Las 'dos velas' de Carlos Torres, una en el BBVA y otra para eludir el caso Villarejo

  • La imputación de ocho directivos del banco obliga de nuevo a su presidente a concentrar todos los esfuerzos en el escándalo de las escuchas ilegales.
Francisco González en animada charla con su sucesor, Carlos Torres
Francisco González en animada charla con su sucesor, Carlos Torres
EP

El presidente del BBVA, Carlos Torres, no termina de sacudirse la sombra de Francisco González en su nueva etapa al frente de la entidad. Después de asumir el abandono 'temporal' de los cargos honorarios de su antecesor y tras aceptar la designación de un nuevo vicepresidente en la persona de José Miguel Andrés Torrecilla, el actual jefe del segundo banco del país ha vuelto a concentrar sus esfuerzos en el célebre 'caso Villarejo' tras la imputación de los ocho directivos de la entidad que han empezado a desfilar por la Audiencia Nacional.

La deriva judicial generada por las escuchas telefónicas contratadas por el BBVA con el grupo empresarial del comisario actualmente en prisión se ha convertido, como no podía ser de otra manera, en la 'comidilla' que estos días absorbe el tiempo y las preocupaciones en las plantas nobles de La Vela. La flamante sede del banco en el distrito madrileño de Las Tablas es un hervidero de especulaciones desde que este pasado martes el juez García Castellón decidió dar un paso adelante en una investigación que puede ser determinante para el futuro de la imagen y reputación de la entidad.

En el BBVA no se esperaban que la Audiencia Nacional pasara tan rápido a la ofensiva reclamando a un grupo de altos directivos que rindiera cuentas por presuntos delitos de cohecho o revelación de secretos. A partir de ahora, una vez que el reloj judicial ha marcado la hora los acontecimientos pueden precipitarse en cualquier momento sobre el devenir del banco. Al menos esa es la impresión que existe en el entorno de Carlos Torres que coincide, por otra parte, con las impresiones recogidas en el seno del Banco Central Europeo (BCE). Los reguladores de Fráncfort no quieren prejuzgar ningún desenlace pero se muestran alerta para el caso de que no haya más remedio que actuar de urgencia si la situación termina afectando a la solvencia de la entidad.  

En medio de esta inquietante atmósfera, el actual presidente del BBVA está obligado a nadar en su posición ejecutiva mientras guarda la ropa de la imagen corporativa e institucional que a día de hoy le vincula, se quiera o no, con Francisco González.  A tal efecto, basta con recordar la carta con que FG anunció ante la última junta general de accionistas su renuncia a los cargos honoríficos que hasta entonces mantenía dentro del banco. En la misma, el anterior y plenipotenciario presidente anunciaba que su abandono tenía carácter temporal mientras concluyen las investigaciones en curso.

Quizá por eso que el banco, aunque ya ha recibido el informe forensic encargado a primeros de año a la consultora PwC, mantenga formalmente abiertas sus pesquisas internas, más si cabe ahora que los tribunales han encendido la mecha del proceso de manera definitiva. No parece que FG quiera volver en estos momentos por sus fueros en el BBVA pero lo cierto es que el antiguo presidente se dejó, por si acaso, entornada la puerta en una decisión que provocó cierta sorpresa, no exenta de estupor, a su sucesor en el cargo.

La extraña promoción del nuevo vicepresidente

Carlos Torres sabe que la lealtad es el camino más corto entre dos corazones, como decía en sus buenos tiempos Juan Villalonga parafraseando a Ortega. Esa actitud le honra al tiempo que le obliga a comulgar con ruedas de molino cada vez que FG considera que se está utilizando su persona para hacer daño al banco. Algo de eso ocurrió cuando antiguos directivos del BBVA afines al llamado 'grupo hóstil' encabezado por el antiguo presidente de Sacyr, Luis del Rivero, solicitaron formalmente el cese del consejero José Miguel de Andrés, el hombre que más directamente ha guardado las espaldas de FG durante la primera etapa de esta crisis institucional.

De Andrés, antiguo presidente de EY, fue denostado en su calidad de consejero coordinador independiente, un puesto que le otorgaba  atribuciones de sobra para levantar las alfombras del BBVA con todas las consecuencias. Los denunciantes entendían que no había cumplido su función, por lo que reclamaron a Carlos Torres su inmediata destitución. El presidente no tuvo por menos que hacerse cargo de la situación pero, en uno de esos extraños sortilegios del buen gobierno corporativo, sacó al consejero en cuestión de sus antiguas y controvertidas funciones para nombrarle acto seguido como nuevo vicepresidente del banco. 

Dentro del BBVA están convencidos de que la promoción de José Miguel de Andrés no fue una decisión soberana por parte de Carlos Torres, como tampoco lo son buena parte de las resoluciones que se están adoptando en el día a día de la entidad. El presidente viene trabajando en un juego de equilibrios que, por lo menos y hasta el momento, ha permitido salvaguardar la labor operativa bajo la particular dirección del consejero delegado, Onur Genç, quien, para más señas, reporta directamente al consejo de administración. Esta vez sí que se puede hablar de una verdadera separación de poderes en el seno de una sociedad cotizada en España. Aunque a lo peor todo ello se traduzca en la inmolación del presidente para salvar la reputación del banco. Sabido es que quien se mete a redentor suele terminar crucificado.

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