OPINION

La gala con mayor carga emocional de la historia del talent show en España

Ana Guerra, Amaia, Aitana despiden a Roi
Ana Guerra, Amaia, Aitana despiden a Roi
Ana Guerra, Amaia, Aitana despiden a Roi
Ana Guerra, Amaia, Aitana despiden con lágrimas a Roi

Nunca antes el espectador había conocido tanto a unos participantes de un talent show. Ni siguiera en el primer Operación Triunfo, pues no existía un canal 24 horas con señal en directo para recoger cada movimiento de su día a día y emitiendo desde una plataforma tan libre y fácil acceso como Youtube. Tampoco existía una legión de fans troceando mil y un momentos de esta convivencia (incluso lo instantes más aparentemente intrascendentes) para convertirlos en vídeos virales en las redes sociales.

El seguidor de OT 2017 ha creado un vínculo especial e intenso con unos concursantes que, en su mayoría, han sido especiales y representativos de su generación por un motivo o por otro. Esto ha ocurrido gracias a la posibilidad de ver lo que ocurre en la academia pero también de imaginar lo que ocurre y no llegan a captar las cámaras.

Pero sobre todo ese vínculo ha surgido al comprobar diariamente la evolución del aprendizaje de cada participante. Por primera vez, Operación Triunfo ha programado, a través de Youtube, los pases de micros -los ensayos de cada gala- como si fueran un programa con entidad propia, dos veces a la semana. De hecho, la realización visual de estos pases de micro no se ha quedado en la típica realización de cámaras de "casa de Gran Hermano", sino que han intentado jugar artísticamente. Así, OT ha plasmado los (cruciales) planos de reacción del resto de los concursantes en el momento que tocaba. Por ejemplo, el espectador ha podido ver la expresión de la cara de un nominado mientras actuaba el otro nominado. También el rostro de los profesores durante cada pase.

Y, en esos pases de micros, ese fiel espectador ha visto los avances diarios de los alumnos de la Academia, sus errores, sus equivocaciones... De hacerlo muy mal el jueves a mejorar mucho el sábado y así intuirse una gran actuación en la gala. De esta manera, se han ido generado una expectación y una fidelidad únicas de cara a las galas de La 1 de TVE, lo que ha permitido que la audiencia del formato crezca cada semana.

En este OT, el público SÓLO quiere ver a los concursantes actuar, no quiere más parafernalias ni veredictos del jurado. Ni siquiera hacen demasiado ruido las actuaciones de cantantes estelares y consagrados, que casi son percibidos como relleno para alargar las galas.

El seguidor de OT demanda la presencia de los concursantes, que son las verdaderas estrellas, y sus actuaciones se han convertido en un acontecimiento cada vez mayor que se vive en directo y que luego se revive en YouTube todas las veces que haga falta (Amaia y su Shake it out tienen más de 3 millones de visionados. Un hito). El resultado es que el espectador de OT se siente partícipe de OT como nunca se ha sentido partícipeOperación Triunfo, por tanto, ejemplifica la televisión de 2018 que crece gracias a las redes sociales.

El programa también ha acertado, sobre todo en las últimas semanas, en la selección de las canciones, pues muchas son temas que hablan del momento vital de los alumnos. Algo que ha alcanzado su punto apoteósico esta semana, donde todos los concursantes se han mostrado especialmente conectados con sus canciones, propiciando una gala a flor de piel, con enorme carga emocional compartida entre los concursantes y los espectadores en casa.

La recta final es dura, todos los concursantes gustan y se han ganado un lugar en la final. Y lo que se vive cada día en la academia es un drama continuo, el de un grupo de amigos que se desintegra y siente que está viviendo la aventura de sus vidas y que nada volverá a ser igual cuando salgan y se enfrenten a la realidad. Sólo hay que ver este vídeo de este fin de semana en el que Alfred canta una canción, compuesta por él mismo, a los nominados Roi y Ana. Un tema que habla de la amistad incondicional pase lo que pase en el futuro, triunfen o fracasen. Como para no llorar:

Roi o Ana Guerra. Esta noche, en la gala número 11 del concurso, se ha plasmado además el resultado de la decisión más delicada para los seguidores. El público ha tenido que elegir entre dos participantes claves en la Academia, dos de los más queridos, carismáticos y trascendentales a la hora de conseguir que esta edición haya sido lo que ha sido. Y se ha ido Roi entre ríos de lágrimas, en el plató y en los sofás de casa.

Ya es evidente, el final está cerca y la academia está cada día más vacía y silenciosa. OT ha logrado el más difícil en una televisión en la que todo parece prefabricado: retratar verdad y hacérsela llegar, como un regalo, al espectador. Una magia que sólo ocurre muy de vez en cuando, cuando se alinea una serie de factores calculables pero, también, en muchos casos imprevisibles. Será complicado de reproducir esta conjunción de elementos de OT2017, pero este formato ya ha marcado con fuerza los compases de la televisión que viene. Más interactiva, más participativa, más diversa. Y, sobre todo, este OT ha conseguido lo más complejo: devolver a la terrenal realidad a una TV que estaba perdiendo la conexión con su tiempo en el género del reality y otros formatos de entretenimiento.

Mostrar comentarios