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Repsol y el riesgo de estar tan desahogado

Brufau
Antonio Brufau, presidente de Repsol
Flickr

La subida de tipos de interés y la guerra en Ucrania han creado un mundo de dos lados. En el primero se encuentran los endeudados, que ven como las cuotas a pagar crecen y eso les limita los planes de gasto (consumidores) o inversiones (empresas como Grifols). En el segundo habitan aquellos a los que el brusco giro en el precio del dinero les ha pillado con ahorros o con poca deuda y que están preocupados por ver si de una vez los bancos se deciden a retribuir cuentas y depósitos y eso les permite rentabilizar su situación financiera.

Repsol habita en un tercero. La petrolera que lideran Antonio Brufau y Josu Jon Imaz está en otro planeta, donde no solo se ve favorecida por la fuerte subida que ha provocado la guerra en Ucrania en los precios del petróleo, sino que aunque invierta e incremente el pago de dividendos y la retribución al accionista su deuda baja.

Despidió 2022 con 2.256 millones en deuda neta, que compara con un beneficio bruto de explotación de 13.813 millones y -con lo que es todavía mejor para quienes buscan buena salud financiera- con una generación libre de caja rozando los 9.000 millones. Es decir, que Repsol si quisiera pagaría toda su deuda en un trimestre y se quedaría a cero… con todo su músculo financiero intacto para plantearse una adquisición con mayúsculas o -desde otro prisma- con un cartel de presa ‘ideal’; entendiendo ‘ideal’ como una adquisición que se paga sola; con su propia generación de dinero.

Aunque Repsol ha subido con fuerza en bolsa en los últimos meses, su valor de mercado es inferior a los 20.000 millones. Su volumen de deuda es todo menos desalentador de una operación corporativa (al contrario que Cellnex) y su generación de caja es suficiente para pagar su propia compra a un plazo más que razonable.

Considerando que Repsol ha avanzado que destinará 5.000 millones a inversiones durante 2023 que vendrán de su propia generación de caja, si es capaz de mantener unos niveles de ingresos y rentabilidad similares, en cuatro años se pagaría su propia adquisición y lo haría abonando -además- dividendos. Y no está tan claro que el ciclo del petróleo caro se haya terminado en 2022, aunque sí se esperan descensos en los precios.

Por ejemplo, Naturgy, en su informe de auditoría, elabora sus estimaciones considerando un precio del Brent de 83,5 dólares para 2023 y de 78,5 y 74,5 dólares para 2024 y 2025, respectivamente. El plan estratégico que presentó Repsol en 2020 para el periodo 2021-2025 estaba elaborado sobre la base de un crudo Brent a 50 dólares.

¿Un salto en la liga europea?

Comparado con otras compañías del sector energético europeas nacidas del petróleo, Repsol es pequeña. Total Energy capitaliza 145.000 millones; BP, 110.000 millones y Equinor y ENI, 91.000 y 50.740 millones, respectivamente. En una industria forzada a reinventarse por el proceso de transición energética, el tamaño es relevante porque te da músculo para dar el salto de manera más contundente; algo que por cierto está demandando el activismo climático desde los fondos más activistas en este segmento y que -en teoría- se debería valorar positivamente.

Repsol cuenta con la capacidad financiera para dar un giro transformacional si lo desea y escalar puestos en el ranking de las energéticas europeas. Aunque el endeudamiento no se mire ahora mismo con buenos ojos y a la hora de realizar adquisiciones haya que cambiar las métricas de rentabilidad (no es lo mismo comprar con costes financieros al 4% que al 1%), la española podría aumentar de forma significativa su deuda sin superar los niveles con los que ha convivido en el pasado.

Su pico en los últimos cinco años lo alcanzó en 2019-2020 con una relación por encima de las 1 veces. Si hoy se pusiera a esa altura, con su beneficio bruto histórico de 13.000 millones, tendría capacidad para elevar su deuda en alrededor de 13.000 millones, que sumada a su generación de caja le daría margen para crecer. Yéndose a una relación de dos veces (habitual en el mercado) y con una cifra de ebitda menos exigente, como la de 2021 (8.170 millones), la capacidad de asumir deuda sería similar.

Haga su apuesta… ¿disparará Repsol o le dispararán?

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