OPINION

La premisa del éxito que Cuarto Milenio no ha olvidado y la televisión de hoy sí

Iker Jiménez, Cuarto Milenio
Iker Jiménez, Cuarto Milenio
Iker Jiménez, Cuarto Milenio
Iker: su mesa no está vacía.

Un plató de televisión jamás estará completo con sólo una simple mesa, cuatro sillas y un número indeterminado de luces de led de fondo. Eso no es televisión. La televisión es fusionar la técnica y la creatividad para retransmitir historias con identidad y autenticidad.

Sin embargo, en el tiempo en el que vivimos la televisión hecha en plató da la sensación de que se ha olvidado de esta premisa. Es más, casi todos los programas de entretenimiento -e incluso informativos- parecen iguales: en lenguaje visual, en escenografía -todos los decorados son prácticamente clónicos- y hasta en manera de presentar los contenidos. A veces por falta de tiempo, otras por falta de atrevimiento.

Casi todos los programas, pero no todos los programas, pues hay excepciones. Una de los ejemplos más rotundos de estas excepciones es Cuarto Milenio, que cada semana lucha por crear un envoltorio que engrandece el interés de las temas que trata. 

El programa de Iker Jiménez -espacio más veterano de la programación de Cuatro y único que se mantiene desde el nacimiento de la cadena- cuida tanto el contenido como el continente hasta propiciar una atmósfera que atrapa al espectador. Así se transforma lo que podía ser otro formato de debate, reportajes y entrevistas sobre misterios a una experiencia sonora y visual, a una palpitante historia que deja a la audiencia sugestionada frente al televisor. 

En este sentido, el formato sigue la estela de dos maestros catódicos, cada uno con su estilo, Rodríguez de la Fuente e Ibáñez Serrador.

Del legendario Félix Rodríguez de la Fuente, Iker Jiménez desprende una especial conexión a la hora de entonar y divulgar. No explica, no presenta: Jiménez narra. También lo hace Carmen Porter, como apasionado contrapunto de datos periodísticos.  

Del todoterreno autor de cine, teatro, radio y televisión Chicho Ibáñez Serrador, Cuarto Milenio ha cogido el invisible testigo del arte de enriquecer un programa de entretenimiento con las armas del género del suspense, donde tan importante es la ambientación sonora como construir recreaciones o atrezo real que sumergen al espectador con sencillez y claridad en la profundidad de la imaginación de la historia.

Ahí está la clave de la televisión: descubrir imaginando, incluso sorprenderse imaginando. No hace falta dar todo masticado al espectador, simplemente basta con lo más difícil: lograr narrar. Y Cuarto Milenio narra hasta crear una atmósfera televisiva que atrapa. 

Como consecuencia, Cuarto Milenio no se parece a ningún otro programa, porque no ha descuidado la esencia de la TV sin fecha de caducidad: cuidar el detalle de la atmósfera que marca la diferencia para, así, arropar la emoción que convierte un contenido en una buena historia

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