Podcast | Espionaje industrial: del secreto de la porcelana al robo en IBM

Harold Worden había trabajado para Kodak durante más de 30 años, cuando en 1992 decidió jubilarse para dirigir su propia firma de consultoría. El problema es que se marchó de la compañía de equipamiento fotográfico habiéndose llevado consigo más de 40.000 documentos entre dibujos, planos, manuales y otros escritos que más tarde vendió o intentó vender. Buena parte de ellos tenía que ver con la máquina de acetato (el modelo 401) que el propio Worden había desarrollado en la empresa estadounidense. 

En 1997, también en Estados Unidos, Steven Louis Davis fue arrestado por facilitar los dibujos de la nueva máquina de afeitar de Gillette a sus rivales Warner-Lambert y Bic. No había recibido ninguna compensación a cambio, puesto que sus motivos no eran económicos. Una década antes, a comienzos de los 80, el escándalo salpicó al por entonces líder de la industria electrónica nipona, Hitachi. 

El FBI detuvo a seis ingenieros de la firma y a uno de Mitsubishi por intentar pasar a Japón información secreta sobre las computadoras que estaba desarrollando la estadounidense IBM, líder de la informática a nivel mundial. Pese a negar la mayor durante meses, en febrero de 1983 la compañía nipona acabó por reconocer su culpabilidad.

Tampoco el dinero fue el motivo que llevó a Nigel Stepney, antiguo jefe de mecánicos de Ferrari, a filtrar los avances tecnológicos que los italianos habían logrado en su vehículo de Fórmula 1 a McLaren, su máximo rival. Sucedió en 2007. Antes, en 2001 dos gigantes de los bienes de consumo, Procter & Gamble y Unilever se vieron involucradas en otro caso de este tipo. Sin embargo, ninguno de los anteriores fue el primer caso documentado de espionaje industrial, que se remonta en realidad al siglo XVII y que tiene como protagonistas a la corte francesa de la época y a China.  

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