Cuaderno de venta

Fuerte con el débil y al revés... La traición del BCE al arrugarse con los estados

Ueda (Banco de Japón), Powell (Fed), Lagarde (BCE) y Bailey (Banco de Inglaterra).
Ueda (Banco de Japón), Powell (Fed), Lagarde (BCE) y Bailey (Banco de Inglaterra).
BCE vía La Información

Dicen que todos los caminos de la política fiscal de los gobiernos conducen al bolsillo del ciudadano, pero no a llenarlo, sino a ver la mejor manera vaciarlo sin que lo note demasiado o sin hacerle un roto definitivo. También está ocurriendo con la política monetaria de la serie de subidas de tipos de interés que se está produciendo desde 2022. El Banco Central Europeo (BCE) cumplirá en julio el primer aniversario de subidas de tipos de interés que están provocando un impacto sin precedentes en las finanzas de hogares y empresas de, como mínimo, más de 400 puntos básicos. No parece larga la distancia, pero la multiplicación que va desde el cero a más del cuatro por ciento cambia por completo la ecuación de los costes de financiación.

No son solo las hipotecas, sino los préstamos al consumo o la financiación a las empresas. El efecto secundario es todavía peor porque las entidades financieras han comenzado a restringir el acceso al crédito justo cuando los particulares necesitan financiarse. Es tal cual reza el viejo aforismo bancario que señala que al banquero como aquel que presta amablemente un paraguas cuando hace sol, pero lo pide de vuelta cuando llueve. Subidas de tipos y restricción hacen que 'la moto', como se vende ahora la economía, haya dejado de sonar como una Harley para hacerlo como una de esas viejas vespinos o motocross que chirrían hasta lo insoportable.

La percepción de un gobernante como Pedro Sánchez que lleva algún tiempo sin salir a la calle, desconectado de la realidad y recorriendo cuatro platós (Moncloa, Ferraz, Atresmedia y Mediaset), es que todo va viento en popa por las cuentas le salen. No es para menos. La recaudación de impuestos se ha disparado casi en 60.000 millones de euros desde 2019 (212.000 millones) hasta el cierre de 2023 (270.000), unos ingresos que proceden del contribuyente privado si entendemos que todos los que forman parte del sector público no aportan en términos netos a las arcas del Estado. El Gobierno además sigue generando déficit público (cuando se gasta más de lo que se ingresa) y por tanto engordando la deuda pública (que es lo que sucede cuando se pide prestado para cubrir el déficit anterior) hasta los 1,5 billones de euros, es decir, 300.000 millones adicionales en cuatro años.

La clave de bóveda para que hacer lo anterior sostenible, durante todo ese tiempo, es que el banco central ha mantenido entre algodones a los estados del euro con los tipos de interés más bajos de la historia y, a diferencia de la crisis de 2008, refinanciándolos sin pedir cuentas al comprar buena parte de las emisiones de deuda vieja y nueva que han realizado en estos cuatro años. No hay que olvidar para entender esa concesión el perfil político que adoptó en su cúpula el BCE con los nombramientos de dos exministros como Luis de Guindos y Christine Lagarde

La influencia de la política en el BCE también es una de las claves que provocó el error en el diagnóstico de la inflación al calificarla primero como transitoria y el cambio de opinión posterior admitiendo todo lo contrario. Sin embargo, después de doce meses de subidas de tipos, la realidad nos dice que el banco central sigue acudiendo a las subastas de deuda pública de los estados mientras aprieta las tuercas a la economía real elevando tipos y restringiendo la liquidez a los bancos, lo que a su vez se traduce en menos crédito para particulares y empresas. Aquí se está gestando una situación discriminatoria e injusta a lo privado que traerá cola.

Una vez que parece contenida la ola inflacionaria de la energía (gas y combustibles), algunos de los discursos recientes de Lagarde han centrado el mensaje anti-inflación en los efectos de segunda ronda, como el aumento de los márgenes empresariales y subida de salarios. Sin embargo, sorprende que se haga mención con la boca pequeña de las políticas fiscales de los gobiernos o la timidez en los planes de consolidación fiscal, es decir, recorte de gastos y equilibrio de las cuentas. Fuerte con el débil (ciudadano) y débil con el fuerte (estados). Es sintomático que el BCE siga acudiendo con decenas de miles de millones de euros a las subastas de los estados pese a que indiscutiblemente es la raíz de la inflación que vivimos ahora. Solo de 2020 a mediados de 2022, el balance del BCE se disparó desde apenas 4 a 9 billones de euros. Desde finales del año pasado, lo ha recortado hasta 7,7 billones.

El BCE ha prometido que este mes de julio cortará el programa de reinversiones de deuda APP que puso en marcha Mario Draghi en 2015 con el objetivo de generar inflación, estimular el crecimiento y evitar la caída en la trampa deflacionaria cuyos efectos son peores, sobre todo, cuando reina el apalancamiento y la deuda la economía. Pero el banco central mantendrá hasta bien entrado 2024 la reinversión de los vencimientos y retornos de otro programa, el pandémico PEPP, que se puso en marcha en 2020 para comprar hasta 1,85 billones en activos de deuda.

Gracias a él, los gobiernos europeos -y en especial España e Italia- gozan de las mejores condiciones financieras de su historia, mientras que los ciudadanos afrontan el peor escenario desde 2008 para financiarse. La incógnita es si los gobernantes han sembrado en la economía productiva de cara al futuro o, por el contrario, se han centrado en repartir paquetes fiscales de corto alcance, incrementar el gasto estructural del estado y aumentar la necesidad de recaudar todavía más impuestos en los próximos ejercicios. Se puede intuir si el Gobierno del PSOE y Sumar (Podemos) ha sido hormiga o cigarra, pero la verdad solo se sabrá después de la publicidad de la campaña electoral del 23 de julio. 

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