De aquellos polvos vienen estos lodos

'Las noches de tal y tal': pesadilla en el verano televisivo

'Es el amo, es el rey, el que controla, él es la la Ley. Es Jesús Gil y Gil",insistía la sintonía del programa de Telecinco. 

Jesús Gil en el jacuzzi de Telecinco
Jesús Gil en el jacuzzi de Telecinco
Captura 'Las noches de tal y tal'

'Es el amo, es el rey, el que controla, él es la la Ley. Es Jesús Gil y Gil". Es la letra de la sintonía que introducía 'Las noches de tal y tal'. Un programa con el que Telecinco intentó refrescar las noches de los sábados del verano de 1991 y que fue precursor de los reality shows surrealistas.

La propuesta llegó de la mano de un Valerio Lazarov que adaptaba sus ingeniosos especiales de los años setenta en TVE a los nuevos hábitos de consumo de los noventa. Esta vez, sin su recordado zoom. Y, en lugar de protagonizarlos artistas de moda, plantó como reclamo publicitario a un personaje estelar como Jesús Gil. De esta forma, la apuesta no creaba indiferencia: la indignación vendía sola el espectáculo.

La bochornosa estampa de Gil rodeado de chicas en un jacuzzi evidenciaba el giro dramático al que estaba asistiendo la televisión. Con la llegada de las privadas, cogía fuerza el destape gratuito. La novata Telecinco quería darse a conocer con una línea editorial más superficial como treta para diferenciarse de los más serios contenidos de Antena 3 y La 1. No obstante, algún que otro espacio estival de Televisión Española se contagió de estos modos de hacer televisión a la fresca. Como sucedió, en 1991, con 'Caliente' con Ana Obregón y Rodi Aragón desde un parque de atracciones acuático. No acabó de funcionar.

Mientras tanto, 'Las noches de tal y tal' apostaba por la fórmula de programa de variedades estival con humor (Félix el Gato, Pepe Da Rosa o los sketches de Benny Hill dinamizaban el cotarro) y actuaciones musicales en plena calle. Todo sin escenario físico, ideal para promocionar diferentes lugares y negocios de una Marbella en expansión turística. Lazarov ya había experimentado con muchos especiales de estas características en TVE. La diferencia estaba en que aquellos eran más ingeniosos y este más básicos. Incluso más sórdidos.

Jeannette Rodríguez presentó el show junto a Gil, que aprovechó la tele para saciar sus ansias de fama y, a la vez, para ganar en una popularidad galopante que le servía en sus aspiraciones como emperador de la ciudad. Parecía un personaje de cómic, pero era real.

Al final, la televisión siempre retrata cómo somos y, esta vez, mostraba hacia el lugar al que se dirigía un país que entraba en fase de delirios de grandeza. Jesús Gil era delirio y grandeza a partes iguales. El programa pretendía reírse de él, pero fue él el que creyó reírse de un programa que blanqueó su controvertida imagen con el "gracejo" de clichés machistas y populismo barato que más que una fiesta televisiva por vacaciones, revisionado hoy, remite más a una pesadilla que acongoja porque nos evidencia. Explica muy bien lo que veíamos con naturalidad. Responde a interrogantes sobre de dónde venimos y por qué somos como somos.

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