Opinión

España en el nuevo milenio

María Jesús Montero y Nadia Calviño
España en el nuevo milenio
Agencia EFE

Esta es mi primera colaboración con este medio y he decidido hacer una visión de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. Como ha reconocido el mismo Gobierno, en su informe de España 2050, a la economía española no le ha sentado bien el nuevo milenio. Desde Adam Smith los economistas hemos estado analizado la riqueza y el progreso de las naciones. Usamos el PIB por habitante corregido por los precios de cada país para hacer los datos comparables en el tiempo y con otros países.

España ha dejado de converger con nuestros socios europeos en las dos últimas décadas y Europa es el área del planeta que menos crece. Si nos comparamos con Asia, Oriente Medio o EEUU la brecha se ha ampliado. España era un país no alineado con Franco como hoy es Irán por ejemplo. El acuerdo con EEUU para abrir las bases militares nos permitió entrar en el circulo de Naciones Unidas y en el europeo. Y el plan de estabilización, diseñado por el FMI, nos permitió abandonar el modelo autárquico fascista que sólo trajo pobreza, hambre y emigración masiva.

Tras la muerte de Franco los españoles hicimos una transición a la democracia que sorprendió positivamente al mundo y nos permitió ser miembro de pleno derecho de la Unión Europea en 1986. Por primera vez en siglos, España tenía seguridad jurídica europea, algo necesario para hacer negocios, para que las empresas inviertan, para aumentar el empleo y la productividad y los salarios que es lo que acaba reflejando el aumento de la renta por habitante y la riqueza de una nación.

En el año 1999 entramos en el euro y nos beneficiamos de la credibilidad monetaria alemana con acceso a los mercados de capitales internacionales con una moneda estable y con tipos de interés bajos que también favorecen la inversión, la creación de empleo y el aumento de los salarios. A la vez que se creaba el euro, China y la India habían vuelto a recuperar su peso en la economía mundial, perdido desde la revolución industrial. Y el mundo vivía y vive su mayor periodo de innovación tecnológica desde el neolítico hace 40.000 años. Steve Jobs presentó su teléfono inteligente en 2007 y ha revolucionado nuestras vidas y cambiado nuestra economía.

Los países de éxito aprovecharon la baja inflación y los bajos tipos de interés para endeudarse e invertir en educación, en ciencia y en tecnología y su renta por habitante ha crecido exponencialmente. Los españoles, mayoritariamente, nos endeudamos para construir o comprar casas caras, muchas de ellas que nunca se llegaron a construir ni vender y perdimos el foco del progreso que sí teníamos en los años ochenta. Nuestro principal éxito en los años ochenta fue gracias a que nuestros salarios eran más bajos que los alemanes y franceses y al entrar en la Unión Europa nos beneficiamos de la deslocalización industrial.

Hoy nuestros salarios son más altos que los de los nuevos emergentes y hemos perdido esa ventaja. Una opción es congelar o bajar los salarios para mantener el empleo en sectores de baja productividad, que es lo que llevamos haciendo desde 2008. Es una opción socialmente no deseada, como ya advirtió Keynes en su Teoría general en 1936. Otra opción es subir los salarios sin aumentar la productividad y los márgenes de las empresas. La historia nos enseña que esta opción es como vender el coche para echar gasolina. La única salida sostenible a la trampa en la que nos encontramos desde hace más de una década es que empresas con menos de 50 trabajadores, donde se concentra la baja productividad y la precariedad laboral, crezcan y creen empleos de calidad.

La única salida sostenible a la trampa en la que nos encontramos desde hace más de una década es que empresas con menos de 50 trabajadores crezcan y creen empleos de calidad

La pregunta que surge inmediatamente es: ¿eso cómo se hace? Primero es condición necesaria un entorno de estabilidad económica, social, política y sanitaria que cree condiciones que reduzcan la incertidumbre de la inversión, única forma conocida desde hace milenio para crear empleo. Algunos no paran de intentar inventar la rueda y no paran de hacer ruedas cuadradas.

Pero la burbuja y en el endeudamiento exterior fue privado por primera vez en nuestra historia. Los españoles debemos asumir que hemos cometido errores y recuperar el foco que nos permitió maravillar al mundo en los años ochenta. Lo fácil es culpar a Aznar, a Zapatero, a Rajoy, a Pedro Sánchez, a Pablo Casado de nuestros problemas. Pero hemos cambiado tres veces de presidente desde 2008 y la deuda púbica no ha parado de aumentar.

Otra condición necesaria es que nuestras empresas busquen sus clientes fuera de España. Nuestro país es pequeño y las nuevas clases medias crecen fuera de Europa. Los españoles siempre mirábamos al norte pero ahora las clases medias se crean en el sudeste. Debemos mirar al Atlántico con una visión cuadrangular. América, Europa pero también África que está en su amanecer económico como el que tuvo Asia hace cuarenta años.

Debemos invertir en los nuevos sectores demandados por los nuevos clientes que han cambiado significativamente sus gustos y sus preferencias en la última década. El sector agroalimentario español es competitivo desde los fenicios pero ahora debe adaptarse a los gustos de comida saludables y biorgánicos y comunicarse con sus clientes digitalmente y no sólo a través de los supermercados.

El nuevo turista busca experiencias y se quiere comunicar también digitalmente. Cientos de miles de nómadas digitales europeos desean venir a nuestro país por periodos de meses a teletrabajar. Gastan más por día que un turista, están más días, pueden crear empleo y digitalizar a nuestras empresas para hacerlas más competitivas. Solo así crecerán, crearán más empleo y podrán pagar mejores salarios.

Nuestra industria debe adaptarse a la revolución digital y de la sostenibilidad. CAF una empresa de trenes hoy es el mayor productor europeo de autobuses eléctricos, compitiendo de tú a tú con los chinos. Iberdrola es líder en EEUU y Reino Unido en energía eólica con tecnología española que comenzó con un plan de política industrial público privado en Tarifa en los años ochenta. Aguas de Barcelona es líder mundial en tecnología de agua, en desalación y ahora en reciclaje, digitalización e inteligencia artificial.

También necesitamos desarrollar nuestros mercados de capitales. España inventó las finanzas modernas con el primer mercado organizado de letras de cambio en el siglo XIII y el primer mercado de deuda pública en el siglo XVI. Nuestra economía está muy bancarizada, el crédito ha resistido muy bien esta crisis con el apoyo del ICO y ha evitado el cierre de miles de empresas y la destrucción de cientos de miles de empleo. Pero las empresas crecen por intangibles como la I+D y la regulación bancaria limita mucho financiar intangibles. El mercado para captar capital de pequeñas empresas en España se ha desarrollado mucho pero cuando tienen éxito y necesitan ampliaciones de capital entre un millón y veinte millones España es un erial.

Esas empresas tecnológicas de éxito levantan el vuelo para buscar capital fuera de nuestro país, como las aves en Doñana, tardan muchos años en volver y crean sus empleos de calidad en el país donde han conseguido el capital para invertir. Eso exige que dejemos de invertir nuestro ahorro sólo en deuda pública o en depósitos y empecemos a invertir en este tipo de fondos de capital riesgo como hacen los estadounidenses, los chinos, los coreanos, los taiwaneses o los noruegos.

Estos temas no están en el radar ni en los debates de los españoles, ni siquiera de los economistas, y nos pasamos el día hablando de nuestros derechos históricos, del sistema de pensiones diseñado en los años ochenta cuando nuestra esperanza de vida era diez años menor, del salario mínimo sin darnos cuanta que ya es un 50% superior a la República Checa, un país que ya nos supera en renta por habitante.

Hemos perdido una década y la deuda pública es cuatro veces superior a la de 2008. Las actuales generaciones hemos hipotecado a nuestros hijos y si no hacemos todo lo que he comentado anteriormente tendrán serios problemas para poder pagar esa gigantesca hipoteca. No podemos perder ni un minuto más.

El futuro es ilusionante, el pasado es incierto.       

* José Carlos Díez es economista.

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