpretación mimada o el giro de guión deslumbrante no es exclusivo del cine. Al contrario, es lo habitual también en la televisión. El espectador lo demanda, sus creadores también.

Porque la ficción de calidad nada tiene que ver con el soporte para el que se concibe el producto. Todo es ficción, ya sea para cine, televisión o, en los tiempos que corren, incluso si se encuentra en Youtube.

Sin embargo, desde la propia televisión se suele caer de la trampa de infravalorarse a la hora de vender determinadas propuestas nuevas. Es entonces cuando se compara el producto con cine como si, de esta forma, por arte de magia, ya ese producto fuera mejor. Un prejuicio que hace poco favor a la industria televisiva y que los propios espectadores, en realidad, nunca han tenido, ya que, ahora más que nunca, no diferencian entre cine y televisión. El público sólo quiere vibrar con una buena historia, y en eso ya no importa tanto que la pantalla sea gigante o pequeña o que sea la de tu teléfono o tu tablet. Ni que dure hora y media o diez capítulos de una hora.

Pero en España sigue siendo habitual castigar a la televisión con ese síndrome de inferioridad respecto al cine. Incluso desde la propia televisión. Pero es hora de superar este cliché y romper con los complejos. Es el momento de valorar la televisión como merece, como una gran ventana creativa que sostiene la industria de ficción mundial y lo consigue gracias a propuestas inteligentes que conectan con un público que nunca sintió que el cine fuera mejor que la televisión.

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