La Covid-19 le ha dado la puntilla

General Electric deja de hacer bombillas 130 años después y desarma su imperio

Es el último paso en el proceso de desmantelamiento del conglomerado industrial que fundó Thomas Edison, que afronta un duro ajuste para sobrevivir.

General Electric
General Electric deja de hacer bombillas 130 años después y desarma su imperio.
G.E.

General Electric (GE) deja de hacer bombillas. Así en seco, el anunció dice poco. Pero detrás de esta decisión hay mucho mar de fondo. El origen del conglomerado industrial está precisamente en la brillante invención de Thomas Edison. La compañía lleva casi 130 años iluminando los hogares de todo el mundo, estadios deportivos, fábricas y puentes. Esa filial, sin embargo, ya no encaja en su masiva estructura. Es demasiado pequeña para compararla con la cifra de negocio que generan los motores que hacen volar a los aviones, las turbinas de las granjas eólicas o las máquinas de rayos-x para los hospitales.

La división de iluminación se vende a Savant Systems, una de las compañías más punteras en el desarrollo de tecnología y dispositivos para la automatización del hogar. Los términos de la operación no se dieron a conocer. Tan solo se limitan a decir que el nuevo dueño del negocio dará continuidad a la tradición de experimentación e innovación de GE, la misma con la que perfeccionó la bombilla fluorescente, las luces alógenas y el LED.

Es el último paso en el proceso de desmantelamiento del imperio GE, en el que se desprende de su producto más icónico. Es como si McDonald´s renunciara a vender la Big Mac. La primera bombilla incandescente para uso comercial se creó en 1879. Se empezaron a fabricar un año después. Edison quería volver a inventar, consolidó los varios negocios que creó y los fusionó con su rival Thomson-Houston Electric Company. Así nació el grupo General Electric en 1892.

Llegó a ser la compañía más poderosa del mundo y el valor que mejor representaba en Wall Street el estado de la economía. La pasada crisis financiera, sin embargo, expuso sus vulnerabilidades y su poder quedó en entredicho, hasta el punto de entrar en una espiral perversa que le llevó a abandonar hace justo dos años el índice Dow Jones, el de referencia del parqué. Y todo esto sucedía al tiempo que emprendía un intenso proceso de reestructuración.

La filial de iluminación lleva tiempo en venta, desde que John Flannery tomó las riendas como consejero delegado en plena crisis de identidad de la compañía que simbolizó el poderío corporativo de Estados Unidos. “Se acabaron las vacas sagradas”, dijo al hablar del cambio que iba a introducir para conseguir que volviera a ser un puerto seguro para los inversores. Ya venía de desprenderse de la centenaria división de electrodomésticos. Fue insuficiente.

Jeff Immelt le dejó el conglomerado hace tres años en la peor situación posible. Su sucesor procedió de inmediato a concentrar su estructura en los de negocios de aviación, energía y salud. Ahora está capitaneado por Larry Culp. La venta del negocio de las bombillas es el final del capítulo que representaba con el eslogan publicitario “traemos buenas cosas a la vida”. La transacción, dice el ejecutivo, es otro paso importante para la transformación de la compañía.

Como en el caso de los electrodomésticos, que ahora fabrica la china Haier, el consumidor seguirá viendo la marca de GE en las bombillas cuando las compre. Savant, la primera que comercializó un altavoz basado en el asistente virtual de Apple, se beneficiará de toda la red de distribución y eso le convertirá en la compañía más importante en tecnología para la automatización del hogar. Inicialmente se centraba en productos electrónicos de lujo.

GE quiere concentrarse como grupo industrial en las tecnologías de infraestructuras y volver así a las raíces de Thomas Edison. Parece contradictorio cuando el pasado de la compañía está inexorablemente ligado a la bombilla. Esta división tiene su sede en Cleveland (Ohio) y cuenta con 700 empleados, que se transferirán a Savant cuando se complete la operación. El icónico producto representa menos del 2% de los ingresos globales.

El conglomerado industrial no solo tuvo que desprenderse de las lavadoras, las neveras y los microondas para repagar su deuda. También vendió el negocio de locomotoras, NBC Universal o su filial financiera. Los resultados del primer trimestre, sin embargo, siguen reflejando la dificultad por la que atraviesa. Tuvo una cifra de negocio de 20.500 millones de dólares. Es un 8% menos que hace un año por el impacto de la pandemia en el negocio de la aviación.

El virus tiene paralizada toda la industria aeroespacial comercial. La división de aviación sufrió una caída del 13% en los ingresos, hasta los 6.900 millones, y el beneficio lo hizo un 40%, a 1.000 millones. Si estas cifras ya fueron peores de las que anticipaba Wall Street, el lastre será mucho mayor en el segundo trimestre porque la presión del Covid-19 se notará de principio a fin del periodo.

La facturación también se moderó en la división de energías, por la caída de la demanda de electricidad por parte de los grandes clientes industriales y la congelación de las inversiones en infraestructuras. Sin embargo, se expandió en el segmento de salud por el incremento en la demanda en productos que se utilizan para el diagnóstico y el tratamiento del coronavirus. Los ingresos fueron de 5.300 millones y le aportó un beneficio de 900 millones.

Las crisis, de hecho, sirven para desenmascarar los puntos débiles de las compañías. En el caso de GE, además, el margen de error es muy reducido. Sus acciones perdieron casi un 40% del valor en lo que va de año. Culp responde a la incertidumbre anunciando recortes de costes superiores a los 2.000 millones junto a medidas para conservar liquidez por valor de 3.000 millones. Busca así tener un colchón adicional de efectivo para capear la crisis del coronavirus y marcar un suelo.

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