"Abiertos y perdiendo dinero"

Tras la frontera: del temor al dominguero a la amenaza de un verano sin madrileños

Tras la frontera
Tras la frontera
La Información

La mirada ha cambiado al otro lado de la frontera. El temor a los de fuera se ha quedado pequeño ante la amenaza de un verano sin madrileños, en aquellos pueblos que conectan la capital con Segovia. El Espinar es uno de ellos. El municipio se cerró a cal y canto cuando se decretó el estado de alarma. Los vecinos se confinaron, sin perder de vista una carretera por la que temían que una oleada de madrileños emprendiera el viaje a sus segundas residencia, trayendo en sus maletas la sombra del coronavirus. "Hasta que no abran la frontera con Madrid no levantamos la persiana", entonan los propietarios de un comercio local al que ya no le preocupa el bicho, sino el tener que colgar el cartel de 'se alquila'.

"Nos puede la incertidumbre", advierte Francisco, propietario de una panadería, "Nos espera el mejor verano en años o el peor en mucho tiempo". Cuando estalló la pandemia, las colas en los supermercados se comieron el tiempo de los vecinos. Esto y el miedo al contagio acabó con la clientela habitual del panadero: "Los primeros momentos fueron terribles". Francisco perdió de una tacada los ingresos de sus vecinos y los de los bares de la zona: "Compran la mitad del pan que se vende a diario". La situación, poco a poco, se fue normalizando.

Después de Semana Santa, la cosa mejoró. "Los vecinos volvieron a la tienda y la gente que llegó de la capital compensó el agujero que dejaron los bares". Si la frontera con Madrid abre para la temporada estival aún está a tiempo de salvar el año: "Es posible que este año vengan más madrileños, la gente preferirá estar a 50 kilómetros de casa que en la playa por si hay un rebrote". El panadero es optimista, prefiere no pensar en lo que no puede cambiar: "Lo que teníamos encargado y no pudimos vender, eso no lo cuento".

Borja y Diego, delante de la ferretería
Diego y Borja, delante de la ferretería / La Información

El área sanitaria de El Espinar ha notificado 213 positivos de Covid, de los cuales casi un centenar siguen activos. Son muchos los locales que aún avisan de que el horario se ha reducido o de que ya solo se atienden urgencias. Para otros, la vida ha vuelto a la normalidad. En las ferreterías del pueblo la huella de la Covid apenas ha dejado marca. "Abierto todo el día. Horario normal", reza un letrero a las puertas de la tienda donde despachan Borja y Diego. Ambos aseguran a La Información que el flujo de clientes no ha bajado, pero sí han tenido dificultades para organizarse con los proveedores: "Nosotros seguimos funcionando al cien por cien", cuentan, "Lo que más se agota ahora es la pintura". Ambos coinciden en que sigue siendo misión imposible "el tema de mascarillas y guantes"

Tras la frontera: del temor al dominguero a la amenaza de un verano sin madrileños
Tras la frontera: del temor al dominguero a la amenaza de un verano sin madrileños / La Información

Juan Andrés dirige una empresa de autobuses. Su abuelo empezó con el negocio hace 50 años. La pandemia le hizo sospechar que tendría que cerrar en unos meses.  "Nuestro negocio se sustenta de las rutas escolares, quince empleados dependen de nosotros y aún no tenemos certezas de qué pasará en septiembre", lamenta. El Ayuntamiento decretó -"y con buen criterio"- la suspensión del transporte entre los cuatro núcleos del municipio. A día de hoy, sigue en pausa. "Nos equipamos con mascarillas y una máquina de desinfección, aunque no llegamos a utilizarla". El resto de los ingresos dependen de bodas, campamentos y excursiones. "Desde el 14 de marzo no ingresamos nada, y ahora, ¿quién va a contratar una excursión sin salir de la provincia?".  

"Nos han soltado que podemos abrir de la noche a la mañana, pero nada va a volver a ser lo mismo hasta que no pueda venir la gente de Madrid". Desi y su hermano Jaime dirigen el restaurante La Viña y calculan que los clientes que les llega por carretera suponen cerca del 60% de su negocio. El resultado del aislamiento es un hachazo a la facturación en el peor momento: "Lo que ahorramos en verano nos sirve para pasar el invierno, que siempre es más flojo". Ante la pregunta de qué pasará este año, Desi resopla: "No lo sé". La incertidumbre pesa, pero la hostelera persevera. Quizá les sea posible compensar con pedidos por encargo el miedo de la gente a retomar las largas sobremesas. La familia también dirige un hotel rural que no abrirá sus puertas hasta que no pueda recibir a viajeros de fuera de la provincia: "¿Quién va a reservar una habitación aquí, viviendo en Segovia?".

El tono de Desi alerta de que los hosteleros han dejado de sentir que su medio de vida pisa en suelo firme. "Si no abren la frontera con Madrid... no aguantaremos el verano", lamentan Virginia y Asun, propietarias del hostal La Cigüeña. En la época estival, su negocio los sostienen las clientas madrileñas de la tercera edad -"son quienes hacen las reservas de larga estancia". Ahora, el miedo de los mayores es también el suyo: "Estamos abiertos para dar servicio a un grupo de obreros con el que nos habíamos comprometido, pero la realidad es que estamos perdiendo dinero"

Tras la frontera: del temor al dominguero a la amenaza de un verano sin madrileños
La buena nueva pilló a Mario, propietario de 'Nuestro bar', con la despensa medio vacía / La Información

Hace tiempo que los españoles han dejado de hacer planes a largo plazo. Este viernes, los espinariegos pasaron de la fase 0 a una fase 1 con privilegios en solo unas horas. Sanidad anunció nuevas medidas de alivio para los vecinos de aquellos municipios con menos de 10.000 habitantes y con una densidad  por debajo de los 100 vecinos por kilómetro cuadrado. Desde que el ministro del ramo, Salvador Illa, salió de sus televisores, los hosteleros del pueblo se prepararon para volver a coger sus bandejas.

"Aunque hubiéramos querido abrir no hubiéramos podido". La buena nueva pilló a Mario, propietario de 'Nuestro bar', con la despensa medio vacía y  los servicios de limpieza de los grifos de cerveza -"dependen de Mahou"- paralizados por un ERTE. "Muchos proveedores no vuelven al trabajo hasta el 25 de mayo", explica a este medio, "Cuento con provisiones para cuatro días, aunque hubiera abierto este viernes no hubiera podido mantener la actividad más allá de este plazo". El hostelero había inaugurado el local un mes antes de que estallase el brote. Ya puede volver al tajo, pero solo en teoría. Denuncia que el acceso a los materiales de limpieza y protección -virucidas, geles hidroalcoholicos...- quedó diezmado por las restricciones de movilidad: "No hemos podido abastecernos". 

La pandemia no entiende de fronteras. A un lado y otro de la sierra la vida ha dado un giro. "En el pueblo la mayoría de los negocios son empresas familiares", señala Juan Andrés, "Eso significa que, cuando llegan las vacas flacas, se hace de tripas corazón y ser tira para adelante". La sombra de un verano sin turistas se entiende como un bache a este lado de la línea, donde de las crisis, como de los inviernos, se sale a base de trabajo  y arrestos.

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