OPINION

RTVE y la guerra de los audímetros

Marta, ganadora de MasterChef
Marta, ganadora de MasterChef

Los nuevos tiempos perfilan un prime time televisivo que acortará su duración para conciliar la televisión generalista con un público que ya no acepta cualquier estrategia con tal de inflar la audiencia. Sin embargo, la actual dirección de contenidos de RTVE sigue apostando por estirar su oferta de entretenimiento hasta altas horas de la noche. Sucedió hace una semana con la final de MasterChef, que alcanzó casi un 30 por ciento de cuota -un elevadísimo dato de share- con el truco de no anunciar la ganadora del concurso hasta las dos de la madrugada.  Hora en la que ya no hay competencia en el resto de canales y, por tanto, el porcentaje de audiencia se dispara.

TVE no vive de la publicidad y, en cambio, sigue la viaje artimañan de las viejas cadenas con publicidad, como Telecinco. No obstante, uno de sus directivos, Toni Sevilla, viene de ahí, de Telecinco. Pero la programación de Televisión Española debería ser un termómetro de los nuevos e ilusionantes rumbos de la televisión. Así lo fue tradicionalmente: en los ochenta y principios de los noventa, la cadena pública pintó un interesante retratado de los derroteros hacia los que caminaba su país.

En cambio, en las últimas temporadas, TVE ha parecido más pendiente en reproducir roles en la bandeja de salida que en afrontar retos que demanda la sociedad a través de la televisión. A la hora de analizar el éxito o fracaso del producto debería ser más importante la aceptación social que el porcentaje de cuota de pantalla de unas audiencias basadas en una muestra representativa que, como las encuestas electorales, cuentan con un margen de error que nadie cita.  Es más, se suele informar del dato de audiencia como si fuera una verdad absoluta que no es.

Entonces, ¿debe RTVE dejar de medirse con los audímetros? Televisión Española debe seguir midiendo su competitividad a través de los audímetros. Como sucede con las grandes televisiones públicas europeas, la cadena pública debe jugar a la altura de sus rivales privados. Salirse de las mediciones de Kantar, supondría aislarse y se corre el peligro de que la cadena transmitiera imagen de residual.

Las televisiones públicas fuertes e influyentes miden sus audiencias. No producen sus contenidos dando la espalda a los estudios que definen el interés o desinterés del espectador y los analizan en el contexto del marcado global que cobija la oferta televisiva.

Pero es hora de volver a poner el foco en el espectador real, no sólo en la cuota de pantalla que se equilibra desvirtuando la duración y formato de los programas y las series. RTVE, como cadena pública, no debe pelear por ese share trampeado -como hace con MasterChef- y empezar a preocuparse por su público real. En este sentido, también es necesario explicar al televidente el éxito de los productos de la cadena gracias al número de espectadores en tiempo real, las audiencias en diferido y, a modo global, el volumen de aceptación social. La televisión ya se consume de muchas formas, así que para analizar el buen rendimiento del producto no vale sólo limitarse a una nota del día después.

El ejemplo más claro es El Ministerio del Tiempo. La serie de Javier y Pablo Olivares no rompió las cuotas de pantalla instantáneas pero sí traspasó socialmente, hasta convertirse en un icono. Una ficción que hacía al espectador sentirse orgulloso de la televisión pública. El público veía el sentido de esta inversión. El público celebraba El Ministerio.

El Ministerio ha sentado una base muy interesante. Ahora la cadena necesita seguir esa senda a través de la creatividad que cuenta historias -en ficción, documental y shows de entretenimiento. sin ir a rebufo de los intereses de las cadenas privadas.

RTVE debe ir por delante y contar con una intuición extra para no quedarse en las conservadoras tendencias del sector privado. Es la clave para que la industria audiovisual se haga más grande, es la manera de que la cultura audiovisual progrese. Y ahí serán muy importantes las audiencias, pero también que la cadena pública sepa divulgar el rendimiento de su producción con acciones explicativas más próximas, más atractivas y más abiertas. Porque ya no hay sólo una manera de medir el éxito de un producto. Imcluso más importante que el éxito cuantitativo es la percepción de éxito.

Bajo un paraguas de calidad de producción,  saber construir una marca que transmita percepción de éxito será sinónimo de un espectador fiel, que se siente valorado y respetado por el contenido y también por el continente que lo emite -canal, coherencia de horarios, facilidad de acceso 'a la carta'...- Eso es RTVE. Y eso será cuando la gestión de la cadena esté más cerca del talento de los creadores del audiovisual que de la política.  

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