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Toca 'coquetear' con el crecimiento cero y el empleo a la baja

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.
Toca 'coquetear' con el crecimiento cero y el empleo a la baja. 
Europa Press

A falta de dos meses para que acabe el 2022 estamos en la antesala de lo que debe definir la gravedad de la crisis que se avecina, un vaticinio que seguro que los economistas no nos van a resolver y que es muy difícil de dilucidar de antemano bajo el yugo de una guerra energética con Rusia que puede cambiar las condiciones del mercado de la noche a la mañana. Es loable el esfuerzo del Gobierno en ver siempre el lado positivo de las cosas y confiar en que un 0,2% de mejora del PIB en el tercer trimestre del año no es malo, porque peor sería tener un cero o caer por debajo; pero también es realista comprobar que hay datos inapelables que se han dado la vuelta, como el del empleo, y que levantan los peores augurios.

Las cifras de la EPA de los meses de verano han sido malas sin paliativos y sin anestesia y, como recordaremos, ese empeoramiento de la creación de empleo era de verdad el movimiento clave a vigilar desde primeros de año como indicativo de que lo peor de la tormenta está por llegar, o al menos, algún coletazo le queda por asestar. El sector privado ha pasado de mantener una creación de casi 400.000 empleos en los dos trimestres anteriores a la décima parte de ese dato, algo que no se explica solo por el empeoramiento de la industria ante la elevación de costes energéticos, el fin del turismo o los elementos estacionales del mercado de trabajo.

Detrás de ese parón de la actividad privada hay miedo a invertir, una dosis tremenda de precaución empresarial que pone en duda cualquier análisis optimista de la situación y deja claro que muchas grandes compañías pretenden cerrar el año en España sin correr riesgos porque, hasta ahora, no les ha ido tan mal como esperaban. Los resultados empresariales que se conocieron la semana pasada y que se van a ver en lo que queda de esta denotan que el dinero sí se ha movido y la generación de ‘cash’, con la inflación al alza y a pesar de los mayores costes de suministro, ha funcionado. Es el momento de afinar el tiro bien para no fallar y perder en tres meses lo que hasta ahora ha aguantado del chaparrón.

Los empresarios -y los responsables del área económica del Gobierno- saben que a partir de ahora a España le toca coquetear con los crecimientos trimestrales en torno al cero, un poquito por arriba o por abajo, hasta al menos el primer semestre del año que viene (hacer augurios a más plazo es una insensatez todavía), de forma que arriesgar dinero en inversiones poco claras, en año electoral, es poco recomendable. Con los datos de la Contabilidad Nacional se comprueba que el consumo doméstico aguantó en verano -lógico-, pero no hay expectativas de que estas navidades vayan a ser un derroche. Tampoco los datos del sector inmobiliario están para muchas fiestas, aunque los precios se mantengan altos y ofrezca todavía cierta rentabilidad como valor refugio. Pero las decisiones de compra de vivienda se están aplazando y el sector lo sabe y pliega velas. Del lado positivo, siempre es esperanzador ver que la inversión industrial en bienes de equipo, que siempre es augurio de mejoras económicas a medio plazo, se ha recuperado en estos meses, acompañada de una exportación todavía fuerte.

Es evidente que esta crisis no es como la de 2008 y que las medidas que el Ejecutivo ha puesto sobre la mesa no van a permitir, como ocurrió entonces, que se imponga en el mercado un ‘sálvese quien pueda’. Del desarrollo y las consecuencias de ese ‘coqueteo’ con el crecimiento cero y el empleo no tan bien como hace un año, que le va a tocar torear a Nadia Calviño, va a depender en gran medida la credibilidad de su mensaje y la recuperación de la confianza frente a una incertidumbre crónica que no deja ver con claridad si la inversión apuesta de verdad por la economía española, que todavía ofrece grandes oportunidades a los fondos internacionales y a las empresas nacionales.

El recorte de la inflación en punto y medio de octubre es un fenómeno que también denota que las cosas no se están haciendo tan mal como podía parecer, pero es imprescindible que ese dato siga cayendo al entorno del deflactor de consumo previsto, alrededor del 4%, y rompa el atasco que hay en la subyacente (sin energía ni alimentos perecederos), que es la que marca la cicatriz que el golpe estructural de las tensiones en los precios va a dejar en la economía española.

Empleo, precios y confianza empresarial van a andar arriba y abajo con el cero del PIB hasta el verano que viene, con recesión técnica o sin ella. Para dar un vuelco a la credibilidad y las expectativas, es necesario acabar con los nubarrones que se ciernen sobre la gestión de los fondos europeos. Hasta ahora ha primado más el anuncio y el medallero político que la eficacia en la adjudicación de convocatorias a empresas. El esfuerzo en el reparto real del dinero, la transparencia y una buena comunicación, sin alardes, de lo que se logre con los fondos el año que viene, será fundamental tanto para la economía del país, como para alguien que quiera ganar de nuevo las elecciones. 

Esa es la baza que le toca jugar a Sánchez y la que le quiere desbaratar Feijóo. Nunca unas elecciones estuvieron tan metidas en la parte económica del Gobierno. Aparte de la reforma del sector energético en marcha (más en manos de las grandes compañías que de Ribera), del lado político, salvar el fiasco del CGPJ y la reforma de las pensiones son dos de las batallas más importantes para que Europa se crea a España y todo discurra como debe. Lo contrario será un desastre para todos que tendrá que afrontar quien gane en las urnas dentro de un año.

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