En mi molesta opinión

El día que Moreno le explicó a Sánchez que todo lo que sube, baja

Juanma Moreno
El día que Moreno le explicó a Sánchez que todo lo que sube, baja. 
Europa Press

No se lo digan a Pedro Sánchez para no disgustarle aún más, pero les aseguro que todo lo que sube, baja. La ley de la gravedad política es tan inexorable como la de Newton. Y lo del presidente del Gobierno está ya en caída irreversible. Una vez comprobado que Pablo Casado -el imberbe postizo que tanto le alegraba la vida al PSOE- ya no vive en Génova 13, y que Moreno Bonilla tiene más sentido común y político que toda la izquierda andaluza unida y a su vez enfrentada entre sí, llega la hora de poner las cosas en remojo y a los líderes políticos en el tendedero. Lo peor de las derrotas es que se te pone cara de imbécil despistado. No así al triunfador que siempre parece más alto y más delgado.

Es decir, llega la hora de ver cómo se las apaña Sánchez esta vez para activar su oxidado “Manual de resistencia”; y cómo despeja a córner ese mal fario o gafe faraónico que tanto le persigue desde que llegó a Moncloa y decidió quitarse de en medio a Carmen Calvo, a José Luis Ábalos y a Iván Redondo. No es que fueran un maravilloso bolero a tres bandas o la reencarnación de los Panchos pero su experiencia y zorrería institucional le daban a Sánchez el empaque necesario para no parecer un político desplumado y falto de talento para enfrentar la dura tarea de gobernar y parecer que lo haces correctamente. Ahora sólo tiene una corte de damiselas de porcelana que nadie conoce y a nadie interesan.

El problema de Sánchez es que ya ha vendido todo su crédito político y no ha conseguido convencer a la población de que el sentido común es algo sobrevalorado y que es un accesorio innecesario; y que lo mejor es adentrarse en el “Matrix” de ese universo paralelo en el que vive la izquierda política y también buena parte de la mediática, los mismos que consideran que donde esté una buena ideología al servicio de la sinrazón que se quite cualquier lógica razonable. Vamos, que los electores, cuando tú estás “traficando” con Bildu o ERC, deberían mirar al techo y silbar como si todo fuera de lo más normal; o cuando concedes indultos a mujeres que han abusado de la libertad de sus hijos para dañar a sus exmaridos y las conviertes en ejemplo para todos. O cuando de repente sacas para distraer la atención el problema de la prostitución o del aborto en un circo de la tele mientras ignoras -o no quieres ver- que la mayoría de la población ha empeorado sus condiciones de vida desde hace dos años, y que la culpa no es sólo de Putin.

Cómo vas a saber corregir los errores si ya te equivocas en el análisis: basta escuchar las explicaciones de Adriana Lastra y Felipe Sicilia acerca de la derrota de Andalucía para pedir un ‘tierra trágame’ mientras se te cae la cara de vergüenza. Tan ciega está la izquierda en general para no querer ver la realidad, o para pensar que todos son enemigos frotándose las manos; y sin atreverse a entornar un ligero “mea culpa”, un mínimo error posible en este inmenso batacazo que se perpetuará en el tiempo mientras no hagan un buen diagnóstico. Si siguen pensando que los actores son maravillosos, el director fantástico, la obra de teatro perfecta, y que sólo falla el público que no se entera, las próximas elecciones, sean las que sean, se convertirán en un nuevo drama socialista como lo ha sido Madrid, Castilla y León, Andalucía… suma y sigue.

¿Por qué creen que Moreno “Nocilla” -como lo llamaban algunos por blando- ha conseguido tantos escaños, tres más que la mayoría absoluta (58)? ¿Por qué creen que el PSOE ha caído tres escaños por debajo de los 33 que tenía? Porque empezando por Espadas y por Lastra -vaya nombres más acertados- la izquierda no se entera o no quiere enterarse de qué va esta historia de ciudadanos cansados de que les vendan mucha ideología y muy poca gasolina a buen precio, mucha lucha antifascista y muy poco futuro a la vista. Pero la mayoría de los andaluces ya le han pillado el truco a este Sánchez que cabalga sin tener muy claro cuales son sus objetivos, más allá de renovarse en el poder sea como sea, y traicionando si es preciso a la socialdemocracia y a cualquier persona que se interponga.

Otro de los aspectos llamativos de estas “lecciones” andaluzas es el futuro cambio político que se aprecia, aunque en Castilla y León no sea tan claro, y es que la política española parece predispuesta a volver a la concentración del voto, al bipartidismo, en detrimento de las nuevas siglas -cada día más cambiantes- que van desinflándose o cayendo en desgracia, como es el caso de Ciudadanos que desaparece en Andalucía. Veremos si esa es una tendencia real o el espejismo de una noche de verano, pero el bibloquismo no presenta un gran apogeo ni en las urnas ni en la calle; sí, en cambio, el bipartidismo de los dos grandes partidos, escoltados o apoyados desde lejos por sus “bisagras” directas.

Por último, ni que decir tiene que aquí después de estas contundentes elecciones nadie dimite, ni de lejos ni de cerca. Ni la extrema izquierda que se ha hundido por ir dividida en dos y cuya máxima alegría ha sido que Vox no pueda entrar en el Gobierno andaluz, cuando los verdes les han sacado casi diez escaños de más; ni el socialismo que se ha hundido con la excusa de que a Juan Espadas le ha faltado tiempo para prepararse y preparar al partido; ni Sánchez por haber elegido al candidato nada idóneo con tal de destruir un poco más a Susana Díaz, ni a los Bolaños de turno por diseñar y pergeñar esta pésima campaña… El único que realmente ha dimitido es el de Ciudadanos, Juan Marín, porque nadie le ha votado. Es una fina manera de irte a casa, salvo que a tu “compadre” Juanma Moreno, ahora que le ha tocado la “lotería”, te dé algún premio de consolación.

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