Análisis

La técnica de 'Antena 3 Noticias' para que no cambies de canal (que no es nueva)

Las sintonías son cruciales para implicar al espectador.  Programas de José María Íñigo y Julia Otero ya utilizaron dinámicas creativas para crear vínculos con la audiencia a través de sus cartas de presentación. 

La cabeza de Sandra Golpe asoma junto al logotipo de Antena 3 Noticias
La cabeza de Sandra Golpe asoma junto al logotipo de Antena 3 Noticias
Borja Terán

La sintonía de un programa es ese indicativo, sonoro y visual, que sirve para introducir al espectador en un formato de televisión. Históricamente, esta carta de presentación busca identificar el show y, a la vez, sugestionar al espectador en el tono de expectativa que merece el programa, serie o 'Telediario' en cuestión. Hay caretas para todo tipo de géneros. Pero, sin embargo, en los últimos tiempos, muchas se hacen más breves, casi invisibles, para evitar fugas de una audiencia que tiene menos paciencia que antes porque siente que cuenta con más contenidos para visionar que nunca.

Para seguir manteniendo la atención del público, 'Antena 3 Noticias' ha elaborado una inteligente línea de caretas que identifican el informativo y su familia de espacios (deportes, el tiempo...). Son reconocibles, vistosas y rítmicas, pero no son opacas y permiten ver lo que sucede en plató o sobreimpresionarse sobre la propia crónica informativa. Como suele suceder, estos identificativos no tapan la imagen con un grafismo a toda pantalla. Al contrario, el logotipo del espacio deja entrever lo que pretende narrar la emisión. 

Así hasta el espectador observa, por ejemplo, cómo se marchan los presentadores del informativo e irrumpe Manu Sánchez para los deportes o entra Roberto Brasero para la información meteorológica. Incluso el público observa si interactúan entre sí o la forma en la que se colocan en su posición para empezar a narrar la noticia. Este cambio de set es rápido, sí, pero se puede ver. No se tapa con una careta al uso. Así se contagia la emoción de las bambalinas televisivas y, por eso mismo, anima a quedarse. En definitiva, atrapa la curiosidad de la audiencia que ve cómo ya están listos para seguir contando la actualidad.

Manu Sánchez tomando posiciones en el plató de 'Antena 3 Noticias'
Manu Sánchez tomando posiciones en el plató de 'Antena 3 Noticias' mientras se produce la transición musical y gráfica. 
Borja Terán

De hecho, es una buena táctica para que el público no se marche cuando se salta a otro segmento del informativo, directamente sigue en Antena 3 porque esa transición otorga continuidad al mantener pinchada una cámara que muestra lo que sucede en el estudio central. Momento que se plasma con cierta espectacularidad gracias al movimiento de la imagen y el diseño de pantallas e iluminación.

Esta ingeniosa técnica de aprovechar lo que sucede en el propio plató durante las transiciones no es nueva, por supuesto. Ya la utilizaba el realizador Fernando Navarrete en los míticos programas de José María Íñigo en la rudimentaria TVE de los setenta. Entonces, sobreimpresionaba los rótulos de presentación de 'Directísimo' en los rostros del público que acudía al Estudio 1 de Prado del Rey. Público que iba a la tele con aquella ingenuidad especial de la España que empezaba a soñar con pasar del blanco y negro al color. Sus reacciones eran aprovechadas por el realizador para arrancar con más fuerza. Las caras de expectación de los asistentes eran más descriptivas que grabar una cartulina dibujada de la época. Aunque,  a veces, el personal parecía que se asustaba con ese operador de cámara haciendo zoom hacia sus ojos. Normal...

Navarrete utilizó esta misma liturgia en 'Viva el espectáculo' de Concha Velasco, que seguía la estela de 'Esta noche... fiesta' con Iñigo. Se trataba de un show de variedades desde Florida Park con el valor de que el público asistente también eran celebrities que acudían a ver a sus compañeros de la cultura. La audiencia sentía que se colaba en una cena de la alta sociedad y el programa marcaba esa sensación desde la propia sintonía que sonaba al ritmo de unas imágenes que iban descubriendo, en directo, cómo se relacionaban los invitados. Con la propia Concha Velasco besando a sus convidados. Quedaban aún treinta años para no poder besarnos.

Julia Otero también aprovechó esta habilidad de la careta integrada en el propio plató en formatos como 'Un paseo por el tiempo'. Este formato de entrevistas de 1995 es ejemplo de la habilidad para crear un universo propio, un ambiente que acoja al espectador en la experiencia de asistir a una cita en un lugar especial. Aunque sea a través de la tele. En este caso, el programa simulaba realizarse desde un club. Con su hall de entrada, con su barra de bar e incluso con su teléfono que sonaba para que un crítico dijera lo que había salido bien o regular durante la emisión.

En el arranque del programa, con la sintonía de fondo, el espectador veía la manera en la que iban entrando los asistentes por el vestíbulo y, después, se iban colocando en sus mesas. O pidiendo una bebida en la barra de bar. Mientras tanto, iba formándose en sobreimpresión en pantalla la logotipo con el nombre del espacio. Se dibujaba una atmósfera propia desde los títulos créditos iniciales, como siempre debería ser. 

Años más tarde, Otero reinventó esta fórmula con una mayor modernidad en 'La Columna', magacine que lideró las tardes de TV3. El nombre del formato se formaba en imagen con ayuda de una especie de juego de burbujas, mientras se podía ver lo que pasaba en la mesa o en en la zona de entrevista con sofá y cheslong. Incluso se podía observar cómo esperaba la presentadora y entraban los colaboradores, dando una viveza genuina a un espacio que cuidaba la puesta en escena como una trama más de la dinámica del espacio. No era sólo un fondo al uso, tenía su protagonismo. El set contaba con estanterías pensadas para ser tematizadas durante etapas. Así llegó a contar con unos grandes tarros llenos de melocones en almíbar que daban luminosidad al fondo del plano y, por supuesto, llegado el momento se los comían. No eran un decorado sin más, era una escenografía que, como buena escenografía, tenía recorrido narrativo. Como tampoco la careta era un cartel identificativo sin más, permitía al espectador implicarse con esos nerviosos segundos previos al encendido del botón rojo de estar en riguroso directo, en el aire y quizá sin red. 

Mostrar comentarios