Econopatías 

¿Ha disminuido la economía sumergida durante la pandemia?

Nadia Calviño
Nadia Calviño
Europa Press

Se asume con resignación que la economía sumergida está muy extendida en España. No obstante, ¿de qué hablamos cuando hablamos de “economía sumergida”? En principio, este concepto comprende categorías muy distintas. Por una parte, están las actividades ilegales que se desarrollan al margen de los cauces policiales y administrativos y que no se incluyen en los indicadores de actividad económica. Por otra, están las actividades legales en las que se declara, bajo control más o menos eficaz de la administración tributaria, menores rentas que las reales para pagar menos impuestos, menor empleo para reducir cargas sociales o ambas cosas a la vez.

Hubo un tiempo en el que las elevadas cifras de paro se achacaban a la existencia de mucho empleo sumergido. Ahora, las discrepancias entre las distintas fuentes estadísticas (paro estimado de la Encuesta de Población Activa, paro registrado del Servicio Público de Empleo, afiliados a la Seguridad Social) se entienden mucho mejor y ya no se explican otorgando tanto peso al empleo sumergido. Otra paradoja es que la recaudación tributaria en España es de las más bajas de Europa aun teniendo tipos impositivos (sobre la renta, consumo, beneficios empresariales, cotizaciones sociales, etc.) que se parecen mucho a los de la media de la UE, si es que no están por encima. Cuando pregunto a mis estudiantes por qué, la respuesta inmediata es: “en el Sur de Europa hay más economía sumergida”. Cuando les repregunto haciéndoles notar que Italia recauda alrededor de 5 puntos porcentuales de PIB más que España con tipos impositivos similares, entonces ya no quedan tan convencidos de su primera respuesta y empiezan a considerar otros factores como las diferencias en desgravaciones y deducciones fiscales y otros agujeros en el sistema tributario que hacen que los tipos impositivos efectivos acaben siendo muy inferiores a los legales.

Evidentemente medir la extensión de la economía sumergida no es tarea fácil, aunque hay procedimientos ingeniosos para hacerlo. Por lo que respecta a rentas y empleos no declaradas, la comparación temporal de bases y tipos impositivos y de ingresos tributarios suele proporcionar algunas pistas. A este respecto, lo que ha pasado durante la pandemia es muy ilustrativo. Según cifras de la AIREf, a finales de 2019 los ingresos públicos eran del 39,2% del PIB, mientras que los gastos representaban el 42,1% (con lo que estábamos instalados en el famoso “déficit estructural” del 3%). En lo que va de año, los ingresos han aumentado al 41,9% y los gastos al 50,6% (del PIB). La propia AIREf anticipa que 2021 acabará con ingresos, gastos y déficit del 43,2%, 53,6% y 7,9% del PIB, respectivamente. En el caso de los ingresos, la cifra es similar a la que se contemplaba en los Presupuestos Generales del Estado, mientras que la de gastos es 0,5 pp mayor y el déficit 0,5 pp menor.

¿Cómo es posible que se haya producido un aumento de los ingresos tan elevado sin que los tipos impositivos hayan variado significativamente? Las nuevas figuras impositivas (sobre transacciones financieras, etc.) no lo explican porque su recaudación ha sido ínfima. Parte de la explicación está en las transferencias recibidas de la UE bajo los programas Next Generation EU y otros fondos europeos constituidos para hacer frente a algunos de los gastos de la pandemia. Sin embargo, por retrasos en su implementación, la llegada de fondos ha sido menor que la contemplada a principios de año. Por tanto, parte de la explicación es también un aumento inesperado de la recaudación tributaria que puede estar asociado a disminuciones en el empleo sumergido y en una menor ocultación de rentas para reducir el pago de impuestos.

A falta de datos más precisos, que tendremos dentro de unos meses, hay varias posibles explicaciones de la aparente reducción de economía sumergida durante la pandemia. Una es el cambio en la composición de la producción que aumenta el peso de aquellas actividades y sectores en los que la ocultación de rentas y empleos no se produce o se produce en menor medida (por ejemplo, el peso del sector público en el empleo ha aumentado considerablemente durante la pandemia por las mayores necesidades en sanidad, educación y otros servicios sociales, y muchas de las actividades de la economía sumergida requiere contactos personales que han disminuido por las restricciones sanitarias). Además, la extensión de programas sociales para proteger rentas también incentiva el afloramiento de empleo y de rentas para cumplir con los requerimientos establecidos para acceder a las prestaciones sociales. Finalmente, por lo que respecta a la imposición sobre el consumo, el hecho de que haya disminuido significativamente el pago con efectivo frente al pago con dinero electrónico también contribuye a que sea más difícil sumergir rentas y, por tanto, a que la recaudación tributaria aumente.

Queda por ver si estos cambios en la composición de la producción, consumo y medios de pago son permanentes. Por el momento, parecería que otra víctima de la Covid-19 está siendo también parte de la economía sumergida.  

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