En la frontera

Un país incapaz de emplear a sus jóvenes es un país en riesgo

España chapotea en el más grave de sus problemas desde hace tres décadas, sin encontrar soluciones para el colectivo más castigado.

Madrid jóvenes paseando coronavirus mascarillas maleta
Madrid jóvenes paseando coronavirus mascarillas maleta
EFE

“En España, la tasa de paro de los jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 24 años es, en la actualidad, superior al 40%. De hecho, los jóvenes de estas edades constituyen el grupo de población sobre el que el desempleo incide con mayor intensidad”. Luis Toharia, economista (Empleo y paro. V Informe sobre la situación social de España) , describía así la dramática situación a la que se enfrentaban los jóvenes en España en el año 1994. Han pasado 27 años. El último dato del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre la situación de los jóvenes en edad laboral temprana –hasta 24 años- sitúa la tasa de desempleo en el cuarto trimestre de 2020 en ese segmento de edad en el 40,13%. El país chapotea en el más grave de sus problemas desde hace tres décadas sin encontrar soluciones.

El paro juvenil se ha convertido en una bomba social de racimo que esparce malestar, protestas y violencia. Las salvajes algaradas en las calles de Barcelona, Madrid, Valencia o Bilbao encontraron la espoleta en la detención de un tipo de pensamiento desvencijado; pero hay causas más profundas. España tiene ante sí un desafío de décadas que es incapaz de resolver: siendo uno de los países más envejecidos del planeta, con el 20% de la población por encima de los 65 años, es incapaz de crear empleo para las nuevas generaciones. Las ideas ensayadas hasta la fecha, reforma laboral incluida, no han dado resultado. El racimo se esparce en un país en riesgo.

Las perspectivas son malas porque al problema estructural se ha sumado la pandemia. El Banco de España ha adelantado en sus informes que la crisis, tan profunda que puede causar "daños persistentes", se va a cebar sobre todo en hostelería, el comercio, la educación, las actividades artísticas y las recreativas. Justo donde más mujeres y menores de 35 años trabajan. Una cruz que merma el futuro de los jóvenes y que ceba el malestar.

El debate sobre los alquileres forma parte del chapoteo que afecta a los jóvenes, castigados por dos crisis.

El debate sobre los alquileres forma parte del chapoteo. Afecta a jóvenes castigados por dos crisis que no se pueden independizar porque la vivienda es más un bien de mercado que un derecho. Tras la crisis de 2008, el mercado de vivienda se recuperó, pero de forma poco sana, con más ventas dinero en mano que financiadas, protagonismo de inversores y grandes fondos y bancos pillados con inmuebles sin provisionar al 100%. Todo, en un marco carente de política de vivienda; sin protección para las capas más desfavorecidas.

En el apartado de alquileres, las medidas aprobadas en los últimos años para incentivar el mercado y facilitar el acceso  se cuentan rápido: la reducción de cinco a tres años de los plazos máximos de alquiler. Mejor que repartir las zapatillas KeliFinders  de la ministra socialista Trujillo (año 2006), pero apenas un parche. El resultado está a la vista. El informe del Consejo de la Juventud de España (CJE) sobre la situación de los jóvenes -Observatorio de la Emancipación- recoge que solo el 18,6% de las personas entre 16 y 29 años viven en una residencia distinta a sus hogares de origen. Es la cifra más baja en 17 años.

En esta España enrabietada, para un joven de entre 16 y 29 años alquilar un apartamento sin compartir es inalcanzable. Supondría, en caso de que tuviera empleo, el 94% de su sueldo. Hasta finales de 2011 el porcentaje había permanecido siempre por debajo del 60%. Tienen ante sí un mercado de oferta reducida porque en los años de bonanza se construyó únicamente para la venta. En medio siglo, según expertos como Julio Rodríguez, se construyeron más de siete millones de viviendas de protección oficial. Pero se han vendido. No están disponibles. El parque social de viviendas de alquiler es prácticamente inexistente.

La juventud se enfrenta a una vieja normalidad agravada, caracterizada por la incertidumbre.

La directora del Insituto de la Juventud de España (Injuve), Maria Teresa Pérez, considera "urgente" regular el precio del alquiler para mejorar la emancipación de los jóvenes. Una de las razones, aunque no la única, es que la juventud, a raíz de la pandemia, no está en una nueva normalidad, sino según el Injuve, en una vieja normalidad agravada, caracterizada por la incertidumbre, la precariedad y la desesperanza como norma. Tiene razón.

El diagnóstico es preocupante, los síntomas graves y las soluciones difíciles. Los fondos europeos Next Generation no son un remedio inmediato aunque suponen una ventana a la esperanza. El momento es complicado y lo fácil es atribuir las algaradas en la calle a oscuras maquinaciones políticas o a simples delincuentes. “Pensar que esa gente está rabiosa contra alguien que no somos nosotros es mentirnos. Y creer que no tienen razón, también”. La frase es del periodista Quique Peinado. Para reflexionar sobre un país en riesgo.

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