Las otras cualidades detrás de un periodista televisivo

Xabier Fortes, la personalidad propia como aliada del periodismo

La noche en 24 horas con Xabier Fortes
La noche en 24 horas con Xabier Fortes
TVE

En tiempos en los que recibimos constantes impactos audiovisuales sin conocer la procedencia o la autoría del emisor de la 'noticia', los medios de comunicación clásicos deben recuperar terreno como representantes de la credibilidad con nombre propio. Sin embargo, la velocidad en la que se trabaja -en la era de consumir todo en estrepitoso directo- también ha propiciado que esos mismos medios de comunicación hayan ido perdiendo parte de ese carácter identitario. La rapidez y la volátil intensidad frena la capacidad de contextualizar, incluso a uno mismo.

A la vez, los propios periodistas pueden ser engullidos por esa prisa. En cualquier formato, pero especialmente en televisión donde los reporteros y presentadores empiezan a parecerse demasiado. Hay un mismo patrón que predomina. A veces, hasta el periodista está más pendiente de aguantar bien la mirada a cámara cuando termina de recitar su crónica como mandan los cánones de la perfección que en acordarse de pensar en comunicar al espectador con la comunicación verbal y, también, la no verbal.

No es el caso de Xabier Fortes, el periodista de Televisión Española ha alcanzado la notoriedad para justamente narrar la actualidad sin dejar de pensar en el público. No lee la información, es periodista de divulgación que explica tras entender lo que cuenta y estar al quite con tranquilidad de lo que pasa. De ahí también su habilidad para moderar los grandes debates de TVE: Fortes ejerce la importancia de escuchar.

Pero es complicado escuchar en una televisión en la que da la sensación de que ya no funciona escuchar. Paradójico. Triunfa el frentismo básico. Gajes de la polarización social en donde lo que ofende parece que no puede rivalizar con lo que aporta. De hecho, hay medios que parece que creen que se saca más partido al choque que a la honestidad. Lo que a la larga será contraproducente para la influencia de las empresas periodísticas, pues no proporcionarán un valor añadido y se diluirán entre la multitud de redes sociales de crispados anónimos.

En cambio, Fortes crea una atmósfera de escuchar, en la que entran las preguntas incómodas hasta sin incomodar demasiado. Lo logra al generar un vínculo de honestidad con el espectador al huir del periodismo de venta a través de la exageración de la "exclusiva", el "día histórico"o la "polémica" como reclamo y acudir al periodismo de complicidad. Ese que incluso explica las imperfecciones de la emisión, las entretelas de lo que acontece en el propio plató o las dificultades de la gestión de una entrevista. Así se crea una comunidad de fidelidad a través de un espectador que se siente partícipe del trabajo televisivo.  Algo que así escrito suena abstracto, pero que, en definitiva, se logra con la generosidad de tratar al espectador con la inteligencia y naturalidad que merece. No obsesionándose en el egocentrismo de alcanzar influencia política, ni en la palmada en la espalda de la dirección de la cadena, el fin es la libertad que otorga intentar ser útil para el espectador.

Y ese clima incesante que no intenso se consigue en gran parte en la capacidad de Fortes de jugar con el espectador y los protagonistas de la actualidad con la destreza de la ironía. El sarcasmo es vital en la televisión: descoloca a la calculada y, a menudo, cuadriculada teatralización de los políticos y conectando con un público que agradece que le traten con el espíritu crítico del ingenio. Porque en los medios de comunicación es tan importante la forma como el fondo. Y para distinguirse del resto es tan crucial lo patente y lo latente. La posibilidad de leer entre líneas es un plus para alimentar el vínculo de fidelidad de las audiencias con sus medios de comunicación de cabecera. Y Fortes maneja muy bien esa mordacidad de los grandes comunicadores, de los maestros del periodismo que no confunden autoría con ideología. La segunda desvirtúa, la primera engrandece la comunión con una información más atractiva, más clara, más transparente. Menos engolada, más próxima. O, lo que debería ser lo mismo: menos verdad absoluta, más honestidad edificante. 

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