OPINION

Garamendi tiene un problema, o sube al puente aéreo o se baja con Lázaro

Antonio Garamendi y Juan Pablo Lázaro
Antonio Garamendi y Juan Pablo Lázaro
La Información

Si hay algo que la supremacía moral de la izquierda concede al PSOE es el virtual monopolio para abordar el problema catalán con ciertas garantías de éxito: “Más allá de nosotros es imposible llegar a ningún acuerdo que desmonte el procés”, aseguran ufanos los estrategas de Ferraz. Con este aval político, así será si así os parece que diría Pirandello, Pedro Sánchez ha pegado un volantazo en su hoja de ruta, un giro no se sabe bien si de 180 o 360 grados, para situar el debate parlamentario en torno a unos Presupuestos del Estado baldíos en su origen, pero que quizá sirvan para desviar la atención del fiasco andaluz y con los que el presidente del Gobierno trata de envolver en papel de regalo el futuro programa electoral socialista.

La presentación de las cuentas públicas en Las Cortes el próximo mes de enero supone un claro guiño, mitad complicidad mitad desafío, a los partidos catalanistas con representación en el Congreso. Sánchez confía en que ERC y el PDCat comprendan que más vale lo malo conocido ante un eventual empeoramiento de sus intereses si la triple entente del PP, Ciudadanos y Vox consolida una plataforma con aspiraciones para llegar a La Moncloa. En su afán por rehuir las hipótesis que no le convienen el inquilino de Palacio no ha reparado en las ambiciones antropológicas de un separatismo rampante que se niega a distinguir lo bueno de lo mejor con tal de mantener a ultranza su laica voluntad independentista.

No habrá apoyo catalán a los presupuestos mientras no haya referéndum secesionista y no habrá referéndum secesionista mientras el calendario electoral aceche a cualquiera de los ocupantes que ostenten, o incluso detenten, el Gobierno. Sólo los incautos pueden interpretar el drama catalán como una oportunidad porque llegado a este punto el procés se ha convertido en una amenaza permanente que debilita a cualquier partido en el poder y cada vez se antoja más complicado sacar rédito de una negociación bizantina con implicaciones que trascienden la agenda política y afectan muy gravemente a las relaciones sociales y económicas de Cataluña y, por ende, de toda España.

Involución del empresariado catalán a favor del procés

Los daños colaterales del problema catalán han echado raíces estas últimas semanas en el mundo del dinero con una virulencia inusitada que evidencia los apoyos efectivos que refuerzan la convicción de los gobernantes independentistas. Sánchez debería tomar buena nota de la involución que se está urdiendo en las estructuras del poder económico catalán donde la tropa encabezada por Quim Torra y Elsa Artadi están abriendo una cabeza de puente a través de las principales enseñas corporativas autonómicas. No en vano, el presidente del lobby separatista FemCat, Pau Relat, se ha erigido como el sustituto de Josep Lluis Bonet en la Fira de Barcelona en tanto que el más ambiguo pero no menos sospechoso Enric Crous se postula para presidir la Cámara de Comercio con el aval del Govern.

Bajo estas nuevas credenciales el presidente del Gobierno se está quedando sin embajadores empresariales que estén en disposición de trasladar y difundir en Cataluña un proyecto económico con suficiente atractivo para aliviar la pulsión soberanista. El último clavo ardiendo al que podría agarrarse el líder del PSOE es el aclamado presidente de Fomento del Trabajo, Josep Sánchez Llibre, el antiguo diputado de CiU en el Parlamento de la nación y que ha dado el salto de la política al mundo de los negocios demostrando una especial capacidad para nadar entre dos aguas sea cual sea la embarcación o la turbulencia con que baje la corriente.

Como titular de la organización catalana a Sánchez Llibre le corresponde un puesto nato de vicepresidente dentro del núcleo duro de la nueva CEOE que preside Antonio Garamendi desde hace poco más de quince días. El próximo día 19 es la fecha marcada en rojo para definir los altos cargos que acompañarán durante los próximos años al flamante presidente de la más importante organización empresarial española y aunque la mayor parte de los agraciados son ya de sobra conocidos, incluyendo un equitativo reparto de cuotas, lo que no está muy claro es el orden de prelación con que Garamendi repartirá los galones dentro de su flamante junta directiva.

Los puestos dentro de la próxima alineación de la CEOE tienen una significación especial porque esta vez el máximo representante de los empresarios madrileños, Juan Pablo Lázaro, reclama para sí la púrpura de una vicepresidencia primera que reconozca sus méritos al servicio de Garamendi. El presidente de CEIM ha sido determinante en los trabajos preparatorios que han culminado con el relevo, por otra parte obligado, de Juan Rosell y necesita ahora un reconocimiento especial que satisfaga sus méritos como ‘número dos’ y delfín inequívoco de la organización. Lázaro no se conforma con ser uno más en la guardia pretoriana y exige ser una especie de ‘primus inter pares’ en tándem con el jefe de filas de la cúpula patronal española.

Las reivindicaciones de Lázaro suponen un cierto agravio para Sánchez Llibre, quien tampoco puede conformarse con un mero papel de comparsa en Madrid. El presidente de Fomento es un superviviente del Puente Aéreo, aquel foro bautizado con toda la intención del mundo en 2011 y del que han formado parte una treintena larga de influyentes prohombres de negocios de Madrid y Barcelona. El lobby se desarrolló parejo al célebre sanedrín del Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC) pero sus actuaciones más templadas y prudentes permiten que muchos de sus integrantes puedan actuar a día de hoy como piedra de toque para contrarrestar la deriva soberanista que están tomando las principales instituciones corporativas de Cataluña.

Garamendi deberá decidir en unos días si paga a pleno interés la deuda de gratitud contraída con su lugarteniente en Madrid, una cuestión que no es baladí porque la CEOE necesita la corresponsabilidad activa de Fomento del Trabajo si quiere actuar verdaderamente como elemento vertebrador del empresariado catalán y español. Quizá la solución venga a partir de un acuerdo tácito que promueva la figura de Lázaro de puertas adentro sin fijar ningún número ordinal entre los seis vicepresidentes que serán designados; tres hombres y tres mujeres presumiblemente. Sánchez Llibre es un hombre negociador pero un desaire podría ser fatal si Garamendi quiere refundar  la CEOE y reverdecer viejos laureles. Ahora tiene una oportunidad única.

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