En los Premios Feroz

Victoria Abril y el meollo que esconde el 'circo' de su desinformación

"Basta ya esta farsa", dijo en un momento de la rueda de prensa sobre su 'Premio Feroz de Honor'.

Victoria Abril en la rueda de prensa de Los Feroz
Victoria Abril en la rueda de prensa de Los Feroz
Feroz

"Esto no es una pandemia, es una 'plandemia'. Una cosa es lo que diga la tele y otra... entra en el Internet". Lo ha dicho Victoria Abril en la rueda de prensa del Premio Feroz de Honor, que recoge este año y que se ha celebrado este jueves. De hecho, el final de la propia rueda de prensa se aceleró con una María Guerra, presidenta de la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, finiquitando con elegancia un acto que se estaba convirtiendo en un púlpito a la desinformación de barra de bar.

"Si tengo que pasar por conspiranoica, paso", recalcaba Abril segundos antes, mientras sembraba dudas sobre la crisis sanitaria en la que llevamos inmersos desde hace un año. E incluso generando desconfianza sobre el gran salvavidas del que se dispone por ahora: las vacunas. Todo con afirmaciones sin rigor alguno, que no tienen sentido reproducir.

Pero hay una frase de la actriz que ha pasado más desapercibida entre su océano de bulos y que hay que subrayar sobremanera, pues define el problema de la desinformación social en tiempos de ruido e incertidumbre: "Una cosa es lo que diga la tele y otra... entra en el Internet". Ahí está el meollo de la cuestión. La intérprete que alcanzó la popularidad gracias a la tele siembre la duda con la televisión en vez de con el flujo de impactos que no pasan ningún filtro en la red.

Antes esperábamos a que los medios de comunicación tradicionales ejercieran su labor de contrastar la información. Es más, mejor si esa labor atesoraba responsabilidad social. En este sentido, si un hecho se explicaba en la televisión era más creíble. Hasta era habitual escuchar a las abuelas: "lo han dicho en la tele", como protocolo de verdad irrefutable.

Ahora, en cambio, son los propios bulos los que atacan la reputación de los medios tradicionales para propagarse a sus anchas. Se elimina la credibilidad del intermediario y listo. Sólo basta que cualquier usuario especule en la red. Perfecto para manejar corrientes de opinión de forma interesada, sobre todo si se anula el espíritu crítico en el que se debería incidir especialmente desde los medios de comunicación. O lo que es lo mismo: pensar quién está detrás de cada mensaje que recibimos. Quién lo envía, a quién le beneficia y qué interés (o no) puede esconder.

Pero la rapidez de lectura de los usuarios en las redes sociales es tan frenética que es sencillo picar, incluso reenviando o retuitenando, aquello que nos impacta. Aunque sea una fábula disfrazada de verdad. Porque leemos, vemos o escuchamos con un ansia que, a veces, impide que nos paremos a pensar a menudo si es realmente cierto.

Más aún cuando nos tememos que adaptar de forma abrupta a una nueva realidad. Entonces, la conspiración también puede torcerse en contagiosa. Quizá porque el casamiento con determinadas conspiraciones va unido a un atrayente sentimiento de creerte superior al resto de la sociedad, pues incluso puedes sentir que llegas a teorías en las que otros ni siquiera caen. Y que, por supuesto, son más adictivas que la pura realidad. Y por eso es mejor fardar de no creer en lo que dicen en la tele, como insinúa Victoria Abril. Porque te hace superior. Aunque, en este caso, superior en irresponsabilidad al egoístamente confundir pérdida de libertad con el acto de respeto a los demás de llevar puesta una mascarilla. 

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