Cuaderno de venta

La diplomacia de los superinversores y la alfombra roja invisible para atraerlos

La presencia creciente de fondos soberanos y equivalentes en sectores estratégicos en España como la energía, las telecomunicaciones, las infraestructuras o la banca genera a la vez estabilidad y vulnerabilidad. 

Abanico de billetes de euro.
Abanico de billetes de euro.
EUROPA PRESS

La presencia de ‘super-inversores’ extranjeros en la economía española sigue creciendo año tras año de forma discreta, entre bambalinas, pero con un alcance difícil de imaginar. Son los fondos soberanos y equivalentes en tamaño como grandes gestoras de ETFs, hedge funds o planes nacionales de pensiones. Sabemos que están ahí sobre todo porque su actividad ha pasado de ser casi invisible, en un segundo plano, a ser monitorizada cada vez más por la influencia sobre las decisiones que toman grandes multinacionales y gobiernos. No es nada nuevo pero muchas veces se desconoce la verdadera naturaleza de cada uno de ellos, cómo funcionan y por qué han tenido la idea de invertir en España. Lo importante es que haya luz y taquígrafos para conocer si hay contrapartidas ocultas.

La búsqueda de rentabilidad lo es casi todo pero también la intención de influir en la gestión u obtener otro tipo de contrapartidas que quedan silenciadas por la llamada diplomacia económica cuando hay dinero público de por medio. Por ejemplo, el informe Fondos Soberanos 2023 elaborado por IE University y la agencia ICEX-Invest in Spain que se ha dado a conocer esta semana aporta algo de luz sobre la tendencia de inversión de este tipo de vehículos entre 2022 y marzo de 2023. A nivel mundial contabilizan 376 operaciones por valor de 90.000 millones de euros. A nivel local, España registró 11 operaciones por 2.900 millones, cifra que se duplicaría con la inversión del fondo de Noruega en las renovables de Iberdrola, o la reciente del saudí Public Investment Fund (PIF) en Telefónica.

Tomando como referencia estos dos ejemplos de fondos soberanos, ¿qué busca cada uno de ellos? ¿Quién llamó a quién? En el primer caso se juntaron el hambre con las ganas de comer. Iberdrola buscaba un socio amigable para financiar su gigantesca cartera de proyectos y los noruegos están en escucha permanente desde que añadieron a su política de inversión una nueva clase de activo: grandes infraestructuras renovables no cotizadas. No hay mayor misterio. Además, el fondo del Norges Bank es uno de los accionistas principales de la eléctrica española y de otras 80 multinacionales españolas. No presenta incompatibilidades: el dinero es de una democracia europea, es previsible y goza de exquisita reputación.

Captar inversores antes del invierno

La otra cara de la moneda es la incursión indirecta del saudí Public Investment Fund (PIF) en Telefónica a través de STC Telecom. Tiene el 4,9% del capital y mantiene otro 5% aparcado en derivados con su bróker Morgan Stanley a la espera de que el Gobierno de Pedro Sánchez apruebe la operación. Aquí se han levantado algunas banderas rojas e incógnitas, pero lo que es seguro es que nombre de este calibre no se presenta sin la invitación de alguien. ¿Qué intención tiene? ¿Hay algo que objetar? Lo cierto es que Moncloa tiene difícil poner algún pero al PIF. Arabia Saudí no solo es uno de nuestros proveedores estratégicos y más antiguos de petróleo, sino también uno de compradores de fragatas y armamento al Gobierno español. También en el sector ferroviario tras la adjudicación del AVE a La Meca que construyó Renfe en consorcio con varias empresas españolas. Sin contar con que es uno de los potenciales compradores de deuda pública en un escenario en el que el mayor comprador (BCE) ha anunciado su próxima ‘retirada’.

Salvando las distancias, la irrupción del australiano IMF en Naturgy en 2021 tampoco ocasionó grandes problemas y sirvió para estabilizar al mayor operador del gas en España en un momento en el que se avecinaban curvas como luego se vio. Con un capital estrecho, copado por otros tres mega-inversores de gran tamaño (Criteria, GIP, CVC), no parecía haber hueco pero lo hubo. A toro pasado, su papel fue revelador ante el pulso sin igual que ha vivido la compañía tras el cierre de la mitad del grifo del gas desde Argelia. En la otra mitad, a través de Medgaz, la compañía española también ha contado con el aura de apoyo que le da tener a Blackrock como socio indisoluble en la sociedad que gestiona el gasoducto hispanoargelino ante las presiones recurrentes desde el monopolio estatal Sonatrach.

Tener un gran inversor de referencia con cheque casi ilimitado permite pensar en el largo plazo, emprender un giro estratégico en la actividad y objetivos de una empresa o, incluso, de un estado. Que se lo digan a Ferrovial que en este 2023 afrontó el reto de mudarse desde España a Países Bajos, traslado de bolsa incluido, pese al chaparrón de críticas desde todos los frentes con el Gobierno del país a la cabeza. De no ser por el acompañamiento y apoyo de TCI, el mayor ‘hedge fund’ europeo, puede que la nave de la familia Del Pino no hubiese llegado intacta a puerto como lo ha hecho. Su salto a Wall Street en pocos meses dará o quitará razones pero ante todo revela la importancia de contar con un sponsor capitalista sin prisas ni nervios.

Pocos se acuerdan ya que el fondo soberano de Qatar salvó en la pandemia de 2020 a IAG, el holding de Iberia, Vueling y British Airways, liderando con pocas preguntas una ampliación de capital de urgencia que permitió atravesar la crisis del Covid-19 y seguir adelante. Tampoco hay memoria del papel que jugó ese mismo inversor árabe en el refuerzo del capital de Banco Santander (a través de su filial brasileña) en los albores de la crisis de deuda europea en 2010. O meses después en Iberdrola cuando la constructora ACS de Florentino Pérez comenzó a tener problemas por la caída de la cotización y se planteó la liquidación a la fuerza de sus acciones en la eléctrica, con graves pérdidas, donde llegó a tener el 20% del capital.

A falta de campeones nacionales en el mundo de la inversión, España como y sus empresas no tienen otra vía que cortejar a este tipo macroentidades para tener capital estable. Son a la vez fuente de estabilidad y vulnerabilidad si toman la decisión de retirarse. Por ejemplo, las ventas de deuda pública española del fondo soberano de Noruega, como publicó ‘La Información’, han ido de la mano de una escalada de intereses del bono español sin parangón y, por tanto, del coste de emisión. En cambio, fondos como el de pensiones de Japón han mantenido el tipo en el mismo activo y, probablemente, es ahora mismo un inversor clave para Tesoro conforme el BCE empiece a remolonear al acudir a las subastas o vaya incluso vendiendo parte de su cartera presionando todavía el coste de la deuda. Hoy más que nunca se necesita extender esa alfombra roja invisible hasta los mercados para evitar tener que hacerlo a la desesperada cuando regrese el invierno.

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