Quien iba a ganar, se impone con más fuerza. Y quien estaba más cerca de la derrota, se despeña aún más. Este es el resumen de los resultados de las elecciones vascas, donde las sorpresas no han tenido más espacio que la entrada de Vox en el Parlamento autonómico, pero que han servido para avalar las tendencias que se venían anticipando en las encuestas. La primera confirmación es que el PNV es imbatible en su territorio, y su gestión autonómica y a nivel nacional le permite sumar aun más apoyo. La segunda es que Podemos sigue arrastrando un desgaste que se agrava con cada proceso electoral. Y la tercera, que el pacto entre PP y Ciudadanos para aglutinar el voto de la derecha no nacionalista con un candidato 'rescatado' del pasado ha servido para hundir aun más a ese espectro político en un territorio que ha vuelto a dejar claro que se quiere quedar como estaba. A la vez que otorga a Bildu más peso para influir en las decisiones del día a día.
Ni la gestión del coronavirus, ni los rebrotes ni los pactos a nivel nacional con el Gobierno de Pedro Sánchez han desgastado al actual lehendakari, que tiene en la mano volver a tener un Ejecutivo estable gracias precisamente a la marca de los de Sánchez en su territorio. El PSE de Idoia Mendia, que gana un diputado más con respecto a sus resultados de hace cuatro años, tiene la llave que vuelve a necesitar Urkullu. Un entendimiento para sumar sus votos en la cámara de Vitoria que permitirá que continúen las buenas relaciones entre el PNV y Moncloa, a quienes necesitan para cuestiones clave como los futuros Presupuestos Generales del Estado y todas las medidas sociales que quieren sacar adelante Sánchez y Pablo Iglesias. Eso sí, a cambio de la gestión de ciertos conceptos o un aumento de competencias, que es como ha funcionado la relación entre ambas administraciones hasta ahora.
Parece que Mendia volverá a ponérselo fácil a Urkullu para reeditar una coalición a la que no se le han conocido muchas fisuras. Todo gracias a unos resultados que permiten a ambos salir airosos de varias problemáticas que les podrían haber pasado factura en los comicios. La crisis del vertedero de Zaldívar, donde dos obreros permanecen enterrados desde hace más de 150 días sin que se hayan extraído sus cuerpos, fue la última que tuvieron que afrontar. Los casos de corrupción del PNV, con la sentencia a finales de año del caso De Miguel, es el otro 'match ball' que ha salvado el lehendakari. Ni siquiera la mayor trama que se recuerda en Euskadi, que otorgaba contratos a dedo a cambio de importantes comisiones irregulares, ha podido con él o con su partido.
La izquierda abertzale también confirma el buen momento que atraviesa cuando hay urnas de por medio, y que ya se pudo ver en las últimas elecciones generales. EH Bildu crece hasta cinco escaños y consigue el mejor resultado de su historia con los 22 diputados que sentará en el Parlamento. La primera consecuencia de este éxito es que se consolidan como la fuerza hegemónica de izquierdas en el País Vasco, disipando las dudas que podían existir de que Elkarrekin Podemos podía disputarle ese título. Revalidar el liderazgo de la oposición en Euskadi también va a permitirles influir en las medidas más nacionalistas que quiera aplicar Urkullu. Sin olvidar que podrán presionar en el Congreso para conseguir imponer su agenda en su región, lo que deja al PSE en una situación algo incómoda dentro de su pacto con el PNV.
La derrota de Podemos y su marca vasca no es solo por el simbolismo de liderar la izquierda. El liderazgo de Miren Gorrotxategi ha resultado ser mucho más negativo que el de Pili Zabala en 2016, al perder la primera casi la mitad de los escaños que logró la segunda. Las numerosas crisis que ha atravesado a nivel orgánico durante la legislatura han acabado por presentar a una candidata sin peso político que ha recibido un duro correctivo de la ciudadanía, que le ha retirado la confianza mientras elevaba a Bildu y mantenía al PSE. Lo que evidencia que a Pablo Iglesias le vuelve a salir mal otra de sus apuestas. Y que recuerda que los morados que en Euskadi, y sobre todo en Galicia, arrastran el mismo desgaste en su apoyo electoral que sufren a nivel estatal. Lo que es una seria advertencia para su futuro en un territorio que consideraban clave.
Iglesias no es el único Pablo al que las urnas vascas van a motivar a hacer una reflexión de su estrategia. El líder del PP, Pablo Casado, ha fracasado con su apuesta de alianza entre PP y Ciudadanos para unas elecciones autonómicas. El intento de aglutinar al centro derecha no nacionalista, del que también es responsable Inés Arrimadas, se ha saldado con menos escaños de los que los populares lograron en solitario. De nueve diputados a seis a pesar de contar con más fuerza de campaña y el respaldo de dos marcas importantes a nivel nacional. El regreso de Carlos Iturgaiz como ese candidato de vieja escuela que se atrevió a estar en política en medio del terrorismo de ETA no ha hecho efecto entre el electorado potencial. Un batacazo que contrasta con el éxito de Alberto Núñez Feijóo en Galicia. Y que muestra que la línea 'dura' de Casado no le sienta bien a los suyos en lugares con un fuerte componente nacionalista.
La política vasca también tendrá un debutante. Vox consigue lo que nadie esperaba gracias al escaño que ha logrado Amaia Martínez por Álava. Lo que es un éxito para Santiago Abascal en su tierra. Lo que permitirá a la extrema derecha tener voz en un lugar que le es hostil. Pero en el que podrán confrontar en sede parlamentaria con el PNV o Bildu, con los que ya tienen duros choques en el Congreso de los Diputados. Un hueco muy pequeño en la política vasca que los de Abascal explotarán al máximo.
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