En mi molesta opinión

La cosas se ponen feas y Sánchez suspende sus vacaciones

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este mediodía en el Palacio de la Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa.
EFE

Estaba ayer viernes en Telemadrid debatiendo con otros colegas sobre los nubarrones pandémicos y económicos que cada día se ciernen con más intensidad sobre España. Algunos decían que las cosas van fatal y que varias comunidades autónomas, especialmente Madrid, se estaban tomando con demasiada tranquilidad los malos datos de contagios de los últimos días. Se me ocurrió responder que, sobre todo, la tranquilidad la tenía el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que seguía de vacaciones como si nada ocurriera. Me contestaron que esa comparativa era injusta, que todo el mundo merece descansar, que las vacaciones son un derecho, que si patatín o patatán.

A los pocos minutos de criticar las vacaciones de Sánchez, saltaba la noticia, adelantada en exclusiva en lainformacion.com por mi compañero Fernando H. Valls, de que “Sánchez suspende sus vacaciones y regresa a Moncloa en plena escalada de contagios”. ¡Bingo! No creo que ni el presidente ni sus asesores nos estuvieran escuchando, o sí, pero la coincidencia me alegró por un lado, aunque me preocupó por otro: ¿Realmente las cosas van tan mal como para suspender vacaciones un viernes, tres días antes de la fecha prevista?

Puede que sea sólo un gesto propagandístico más de los muchos que practica este Gobierno, recortar un fin de semana no es mucho sacrificio, pero las palabras pronunciadas el jueves por el siempre desconcertante y errante Fernando Simón -“Las cosas no van bien, que nadie se confunda”- tal vez alarmaron mucho a Sánchez y a sus asesores, que prefirieron plegar velas y sombrillas ante el desconcertante, pero nada halagüeño, panorama que muchos anuncian. No vaya a ser que España se esté yendo al garete y nosotros sigamos tomando el sol y copas de sangría relajados en Doñana.

No creo que el debate en Telemadrid sobre sus vacaciones fuera el detonante del cambio de opinión, quizá pesaron más las críticas que hizo el pasado jueves el líder de la oposición, Pablo Casado, exigiéndole que regresara a Madrid para hacer frente a la “crítica” situación que se está viviendo en todo el territorio nacional. Sea como fuere, nos encontramos ante un hecho que no es nada baladí. Tan importante es que el presidente del Gobierno decida irse de vacaciones, como grave que decida suspender esas mismas vacaciones a pocos días de su final.

¿Qué está pasando realmente en España? Cada autonomía hace la guerra por su cuenta y nadie tiene claro qué hay que hacer. Da la sensación de que se actúa como el ejercito de Pancho Villa. Es cierto que ya en junio varias autonomías, a través de sus presidentes, principalmente la de Cataluña, exigían recuperar sus competencias, limitadas por el estado de alarma. El Gobierno central no dudo mucho en pasarles la “patata caliente", conocedor del peso que se quitaba de encima, y de que si las cosas se volvían a complicar, como así parece, la responsabilidad caía de lleno en las administraciones autonómicas.

Nadie puede recriminarle a Sánchez que cediera, una vez finalizado el estado de alarma, la gestión a las comunidades; pero por muy descentralizado que esté el Estado la situación que vive España exige de una coordinación mayor y general. No puede haber divergencias entre las decisiones que se tomen, por ejemplo, en Galicia o en Aragón, en Murcia o en Extremadura. Quizá debamos plantearnos el funcionamiento del Estado de las Autonomías -cuando salgamos de esta-, pero lo que corresponde hacer en este momento es remar unidos en busca de soluciones útiles y globales para todo el territorio nacional, y el Gobierno central debe ser el eje que posibilite ese mejor funcionamiento.

Es cierto que cuando el Gobierno de Sánchez ostentaba el mando único las cosas tampoco iban de maravilla, pero existía la sensación real de que todos estábamos luchando en una misma dirección, aunque hubiera muchos errores e imprecisiones. No se trata de reducir o destruir el Estado autonómico, sino de aunar esfuerzos y criterios ante una pandemia desconocida para todos. La unión hace la fuerza y ahora más que nunca. Es cierto que algunos pueden querer aprovechar la ocasión para hacer políticas partidistas, pero esos lo pagarán caro si los ciudadanos detectan el juego sucio. Una cosa es hacer crítica constructiva y leal, y otra muy distinta utilizar las desgracias generales para sacar rédito partidista.

En definitiva, la cuestión no radica tanto en dilucidar si Sánchez acertó o no con su regreso precipitado de vacaciones, sino en saber qué está fallando para que los contagios crezcan tanto en todo el territorio español y el presidente del Gobierno se vea obligado a tomar tan drástica decisión. Una decisión que alarma más que consuela. Bien es cierto que sigue funcionando el Consejo Interterritorial en el que se discuten y aprueban algunas medidas que afectan a todas las autonomías, pero luego no puede salir, por ejemplo, un juez que anule en Madrid las restricciones del ocio nocturno o el fumar en espacios abiertos, porque la orden de la Comunidad de Madrid se basa en otra del Ministerio de Sanidad que no ha sido publicada en el BOE. Demasiado descontrol para una situación tan grave.

Algo está fallando de manera general, sobre todo porque los ciudadanos viven cada día más desconcertados y menos seguros. Hay mucho miedo al Coronavirus pero también a que las autoridades no acierten con las medidas adoptadas y que éstas no sean las más inteligentes. No se trata tanto de alarmar a la población, sino de concienciarla ante un riesgo que tardará en desaparecer y que habrá que acostumbrarse a convivir con él. Tenemos claro que las soluciones no son fáciles, pero por eso queremos ver que nuestros políticos trabajan duramente y unidos para que nuestra vida deje de ser una pesadilla. En el peor de los casos, tendría que desvelarnos un poco el Coronavirus, pero nunca debería quitarnos el sueño la sospecha de que nuestros gobernantes no saben cómo afrontar realmente este problema. En estas situaciones es cuando se descubren los buenos dirigentes… si los hay.

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