Cómo fracasó la investidura: del pulso de Redondo y Ábalos a la guerra de sondeos

Pedro Sánchez alta
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EFE
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Cómo fracasó la investidura: del pulso de Redondo y Ábalos a la guerra de sondeos. / EFE

"¡Qué poca vergüenza!". La frase, que resume a la perfección lo ocurrido entre este lunes y jueves en el Congreso, fue mascullada por Pablo Iglesias desde su escaño mientras escuchaba cómo Adriana Lastra, la portavoz socialista, le decía que "quieren conducir un coche sin saber dónde está el volante". El candidato Pedro Sánchez ha fracasado y la única coalición posible, la del PSOE con Unidas Podemos, ha quedado herida de gravedad tras un cruce de acusaciones mutuas, tanto en público como en privado. Esta es la historia de una nueva investidura fallida, la tercera en algo más de tres años y la segunda de un mismo candidato. 

La negociación real entre PSOE y Unidas Podemos apenas duró 6 horas, las que transcurrieron entre las 8 y las 14 horas de este miércoles. El resto, según reconocen fuentes de ambos partidos, fueron fuegos de artificio. Esa mañana se sentaron por primera vez con papeles Carmen Calvo y María Jesús Montero, por parte de los socialistas, y Pablo Echenique, por UP. Es ahí donde Podemos comunicó al PSOE sus peticiones: "Competencias en Hacienda, Trabajo, Transición Ecológica e Igualdad". Órdago a la grande. La respuesta vino a las 19 horas en forma de llamada telefónica: Pedro Sánchez le decía 'no es no' a su interlocutor.

Luego vinieron las filtraciones de documentos, las acusaciones mutuas y la no-entrevista en Telecinco, todo ello rematado con un 'minidebate' con motivo de la segunda votación que ha dejado claro que Sánchez no va a incorporar a su equipo a dirigentes de Podemos que "no han gestionado jamás un presupuesto". Y de guinda la oferta a la desesperada de renunciar al Ministerio de Trabajo para hacerse con las Políticas Activas de Empleo. En la bancada socialista no daban crédito a lo que estaban escuchando. De esta segunda sesión, por cierto, llamó la atención que Pablo Iglesias no hablara de derogar la reforma laboral, sino únicamente de revertir los aspectos más lesivos de la norma 'estrella' en materia de empleo que dejó Fátima Báñez. Son unas declaraciones inéditas en él que han quedado plasmadas en el diario de sesiones.

Pero, ¿qué pasó en el 'sanchismo' para que la investidura naufragara? En el seno del PSOE, en efecto, existió un pulso, según explican varias fuentes consultadas. A un lado se posicionaron los hombres fuertes de La Moncloa, capitaneados por Iván Redondo, partidarios de llevar al límite a Podemos y mirar a septiembre. Al otro lado, el aparato del partido liderado por José Luis Ábalos. Afirman las mismas fuentes que el segundo grupo se mostró más partidario de alcanzar un acuerdo ahora con el equipo negociador de Iglesias, evitando así una nueva derrota en la investidura, algo que siempre duele a los 'pata negra' del partido. Fuentes del PSOE aseguran, por su parte, que en todos los equipos siempre se producen diferentes interpretaciones sobre la estrategia a seguir y que, en este caso, es Pedro Sánchez quien siempre decide en caso de que exista división de opiniones entre sus colaboradores.

En el seno del partido de Sánchez la sensación tras fracasar la investidura es, en general, de tranquilidad. No hay demasiados nervios pese al bloqueo. Afirman fuentes del partido no tener "miedo a elecciones", pensando ya en una repetición electoral el 10 de noviembre (siempre que la campaña se acorte una semana). De hecho, los socialistas ya han puesto en marcha esa batalla por el relato y han asegurado que el encargo del Rey ha decaído: "No tenemos encargo para septiembre, teníamos encargo para el 23 y 25 de julio". El pistoletazo de salida lo dio el propio Sánchez desde la tribuna del Congreso al dedicar tan duras alusiones a su teórico socio preferente. "No conozco a ningún dirigente del mundo que considere una humillación" tener una vicepresidencia y tres ministerios, llegó a decir.

A partir de ahora entra en juego lo que en el PSOE llaman "la guerra de los sondeos". Un veterano socialista se expresaba así ayer en los pasillos del Congreso: "Si las encuestas nos van bien habrá elecciones en noviembre, si no habrá pacto". Es decir, en Ferraz miran de reojo al 10-N y monitorizan los datos diariamente. De ello se encarga el gabinete que dirige Redondo en Moncloa, en concreto el Departamento de Análisis y Estudios que lidera el sevillano Francisco (Paco) Salazar. Lo van a intentar, como dijo anoche Sánchez en Telecinco, pero la amenaza de una repetición de la cita con las urnas está muy presente en su estrategia.

Un detalle que llamó la atención ayer fue comprobar cómo dirigentes cercanos a Sánchez e Iglesias intentaron acercar posturas hasta el último minuto... y no tuvieron éxito. Fuentes cercanas al líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, relatan las intensas gestiones del dirigente de Unidas Podemos. Llegó a llamar por teléfono a Sánchez para que entrara en razón. Gabriel Rufián, de ERC, también echó el resto advirtiendo una vez tras otra que "se arrepentirán". "Debería darles vergüenza", espetó desde la tribuna.

Las miradas en el equipo de Sánchez se dirigen ahora a septiembre. El presidente del Gobierno en funciones sigue manteniendo su plan vacacional para agosto: abandonará Madrid el 2 de agosto, viernes, tras su último Consejo de Ministros (y el habitual balance del año ante los periodistas) para marcharse junto a su familia al Palacio de las Marismillas, en el Parque de Doñana. El calendario diseñado indica que regresará a su despacho el día 23, también viernes, para celebrar un nuevo cónclave. A partir de ese día quedará justo un mes para cerrar otra investidura o se disolverán las Cortes.

Donde se preparan también para un verano atípico es en Zarzuela. El Rey Felipe VI ya pasó por una situación similar en el estío de 2016, cuando se habían celebrado las segundas elecciones y no había un candidato claro a la investidura. Entonces la Familia Real decidió permanecer nueve días en el Palacio de Marivent (Palma de Mallorca), entre el 31 de julio y el 8 de agosto, para, a continuación, marcharse una semana a un destino que no se hizo público (siempre comunicado a Madrid y a apenas dos horas de avión). Lo habitual es que el monarca y el presidente en funciones celebren un despacho veraniego durante sus días de descanso.

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