En mi molesta opinión

Los "pagafantas" del PNV y los besos robados del presidente

Todo indica que volveremos a tener una reedición del Gobierno socialista con sus socios de extrema izquierda, ahora incluidos en el bloque de Sumar, y los apoyos de separatistas vascos y catalanes, Bildu y ERC con Junts.

Luis Rubiales
Luis Rubiales
Oscar J. Barroso | Europa Press

Antes de tocar el tema político, pongamos un ejemplo de este cambio de era que estamos viviendo en este problemático siglo XXI. Luis Rubiales, presidente de la Federación de Fútbol, y un personaje poco presentable que no se cansa de acertar dándose patadas en su propia dignidad, la lió el otro día por torpe y excesivo: su beso en la boca a Jenni Hermoso tras recoger esta la medalla de campeona del Mundo tenía que haber llevado un complemento circunstancial de besuqueo añadido, más idóneo con los nuevos tiempos, una especie de equilibrio para que todos estuvieran tranquilos ante esas cámaras de TV y nadie se quejará por no respetar lo políticamente correcto.

Es decir, Rubiales debió dar en su exceso de efusividad un paso más y ofrecer otro morreo natural y sin aditamentos en los labios del mismísimo ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, para que nadie dudara de la pluralidad sensual del mandamás de la Federación y todos estuvieran conformes con ese equilibrio besucón. Es más, si el beso de Rubiales sólo lo hubiera recibido Iceta a estas horas no estaríamos hablando de este problema. Hubiera parecido un ósculo jocoso y no un beso robado, que es lo que fue. O si hubiera sido al revés, que una presidenta de la Federación hubiera besado por sorpresa al futbolista de turno, como en su caso hizo la actriz Anabel Alonso en “MasterChef” al cocinero Jordi Cruz, tampoco estaríamos hablando de esta cuestión, que empaña más que ejemplariza a las campeonas y a los aficionados. La culpa la tiene el tonto de Rubiales, pero de ahí a que los medios de comunicación le lapiden en escabeche hay una diferencia considerable. En fin, tiempos demasiado frívolos y muy complicados para hombres poco inteligentes.

Dicho esto, pasemos al salón y veamos la segunda parte de esta surrealista vida que nos ha tocado en suertes. Todo indica que volveremos a tener, más pronto que tarde, una reedición del Gobierno socialista con sus socios de extrema izquierda, ahora incluidos en el bloque de Sumar, y con los apoyos puntuales de separatistas vascos y catalanes, los de Bildu capitaneados por Otegi, y los de ERC con Junts de socio ocasional, el cual se siente concernido dadas las circunstancias delictivas de Carles Puigdemont que cree que puede conseguir y exprimir más a Pedro Sánchez que a Alberto Núñez Feijóo.

Lo que no está tan claro es el papel de “pagafantas” que hace el PNV -un partido de derechas de toda la vida- en una fiesta tan de izquierdas como esta y en la que casi ni le miran a la cara ni le invitan ni le ofrecen algo interesante que valga la pena, comparado con lo que Pedro Sánchez propone a sus otros socios de coalición, incluido Junts. En parte es lógico, la familia política crece, en Sumar superan la decena de partidos que lo constituyen, y así no es fácil repartir las prebendas o el pastel o como ustedes quieran llamarlo, con tantas exigencias pedigüeñas que alimentar.

El problema está en un PNV acomplejado y presionado por las elecciones autonómicas de mayo de 2024, que le empujan a emular a los partidos de izquierda, compitiendo con Bildu desde el mismo estatus radical, algo que Otegi y su gente tienen ganado de antemano ya que el original siempre es preferible a la fotocopia. La manía de querer parecer progresistas sin serlo lleva a los jeltzales a un ridículo comprensivo pero también a un previsible fracaso. Otra cosa sería competir desde su posición ideológica y aportar mayores ventajas y proyectos que tus rivales; menos impuestos, más ayudas a las empresas, y en definitiva promover unas mejoras de vida que no pueden ofrecer los otros partidos, por mucho que quieran.

Ante esta situación enrevesada en la que el PP no tiene opción de acceder al poder, a pesar de haber obtenido más votos que sus rivales, es interesante saber qué puede depararnos el futuro. Ante las disyuntiva de gobernar a cualquier precio, es decir, pagando lo que sea al precio que sea, se constituye en la política española un maremágnum autodestructivo que traerá sus consecuencias de un modo inmediato. Una vez que se abandona el sentido común para situarse en el ámbito de los intereses partidistas, y no de los intereses nacionales, se entra en la espiral de una sociedad errante a la que se debiera servir pero que en su lugar los partidos ignoran ampliamente, sobre todo después de que los votantes han entregado su papeleta en las urnas.

También se excluye la ética que representa el no pactar bajo ningún concepto con un prófugo. Algo obvio en cualquier circunstancia y en cualquier país del mundo, pero en España, en esta España kafkiana, es a la inversa y se arriesgan con gran facilidad todo lo que suponen cuestiones importantes y vitales de alto riesgo. Sánchez demostrará, una vez más, que es capaz de todo aunque ese todo ponga en peligro al propio Estado y el bienestar de la democracia. La salvaguarda del prestigio de las instituciones que exige el interés general está ya quebrada desde hace bastante tiempo y seguirá por esa inasumible senda, y si no que se lo pregunten a la Fiscalía del Estado y al Tribunal Constitucional. El giro que ha dado Moncloa respecto a la amnistía no debiera sorprender a nadie, sobre todo porque nadie garantizó que nunca ocurriría. Lo que sí prometió Sánchez es que traería a Puigdemont a España para juzgarlo, lo que no esperábamos es que lo trajera él mismo en brazos y para amnistiarlo.

Por su parte el PP, tocado en su marcapasos electoral, debiera recomponer la figura y dejarse de lamentaciones que sólo conducen a la melancolía. Los populares deben prepararse para el futuro inmediato, al margen de los acontecimientos que sucedan y que sólo puede ofrecer dos situaciones: Sánchez gobierna con el apoyo de Puigdemont y una larga lista de quince partidos; o nos vamos a nuevas elecciones. El centro derecha debe aprovechar este nuevo tiempo para mejorar y vender con más ahínco sus ideas y proyectos, más allá de que el PSOE pueda reeditar un nuevo “sanchismo 2.0”. Pero sobre todo, lo fundamental para un líder con aspiraciones y un partido que no ha superado aún sus expectativas electivas es no caer en el victimismo existencial, ni dedicar sus esfuerzos a lamerse las heridas olvidando lo fundamental: el éxito no se consigue fácilmente ni tampoco es gratis, el éxito te exige no perder el entusiasmo. A ver si Feijóo deberá leerse el manual de resistencia de Sánchez. 

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