Mejoras en la salud y la economía

Trabajar de lunes a jueves acabará con el paro, el estrés y el cambio climático

La jornada laboral de cuatro días es una demanda histórica de la izquierda. Algunos experimentos han demostrado sus beneficios.

Un fin de semana de tres días es un sueño posible / Liber the poet
Un fin de semana de tres días es un sueño posible / Liber the poet

“Imagina que existe una política que puede acabar con el desempleo y el subempleo, frenar problemas de salud que van de los trastornos mentales a la hipertensión, mejorar la productividad, ayudar al medioambiente, conciliar la vida familiar, alentar a los hombres a hacer más tareas domésticas y hacer a las personas más felices. Suena fantástico, pero existe, y estamos tardando en aplicarla: la introducción de la semana de cuatro días”.

Con estas palabras abre su columna en The Guardian Owen Jones, una de las figuras más reconocidas de la nueva izquierda británica e intelectual de referencia de partidos como Podemos –él mismo bromeó con ser el “gemelo diabólico de Errejón”–. En el texto, Jones reconoce que pedir “trabajar menos” es una demanda histórica de la izquierda, pero asegura que contamos cada vez con más datos que apuntan a la necesidad de reducir notablemente la jornada laboral. Y es algo que cada vez aceptan más instituciones poco sospechosas de izquierdismo.

Según explica a Lainformacion.com Diego Vicente, profesor de Recursos Humanos y Comportamiento Organizacional de IE Business School, “como este tipo de demandas las hacen los sindicatos ya vienen deslegitimadas pero ¿quién no quiere trabajar menos?”. En opinión de Vicente, trabajar cinco días a la semana es una convención como otra cualquiera, que puede ser cambiada cuando se necesite, pues son las personas las que organizan una empresa y no al contrario. Y no cabe duda de que en la actualidad pasamos demasiado tiempo en el centro de trabajo y no siempre haciendo aquello por lo que se nos paga.

“No es que estemos trabajando demasiado, es que estamos trabajando mal”, afirma tajante el profesor. “¿Pasa algo en verano con la jornada intensiva? ¿Pasa algo porque se sinteticen en ocho horas lo que antes te llevaba trece? No, no pasa nada, esas empresas sobreviven. Mucho del tiempo que se dedica a la jornada laboral es tiempo basura, como esas dos horas que se dedican a comer, es un tiempo que no estás en casa y estás secuestrado en tu trabajo, cuando en realidad se puede comer en media hora. Ocurre mucho en España donde las jornadas laborales son interminables”.

El columnista Owen Jones / Policy Exchange
El columnista Owen Jones / Policy Exchange

Trabajar menos no implica producir menos

Puede parecer que la racionalización de horarios de la que habla Vicente es un planteamiento menos radical que reducir la semana laboral a cuatro días, pero en realidad estamos hablando de lo mismo: la forma en que organizamos nuestro tiempo. Y es una discusión que comenzó en el siglo XIX, cuando se inventó el reloj –el instrumento definitorio de la era contemporánea, como defiende el historiador Jürgen Osterhammel en su libro La transformación del mundo– y se empezó a medir las horas que debíamos pasar en el trabajo. Ya entonces Bejamin Franklin pronóstico que con los avances en la tecnología en el siglo XX solo trabajaríamos cinco horas a la semana. No ha sido así pero ¿al menos podríamos alargar los días festivos?

Como apuntan Jones y muchos otros estudiosos hay varias razones al margen de la conciliación familiar (que no es baladí) por las que implementar la semana laboral de cuatro días puede ser una buena idea. Y no solo para los trabajadores, también para las empresas. Son estas:

1. Evitaría problemas de salud pública (y se ahorraría)

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, el 59% de los profesionales en España sufre de algún tipo de estrés en el trabajo, un trastorno que causa el 30% de las bajas. Pero no es el único problema que dispara las jornadas laborales excesivas. Según la Guía para el Bienestar Emocional en las Organizaciones, editada por el Instituto DKV de la Vida Saludable y la Fundación Salud y Persona, el 86% de los trabajadores españoles consideran que sus procesos de enfermedad se han iniciado o agravado en el trabajo.

¿Se reducirían estos problemas si trabajáramos menos? Como apunta Jones es lógico pensar que sí pero, además, se ahorraría un dineral para las arcas públicas, pues el sistema sanitario tendría que lidiar con muchos menos de los problemas derivados del estrés laboral, como puede ser la hipertensión. Por no hablar de los accidentes de tráfico in itinere, el dolor de espalda (la mayor causa de baja laboral) o los problemas asociados al sedentarismo.

2. Reduciría el desempleo

“Trabajar menos para trabajar todos”. Otro lema histórico de la izquierda pero que cuenta con el respaldo de numerosos economistas. En el fondo, no es más que una medida de redistribución, pero puede funcionar para crear empleo –así ocurrió, por ejemplo, cuando la jornada laboral se redujo en Francia a las 35 horas, aunque con el tiempo quedara en saco roto–. Y es algo que defienden personas tan dispares (no precisamente socialistas) como Carlos Slim o Richard Branson, que han pedido públicamente que se reduzca el tiempo que pasamos en el trabajo para dejar espacio a las personas que no lo encuentran.

En opinión de Jones, la redistribución del trabajo –permitiendo que las personas que trabajan mucho trabajen menos y las que trabajen poco trabajen más– será pronto una obligación, pues la progresiva automatización de muchos empleos manuales dejará fuera del mercado laboral a millones de trabajadores.

3. Combatiría el cambio climático

Alex Williams, profesor de sociología de la City University de Londres apunta en un artículo en The Conversation que una semana laboral de cuatro días reduciría el consumo de energía en las oficinas pero además evitaría numerosos desplazamientos en coche, con la disminución de la contaminación atmosférica que esto conlleva.

Un estudio de los economistas David Rosnick y Mark Weisbrot asegura que si los estadounidenses sencillamente redujeran sus jornadas laborales a estándares europeos (donde tenemos más vacaciones) habría una bajada estimada del 20% en el consumo energético.

4. Aumentaría la productividad

Como explicaba Vicente, no es lo mismo estar en el trabajo que estar trabajando, y nadie que haya pasado por una oficina es ajeno al presentismo, la perniciosa actitud por la que se valora el tiempo que pasa la gente en el trabajo y no lo que verdaderamente hace allí.

Según Jones la evidencia sugiere que al trabajar menos horas aumenta la productividad por hora (algo que tiene lógica) pero como además se reduce el estrés, también disminuye el absentismo laboral. Un estudio realizado en Gotemburgo (Suecia) parece, además, respaldar esta idea. Una residencia de ancianos de la localidad redujo la jornada laboral de los enfermeros a solo seis horas. Los resultados fueron sorprendentes: aumentó la productividad total y se perdieron menos días por bajas.

Esto último es importante, pues si se mantiene (o aumenta) la productividad, una reducción de la jornada no debería ir acompañada necesariamente de una bajada de salario, lo que como explica Vicente podría llevarnos a hacer un pan como unas tortas: “Al final repartiremos porque no hay para todos, pero a ver si estamos repartiendo la miseria”.

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