Cuaderno de venta

IVA, IRPF… Topar la ordeñadora fiscal antes de 'matar' a la vaca

Pedro Sánchez María Jesús Montero
Pedro Sánchez y María Jesús Montero
CONTACTO vía Europa Press

La economía española no escapará a la recesión. Cuando la mayoría de los países de nuestro entorno van en esa dirección como los cangrejos parece poco probable que suceda otra cosa por mucho que se repita lo contrario. Al Gobierno de Pedro Sánchez le está pasando algo parecido al de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, cuando en la antesala de unas elecciones generales se negó por activa y por pasiva a admitir la realidad de una crisis, que fue todavía más severa por las erróneas políticas económicas (y monetarias), por lentitud a la hora de actuar o por simple inacción. 

La resistencia a pulsar el botón del pánico fue la misma que parece instalada hoy en Moncloa, reacia a dar la voz de alarma y aflojar la presión fiscal que mantiene sobre el conjunto de hogares y empresas. Tardará en hacerlo porque los indicadores macro no comenzarán a torcerse de forma visible hasta bien entrado el año que viene cuando se publiquen los datos de crecimiento del cuarto trimestre. No serán buenos, no lo duden. En Barclays prevén que el PIB español pase de crecer un 4,5% en 2022 a contraerse un 0,5% en 2023, una transición brusca de escenario que supone un frenazo "marcado por el pesimismo, pero no la fatalidad", según sus analistas.

Los datos más recientes así lo aconsejan. La inflación se ha convertido en un 'super-impuesto extraordinario' que está disparando la entrada de dinero en las arcas públicas pese a la desaceleración. 

Urge adaptarse a lo que viene porque antes de que la economía vaya a peor, la estadística dirá que va mejor y el Gobierno no dudará en aferrarse a ese espejismo. Para curarse en salud, el Banco Central Europeo (BCE) fue bastante claro hace algunos días alertando sobre la temporalidad de ese efecto: “Durante el verano, dado que los ciudadanos han viajado más, los países con sectores turísticos importantes se han beneficiado especialmente. Aunque el auge del turismo ha contribuido al crecimiento económico durante el tercer trimestre, esperamos que la economía se ralentice sustancialmente durante el resto de este año”.

Una recaudación fiscal disparada en 2022

El verdadero peligro de que la lenta estadística oficial se desconecte de la realidad en tiempo real es que luego las contramedidas en política económica tardan demasiado en llegar y suelen ser menos eficaces. Que se lo preguntan al BCE con su tesis de transitoriedad sobre la inflación que, una vez consolidada, está obligando a aplicar un duro ajuste de tipos de interés que hubiese sido menos dañino de haberse adoptado de manera gradual. 

Es puro sentido común, el mismo que debería aplicar Sánchez a la hora de confeccionar una nueva política fiscal anticrisis a tiempo. Y ese giro de 180 grados pasa por contener a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que está batiendo todos los récords de recaudación en España. No es algo que celebrar a las puertas de una recesión. No solo es necesario topar los impuestos, sino que hay que bajarlos para que el temido aterrizaje económico sea lo más suave posible para los contribuyentes, exhaustos ante la extracción de rentas que sufre desde los frentes más diversos como el recibo de la luz, del gas, la cesta de la compra, el Euríbor...

Los datos más recientes así lo aconsejan. La inflación se ha convertido en un 'super-impuesto extraordinario' que está disparando la entrada de dinero en las arcas públicas pese a la desaceleración. De enero a julio, los ingresos netos de la Agencia Tributaria (AEAT) se han elevado un 18% respecto al mismo periodo de 2021, hasta 146.235 millones de euros. Esta ‘recaudación caída del cielo’ de más de 22.000 millones de euros en lo que va de año se debe precisamente a la enfermedad inflacionaria que sufre la economía y, en concreto, a los precios energéticos.  El ente fiscal lo reconoce por lo bajini en sus informes de recaudación mes a mes.

Ya hemos visto este año como medidas de alivio del Gobierno como la bonificación de 20 céntimos a los carburantes se convertía en un incentivo al consumo y tenían coste cero para el erario público porque se termina ingresando más por el IVA e Impuestos Especiales. Lo mismo ocurre con las rebajas de las tasas eléctricas adoptadas en 2021. Hay malas noticias para aquellos que se crean que las poderosas multinacionales y grandes fortunas soportan esa carga por mucho que se les suba la fiscalidad. El Impuesto de Sociedades (IS) solo representa el 4% del total, unos 6.200 millones hasta julio, pese a que ha crecido un 66% interanual. La realidad es otra. 

El democrático gravamen del IVA que afecta a ricos y pobres supone el 36% (52.504 millones), con un crecimiento del 18% frente a 2021, mientras que el IRPF -que impacta sobre todo en las clases trabajadoras y pensionistas- se eleva un 17%, hasta los 69.160 millones. Y sí, los principales motivos de la mayor recaudación de Hacienda por esta vía se debe a la subida del salario mínimo (SMI) y la revalorización de las pensiones. Para reflexionar.

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