ANÁLISIS

Francia en 'Eurovisión 2021': la fuerza de la cámara al hombro entre tanta cámara automatizada

Barbara Pravi consigue una estampa diferente al resto de las actuaciones de 'Eurovisión' al arriesgar con un uso expresivo de una cámara que ya no se utiliza en el eurofestival por ser imperfecto.

Barbara Pravi en 'Eurovisión 2021'
Barbara Pravi en 'Eurovisión 2021'
UER

Al final, Francia no ganó 'Eurovisión' en una competitiva noche que, gracias al televoto, se llevó Italia. Pero Barbara Pravi dio una lección con su propuesta: en tiempos de cámaras automatizadas, consiguió una experiencia única con la fuerza del movimiento imperfecto de una cámara al hombro.

Así, la televisión francesa consiguió una estampa diferente al resto de las candidaturas de la noche que, además, remarcaba la intensidad de la canción. Se huyó de despistar con recargamientos gratuitos de atrezo y se optó por centrar todos los esfuerzos en enfocar la autenticidad de Pravi. La propuesta: un viaje entre ella y el espectador. Solamente ella y el espectador, mientras un haz luminoso sirve de contraluz para perfilar y aupar su figura sin que la fagocite una oscuridad que está muy medida. 

De esta forma, ella ilumina mientras mira con seguridad a una cámara que empieza pausada y termina guerrillera, tambaleándose a dos palmos de su rostro. Con destreza, la cámara fija da paso a otra cámara operada por una persona al hombro, que produce una imagen incluso contestataria. No parece 'Eurovisión'. Y la realización aguanta ese plano sin prisa, con osadía y, aunque pueda marear. Esta imagen aparentemente sucia e imperfecta consigue un punto de vista subjetivo por parte de la audiencia desde su casa, que casi se pone a bailar con Pravi sin moverse de su sofá, lo que remarca el brío de la apoteosis de la canción. Es el culmen, es la cumbre a la que llega el relato.  De ahí que esta imagen viva aguante hasta el final del tema, durante el tiempo suficiente para impregnar en el ojo del espectador una rotunda y nerviosa sensibilidad.

Hay una evolución coherente e inmersiva durante toda la canción. Sin alharacas gratuitas, simplemente marcando el compás con diferentes movimientos de cámara, juegos de iluminación a contraluz y algún destello proyectado en las pantallas para impulsar con delicadeza la iconografía del momento y el magnetismo la artista. ¿Cómo? En el punto desengrasante de la actuación, la sombra de la propia Barbara Pravi en el suelo se transforma en aves liberándose. Una mínima pero vibrante animación que sirve para conquistar con más magia la atención de un público que ya está dentro de la historia que le están narrando. La entiende, la deja en su recuerdo. La baila junto a una cámara que no quiere ser perfecta, prefiere estar viva. 

Pravi no canta, cuenta su historia. Una historia que se plantea con una evolución en crescendo, pero sin perderse en galimatías. La propuesta televisiva entiende que lo más importante es no perder la coherencia con el talento del artista y el talante de 'Voilá'. Todo contado con concreción que no es incompatible con ese riesgo de una cámara de las de antes funcionando como siempre. Parece una idea sencilla, pero no se le ocurre a todo el mundo. Es la fuerza de la creatividad, que no imita y se atreve a crear estampas rotundamente propias hasta prácticamente convertir al espectador en un protagonista más de la historia danzando con Bárbara Pravi. 

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