Sin rastro de celebraciones

Noche de calles vacías: los catalanes viven confinados el resultado electoral

La ciudad vive los resultados de las elecciones autonómicas en el silencio de los hogares. El colofón 'perfecto' para una jornada electoral fuera de lo normal. 

Plaza Cataluña
Noche de calles vacías: los catalanes viven confinados el resultado electoral.
Beatriz Jiménez Nácher

Mientras el vicepresidente del Govern y líder de ERC, Pere Aragonés, celebraba la victoria del independentismo y auguraba un paso más hacía la "vía amplia" de la amnistía y el referéndum, la noche en Barcelona estaba cubierta por un manto de silencio. Las restricciones por la Covid-19, el toque de queda y el transcurso de una jornada desazonada, con votos en mercados, plazas de toros o campos de fútbol, se mezclaban con las anómalas imágenes de los miembros de las mesas electorales enfundándose los equipos de protección individual. No había rastro, ni siquiera ecos, de manifestaciones en la calle por parte de grupos independentistas en apoyo a sus líderes. Algo común a lo largo de estos años, en los que, por ejemplo, la Vía Laietana se había convertido en un escenario habitual de protestas secesionistas.

A la espera de las maniobras políticas que seguirán a los resultados, el PSC celebraba, ERC y Junts se reafirmaban, Vox irrumpía con fuerza en el Parlament y tanto PP como Ciudadanos hacían autocrítica, sin ahorrarse las calificaciones en el descalabro. Unos resultados que estuvieron marcados por la estrepitosa caída de la participación, que fue de un 53,53% frente a casi el 80% que registró en las pasadas autonómicas, celebradas en 2017. Es la cifra de abstención más alta en unas elecciones en Cataluña desde la recuperación de la democracia. Todo ello pese a que, durante la mañana, se vieron colas en los puntos de votación de las ciudades catalanes más pobladas, colas que se desarrollaron mayoritariamente de manera segura, en el exterior de los centros y, casi en todo momento, manteniendo la distancia de seguridad.

La ausencia de movilización fue el primer factor que destacó la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, al admitir que su partido no fue capaz de movilizar el voto constitucionalista. Una desmovilización que aunaba miedo al contagio, pesadumbre y resignación ante un nuevo escenario político.  Repetir el histórico resultado de las pasadas elecciones catalanas -cuando Cs fue el partido más votado, era una quimera inalcanzable, pero las urnas ha acabado siendo para los de Arrimadas un descalabro en toda regla. En menos de cuatro años, Cs ha caído la irrelevancia más absoluta. 

Ahora, habiendo logrado Salvador Illa un 23% de los votos, el PSC lidera como partido más votado, una remontada abrumadora teniendo en cuenta que en 2017 quedó como cuarta fuerza política. Sin embargo, el partido liderado por Pere Aragonés, Esquerra Republicana, le empata en escaños y consigue un 21,3% de los votos. Adelanta así a Junts Per Catalunya, superándoles con un 1,2% más de electores.

Al igual que Plaza Cataluña, a las 23 horas de la noche el paseo de Gracia hasta Diagonal también estaba desierto. Antes, haciendo parada en Gran Vía de Les Corts Catalanes, el Hotel Avenida Palace acogía a un grupo de personas en sus alrededores. Eran militantes de Vox que, pletóricos, seguían minuto a minuto las reacciones del partido en el interior del edificio. Es el único movimiento perceptible en decenas de metros a la redonda, donde apenas pasaban taxis, autobuses, repartidores y contadas personas con permisos especiales. Mientras, el contraste del paseo recaía sobre el amarillo de alguna bandera española.

Barcelona vacía.
Noche de calles vacías: los catalanes viven confinados el resultado electoral.
Beatriz Jiménez Nácher

La Ciudad Condal reposaba entre luces de farolas, y también entre bombillas azules y naranjas de varios camiones de los Mossos que custodiaban Plaza Cataluña y alguna ambulancia que acudía a toda velocidad a atender a otrab víctima de la pandemia. Dentro de las casas, las radios seguían puestas y las televisiones se mantenían encendidas con programas que mostraban el escrutinio. El 14-F fue otra jornada histórica, una cita que determina los próximos cuatro años de la política catalana. Pero se vivió como un espejismo. Como lleva siendo todo desde hace meses. Como el virus que nunca iba a llegar.

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