Recobrar peso e influencia en la UE y Latinoamérica, retos de García-Margallo

  • José Manuel García-Margallo tendrá como gran tarea al frente del Ministerio de Exteriores y de Cooperación aumentar la influencia y prestigio de España en el mundo, sobre todo en la UE y en Iberoamérica, y potenciar la vertiente económica de la diplomacia para contribuir a salir de la crisis.

Madrid, 21 dic.- José Manuel García-Margallo tendrá como gran tarea al frente del Ministerio de Exteriores y de Cooperación aumentar la influencia y prestigio de España en el mundo, sobre todo en la UE y en Iberoamérica, y potenciar la vertiente económica de la diplomacia para contribuir a salir de la crisis.

El sorprendente nuevo ministro de Exteriores asumirá también la responsabilidad de entenderse con el gobierno islamista de Marruecos, reforzar la relación con Estados Unidos y mantener la interlocución privilegiada de España con las autoridades que surjan de la primavera árabe.

No obstante, el asunto más inmediato del que se tendrá que ocupar será la gestión del secuestro de los cuatro cooperantes españoles en Tinduf (Argelia) y Kenia, de los que apenas hay noticias después de más de dos meses de cautiverio.

En el deseo de Mariano Rajoy de que España vuelva a contar en las decisiones que se adopten en la UE, tras meses de subordinación a las directrices de Alemania y Francia, los contactos y la veteranía de García-Margallo en Europa serán sus principales bazas.

Su vertiente económica también le avala para tratar de cumplir la orden de Rajoy de recobrar credibilidad en el mundo y promover inversiones de las empresas en mercados emergentes para cooperar en la recuperación nacional.

A esta diplomacia económica le debería ayudar la silla que España ganó en el G20, una de las grandes conquistas de Zapatero, como admitió el propio Rajoy.

Al margen de preservar la sintonía con Alemania y Francia, el nuevo ministro deberá hacerla extensiva a Barack Obama e intentar convencerle de que planee la visita a España que no hizo con Zapatero.

Otra de sus asignaturas complicadas será América Latina, desatendida por el exjefe del Ejecutivo José Luis Rodríguez Zapatero debido a la crisis y marcada en exceso por el énfasis que su ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, puso en su política con Cuba y Venezuela.

García-Margallo, sin experiencia en la región, habrá de emplearse a fondo para que la Cumbre Iberoamericana de Cádiz del próximo año no reedite el fracaso de la última edición.

Sobre Cuba, le tocará decidir si seguir optando por la línea dura con el régimen castrista o mostrar alguna predisposición para suavizar el diálogo con la isla.

El PP confía en prolongar la normalidad heredada en la relación con Marruecos, aunque al tradicional resquemor con Rabat se añade la duda sobre la actitud del nuevo gobierno islamista.

Difícil será para el nuevo ministro mantener a la vez el equilibrio con las exigencias y las expectativas del Frente Polisario para solucionar el contencioso del Sáhara Occidental.

Otro frente será el mundo árabe, con la incógnita sobre el auge de los islamistas y el futuro de las revueltas en Siria, de lo que dependerá el futuro de la Unión por el Mediterráneo.

García-Margallo deberá lidiar con la presión de Palestina para ser reconocida en la ONU y la de Israel para no hacerlo sin negociación previa.

Se verá además en la tesitura de qué hacer con la Alianza Civilizaciones, la iniciativa estrella de Zapatero denostada por el PP.

Sobre Gibraltar, el PP ya ha dejado claro que renuncia al Foro de Diálogo tripartito que alumbró Moratinos.

El quid será cómo reanudar el diálogo con Londres sobre la soberanía del Peñón, después de ocho años interrumpido, ante la cerrazón británica a hacerlo sin el visto bueno de los llanitos.

De los pocos mandamientos de política exterior mencionados por Rajoy en su investidura está la modernización del entramado diplomático, eterno caballo de batalla que no será fácil de llevar a la práctica debido a los recortes presupuestarios que se avecinan.

García-Margallo conserva las competencias de cooperación, área en la que tendrá igual de complicado cumplir la anhelada meta de destinar el 0,7 por ciento del PIB a este ámbito.

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