Cuaderno de venta

El tabú con las recompras de acciones, fuente de estabilidad y rentabilidad

Las grandes empresas españolas han descubierto que recomprando sus propios títulos cuentan con una herramienta de creación de valor y atracción de inversores que han desdeñado durante demasiado tiempo.

Calendario y pantallas en el Palacio de la Bolsa de Madrid.
Calendario y pantallas en el Palacio de la Bolsa de Madrid.
Eduardo Parra / Europa Press

El presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), Rodrigo Buenaventura, ha rescatado un viejo debate de la bolsa española acerca de los planes de recompra de acciones propias en bolsa de las empresas cotizadas. Se trata de una cuestión ampliamente superada en otros mercados más abiertos y desarrollados, pero que en el caso del Ibex 35 y sus aledaños parece todavía un tabú. Resulta que el responsable del supervisor critica su equiparación al concepto de 'remuneración al accionista' porque solo beneficia a quienes no venden. Considera que el momento de su puesta en marcha no está plenamente justificado por los gestores de las empresas y, en su opinión, "aparentemente" no se puede observar  creación de valor, al tiempo que menoscaban, en su opinión, la capacidad de reinvertir en su negocio.

Craso error. En esta tribuna 'se bancan' las recompras de acciones por sus múltiples efectos beneficiosos para accionistas, inversores, ahorradores y las propias empresas cotizadas. Lo hicimos cuando eran inexistentes y se hacían necesarias para cambiar el chip de un Ibex 35 que navegaba como alma en pena como el peor índice bursátil del mundo desarrollado. Por supuesto, hay que hacerlo ahora en 2023 cuando se han convertido en habituales y han servido para atraer inversores dotando de una fortaleza fuera de lo común al mercado patrio.

Lo cierto es que la recompra recurrente y consistente en el tiempo de acciones propias (y su posterior amortización) no solo pone en el mercado un inversor que da liquidez para facilitar la venta de títulos, sino que acompaña en el camino a los que están comprando. También a los que desean permanecer. Eliminando acciones en circulación, las empresas mejoran automáticamente ratios de valoración como el BPA (Beneficio por Acción), los precios objetivos de los analistas, el 'momentum' para los traders y generan un efecto tractor para otros inversores. Es indiscutible que hace más atractivas, fuertes e invertibles a las empresas que lo hacen.

Comparativamente con el dividendo, la fórmula de retribución tradicional y directa al accionista, las recompras de acciones crean valor indirectamente pero son mucho más eficientes que los pagos en cuenta. El dividendo no deja de ser capital que se evapora fuera de una empresa cotizada porque se descuenta de la cotización y la capitalización en el momento en el que se paga.

Además, estas transferencias de la empresa al accionista crean una relación algo perversa de necesidad-exigenci entre ambos que desalinea al inversor de su invertida. También tensionan los balances y dificultan la reinversión en la propia actividad empresarial o nuevos proyectos. La misma tesis de Buenaventura para criticar las recompras sirve para hacerlo con los dividendos. Caso aparte son los 'scrips dividends' (dividendos flexibles) que estuvieron tan de moda hasta hace bien poco y representan un caso de efecto placebo bursátil.

Por otro lado, las grandes empresas españolas han descubierto que recomprando sus propios títulos no solo cuentan con una herramienta de creación de valor sino también de defensa y estabilidad de la acción ante, por ejemplo, los 'hedge funds' que operan en corto buscando revolver el río de una gran corporación o ante situaciones de fuerza mayor y pánico en los mercados. En un mundo en el que predomina la figura del inversor pasivo a través de fondos indexados, las recompras de títulos propios se alinean a la perfección con el objetivo de creación de valor a largo plazo.

Hace unos meses, Wall Street asistió a una batalla dialéctica sobre este asunto que obligó a Warren Buffett, considerado una leyenda y autoridad intelectual en el mundo de la inversión, a defender las recompras de acciones después de que el debate alcanzara la frivolidad y el oportunismo en la esfera política. El presidente de EEUU, Joe Biden, las calificó como perjudiciales,  'non-grata', subió impuestos a su uso y reclamó a las empresa reinvertir en empleo, salarios y actividad. El oráculo de Omaha fue hostil como nunca en su última carta anual: "Cuando se dice que todas las recompras son perjudiciales para los accionistas o para el país, o especialmente beneficiosas para los CEO, está escuchando a un analfabeto económico o a un demagogo elocuente (personajes que no son mutuamente excluyentes)".

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