Inversión sostenible

Bonos Azules: la revolución financiera que busca el salvamento de mares y océanos

La deuda sostenible vinculada a la llamada 'economía azul' experimenta un boom dentro del ESG para el uso sostenible de los recursos oceánicos, el fomento del empleo y la preservación de los ecosistemas marítimos.

Una Bandera Azul ondea en una playa en Punta Umbría.
Una Bandera Azul ondea en una playa en Punta Umbría.
EUROPA PRESS/AYTO DE PUNTA

El apetito por lo sostenible en el mundo de la inversión lleva ensanchando la sombra sobre institucionales y minoristas en la última década. Productos ESG (medioambiental, social y gobernanza), los llamados bonos verdes, fondos muy específicos destinados a proyectos sostenibles… Es un área que ha crecido de manera importante, especialmente en Europa. Sin embargo, dentro de este espacio no se conocen tanto los llamados 'bonos azules', una clase de activo vinculado al mar.

 Un producto de renta fija concebido para financiar proyectos o actividades de sostenibilidad concretos —también conocidos como “use-of-proceeds bonds”—. Es un vehículo que está en pleno florecer y que es cada vez más común entre muchas carteras de los inversores. Aún podría encontrarse en fase de desarrollo.

Los bonos verdes (green bonds) siguen siendo la forma más popular de deuda con fines específicos pero los bonos azules, cuyo objetivo es financiar proyectos relacionados con la protección y conservación de los mares y océanos, están llamando la atención de muchos inversores institucionales que quieren marcar la diferencia con su capital más allá de la rentabilidad.

La clave está en observar la diferencia entre los bonos verdes. “Mientras que estos suelen financiar proyectos relacionados con objetivos medioambientales generales, como fuentes de energía alternativas, mejoras de la eficiencia de los recursos o el fomento de la economía circular, los bonos azules captan capital para financiar proyectos relacionados específicamente con la economía azul, es decir, el uso sostenible de los recursos marinos en favor del crecimiento económico, la mejora de los modos de vida y el empleo, preservando al mismo tiempo las condiciones del ecosistema marino”, explican Campe Goodman y Will Prentis, gestores de carteras de renta fija en la firma Wellington Management.

La emisión de bonos azules la realizan Estados, bancos de desarrollo, empresas u otros organismos, que utilizan los ingresos para financiar proyectos como la conservación y recuperación de arrecifes de coral, el desarrollo de caladeros de pesca sostenibles y la reducción de los residuos plásticos en el mar. Para los inversores, los bonos azules suponen un medio de obtener una posible rentabilidad mientras financian el desarrollo sostenible y la conservación del medio ambiente.

La importancia de los bonos azules

Los mares y océanos desempeñan un papel crucial en la economía mundial, al impulsar sectores como la pesca, el transporte, el turismo y las energías renovables. El mar no es únicamente una fuente de recursos naturales, sino también de empleo para millones de personas. Según las estimaciones del Pacto Mundial de la ONU, la economía azul representa el 2,5 % del PIB global —cifra comparable a la de unos pocos países por derecho propio—.

El entorno marítimo se ven sometido a tensiones por la sobreexplotación, la contaminación, la reducción de la biodiversidad y el cambio climático. “Si queremos mantener el uso productivo de los océanos y que las personas sigan beneficiándose del crecimiento económico y de la mejora de sus medios de vida, es necesario preservar el ecosistema marino en buenas condiciones”, dicen Goodman y Pretins.

Sin embargo, el ODS 14, “Vida submarina”, es el objetivo de desarrollo sostenible peor financiado a largo plazo. Hay un grave déficit de financiación para este desafío medioambiental, que afecta de manera desproporcionada a la población más pobre del mundo. A modo de ejemplo, los habitantes de los países insulares más pequeños, que disponen de vastos recursos marinos con los que impulsar su economía, son los que más tienen que perder con su degradación, pues les supone perder ingresos y puestos de trabajo por la dependencia de su economía de la pesca o el turismo

Es por eso por lo que los gobiernos, las empresas y los inversores están empezando a reconocer el importante papel que desempeña la economía azul en los resultados medioambientales y sociales en general. “Tras casi dos décadas de conversaciones, en marzo de este año la ONU alcanzó un acuerdo histórico sobre la protección de la biodiversidad marina. Es un gran paso adelante, pero ctambién revela lo mucho que nos queda por hacer”, comentan los expertos de la gestora francesa.

Igualmente, cada vez hay una mayor conciencia sobre la relación entre el cambio climático y los océanos: se estima que estos absorben el 30% de las emisiones mundiales de carbono, por lo que es fundamental mantenerlos en buenas condiciones para apoyar la transición ecológica.

Asimismo, los agentes del mercado están empezando a valorar la magnitud de la financiación necesaria, pero también de la oportunidad que brinda la mayor clase de activos del mundo. Hasta la fecha, la emisión de bonos azules ha sido relativamente escasa y ha estado liderada en gran medida por bancos de desarrollo y determinados Estados; de hecho, el Banco Mundial asesoró a Seychelles en el lanzamiento del primer bono azul soberano del mundo en 2018. No obstante, algunos emisores corporativos también han mostrado interés en este instrumento de financiación.

La oportunidad de inversión

“La necesidad de inversiones en la economía azul es evidente… De alguna forma, los bonos dedicados a los mares y océanos deben contribuir a preservarlos en buenas condiciones”, afirman Goodman y Prentis.

Con todo, se ha observado muchas veces que las innovaciones en inversión sostenible requieren tiempo para consolidarse. “Abordamos las nuevas ideas con cautela y análisis exhaustivos, y somos firmes partidarios de llevar a cabo nuestras propias evaluaciones independientes de todos los bonos y emisores que consideremos”, destacan.

En cada bono que analizan, determinan si se ajusta a los tres principios clave de su filosofía de impacto y se cuestionan en qué medida se corresponde el capital captado por el bono con nuestra inversión de impacto, si se destina a financiar proyectos en curso o futuros, o si los proyectos van más allá de las responsabilidades ordinarias de las empresas.

Los expertos de Wellington son optimistas de cara al futuro. “Cada vez más bonos azules se emiten con arreglo a la estructura de fines concretos más tradicional, como los bonos verdes A medida que estas fórmulas se simplifiquen y estandaricen, a los inversores como nosotros nos resultará más fácil medir y comunicar el impacto de nuestras inversiones”, indican.

Aun así, la emisión de bonos azules corporativos sigue siendo relativamente escasa, en parte por lo novedoso de la estructura, pero también por el hecho de que los emisores corporativos suelen estar menos expuestos a los riesgos y oportunidades relacionados con los océanos. No obstante, a medida que mejore la normativa en cuanto a la estructura y la divulgación de información en el mercado, prevemos una mayor actividad emisora por parte de las empresas.

El crecimiento y la innovación de los bonos azules constituyen un ejemplo excelente del aumento de la oferta de inversiones de impacto en los mercados cotizados de renta fija. “En nuestra opinión, el mercado actual de bonos verdes es mayor y de mejor calidad que hace cinco años, y estamos convencidos de que a los bonos azules les ocurrirá algo similar... Las orientaciones de los reguladores y las agencias de calificación, los comentarios de los inversores especializados en sostenibilidad y la convergencia en las estructuras de los bonos azules serán un catalizador de mayores inversiones en la economía azul”, terminan.

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