Capital sin Reservas

‘España Puede’… de la ‘mascarillada’ al farolillo rojo de Europa

Pedro Sánchez está aprovechando que ahora lo que toca es llevar bien prieta la mascarilla, lo que permite al Gobierno mostrar su buena cara para esconder los malos tiempos.. .  

De Galán a Pallete: Sánchez corteja a los VIP del Ibex y se prometen colaboración
Sánchez trata de buscar adhesiones entre los grandes empresarios del Ibex ante el otoño de espanto que se avecina.

Desde Aristóteles a Churchill la política se define como el arte de lo posible. Con Pedro Sánchez, la labor de gobierno, como aspiración máxima de la política, se ha convertido en el arte de lo imposible, que consiste en mantener el control absoluto del poder a través del ejercicio compartido de las responsabilidades. El derribo de Mariano Rajoy con la célebre moción de censura de junio de 2018 dejó una especial impronta en el actual jefe de filas socialista, que se convirtió en el primer presidente que accedía al cargo sin ser diputado y con una minoría inestable de tan solo 84 escaños en el Congreso. Desde entonces, el jefe del Ejecutivo se ha acostumbrado a manejar el timón del país en un permanente desafío a los más estrictos códigos democráticos, dentro de un singular funambulismo que se evidencia de manera descarnada en la controvertida gestión de la gran crisis del coronavirus.

El ingobernable Estado de las Autonomías se ha demostrado incapaz para garantizar la seguridad del proceso de desescalada y solo ha servido para desvirtuar la función de servicio que se presume y requiere a todo gobernante, facultando a Pedro Sánchez para extraviar su obligado liderazgo en la lucha contra la pandemia. El presidente no se atrevió a afrontar los riesgos del paréntesis veraniego con la mano de hierro que inicialmente esgrimió en los sucesivos estados de alarma decretados desde mediados de marzo y apeló a esos valores falaces de la unidad ante la crisis, mientras procedía a una descentralización de la administración pública para hacer frente a la contingencia de los nuevos rebrotes que se veían venir desde finales de julio. A la postre, España ha sido el país más castigado en esta segunda oleada de contagios que, aparte de las dramáticas consecuencias sanitarias, van a condicionar gravemente las expectativas de reactivación económica en la última parte del año.

El inquilino de La Moncloa sabe mejor que nadie el otoño caliente que se avecina a poco que se visibilice con toda crudeza la mezcla explosiva de la crisis sanitaria con la económica. Por eso ha decidido sacudirse como sea el polvo de las sandalias con el abrigo de lo que ahora se ha dado en llamar la sociedad civil y que, en realidad, no es más que un grupo de interés claramente definido en torno a las grandes sociedades cotizadas en bolsa. El cónclave de amor y compañía con las más renombradas y poderosas figuras de lo que el comandante Iglesias denominaba la casta empresarial fue preparado a conciencia de manera personal y directa por el presidente del Gobierno pocos días antes de emprender su descanso veraniego de casi tres semanas; primero en Lanzarote y después en el Coto de Doñana.

Antes de marcharse de vacaciones, Sánchez mostró a los grandes del Ibex la preocupación del Gobierno por el aumento de contagios y las dificultades de recuperación económica 

Pedro Sánchez mantuvo por aquellos días de finales de julio contactos telefónicos con varios de los más importantes ejecutivos del Ibex, en un intento por imantar con tiempo suficiente el mayor número de adhesiones a un plan de reconstrucción económica que constituye una verdadera quimera ante la fragmentación y hostilidad que supura las relaciones entre los más divergentes partidos políticos en España. El líder socialista reconoció a los gerifaltes del mundo del dinero su preocupación por la deriva negativa de la cifra de contagios, que ya en aquellos momentos habían sorprendido negativamente las expectativas del Gobierno. A partir de dicha constatación, el presidente apuró los lamentos para persuadir a sus interlocutores de los riesgos que la evolución de la pandemia podía suponer de cara a la ansiada recuperación económica del país.

Los empresarios se mostraron conmovidos, como no podía ser de otra manera, pero en ningún caso se han sentido aterrados por una problemática que, en términos generales, afecta a sus entidades de una manera bastante más relativa y menos dramática que al resto de pequeñas y medianas empresas diseminadas en los principales sectores letalmente atacados por el coronavirus. Con muy escasas excepciones, los invitados a la fiesta del señor presidente tienen capacidad de sobra para cuadrar sus cuentas a base de provisiones o recortes de dividendos a sus accionistas. Es más, la diversificación de negocios intensificada a raíz de la crisis de la pasada década hace que muchos de los figurantes que arroparon este pasado lunes a Sánchez estén bastante más preocupados por lo que ocurre allende las fronteras que por la capacidad que pueda demostrar el Gobierno y sus socios en revertir la catastrófica situación nacional.

Las principales corporaciones españolas; bancos, energéticas, telecos o constructoras, se juegan esta vez el parné en los diferentes mercados internacionales tanto o más que en España, por lo que tampoco tienen mayor inconveniente en participar de ese estreno de temporada organizado bajo el lema de ‘España puede’. Un rótulo tan posibilista como toda la lucha contra el Covid-19 y con el que Pedro Sánchez ha querido hacer honor, se supone, al subconsciente de Pablo Iglesias. En un país políticamente diagnosticado para el psicoanálisis tampoco debe observarse como una anomalía que los empresarios del más alto copete acudan de manera unánime y respetuosa a la llamada de la selva monclovita. La crisis tiene cada vez peor pinta pero qué más da un nuevo 'selfi' de esos que tanto gustan a Sánchez y sus asesores de Palacio.

Algunos de los empresarios que acudieron esta semana al cónclave de la Casa América comentaban a la salida que al presidente se le había ido la fuerza por la boca

El Ibex bien vale una foto, dos o las que hagan falta y nada tendría de extraño que los mismos que tocan las palmas al presidente del Gobierno hicieran lo propio con el jefe de la oposición si Pablo Casado así lo reclamase. A la hora de regar la ruleta política los grandes mandamases del mundo de los negocios nunca van a remendar de manguera, entre otras razones porque no son muchos los que creen que el líder socialista sea capaz de asegurar la estabilidad de su mandato durante los próximos 40 meses. Al contrario, algunos de los asistentes al evento de la Casa de América comentaban jocosamente a la salida que a Sánchez se le había ido la fuerza por la boca, algo muy natural por otra parte en medio de esa pulsión voluntarista propia de gobernantes que sólo saben presumir de todo aquello que carecen.

Los empresarios observan la situación desde un prisma muy diferente al del Gobierno y aunque nadie osará ejercer de aguafiestas en público, todos ellos son plenamente conscientes de que España puede quedar descolgada de la recuperación hasta convertirse en el farolillo rojo de la Unión Europea. Algo que resulta secundario para el líder socialista, más interesado que otra cosa en cerrar filas para un acuerdo parlamentario que le permita sacar adelante, como sea, los Presupuestos del Estado. Esa es la carta que juega Sánchez en su obsesión por mantenerse en el poder y aislar de paso al PP si niega su voto favorable a las nuevas cuentas del Estado. Para eso se ha dado el baño de multitudes con el Ibex y los agentes sociales, escenificando una posición ecuménica de gran calado efectista pero sin mayor trascendencia efectiva. En la España de la ‘mascarillada’ cada cual se engaña a sí mismo como quiere.

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