Transición energética

Camino al 'cero neto': oportunidades y los retos que se abren en la inversión

Las empresas más eficientes desde el punto de vista energético probablemente superarán los resultados de sus respectivos sectores, mientras que algunos productos verán encarecidos sus precios. 

cambio climático
La transición energética se ha convertido en una megatendencia de inversión.
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La economía mundial se prepara para otro año de crecimiento por encima de la tendencia, del 4% tras el 5,8% de 2021. El año comienza con vientos en contra cíclicos y una inflación elevada. Ambos deberían moderarse a lo largo de 2022. Los expertos así lo creen, teniendo en cuenta que se está gestando ya una transición hace un modelo más sostenible.

“La economía debería volver a su tendencia anterior a la pandemia, un resultado notable”, apuntan los expertos de Credit Suisse en un reciente informe de previsiones. Un crecimiento que puede tener como uno de sus principales motores la sostenibilidad. En parte por los esfuerzos de la Unión Europea y el resto de mercados desarrollados por implementar una transformación con la que cumplir con el reto de cero emisiones de CO2.

“La sostenibilidad será un elemento de disrupción en 2022 y más allá; las empresas y los países establecerán hojas de ruta claras hacia unas emisiones 'net zero', y los inversores tratarán de lograr un mayor impacto con su capital”, desvelan desde el equipo de expertos de Allianz Global Investors.

Con este esquema, ¿qué oportunidades de inversión y riesgos existen en la actualidad? Según Álvaro Cabeza, Country Head de UBS AM Iberia, su visión es que hay oportunidades de mercado generacionales “asociadas a los billones de dólares en inversiones necesarias hacia el objetivo de un sistema energético descarbonizado”, tanto por “la parte larga como por la corta”.

A su modo de ver, completar esta transformación es un imperativo a largo plazo pero estará “sujeto a las limitaciones de la sociedad (tolerancia a precios más altos/menor consumo de energía)”, así como a los gobiernos que quieren “evitar cualquier desestabilización económica o política en el camino”. No satisfacer a las distintas partes interesadas puede suponer un retroceso en esta transición: por ejemplo, impulsar el consumo de carbón debido a la insuficiencia de alternativas y a la elevada demanda de energía.

Hay varias áreas de mejora disponibles para acelerar este proceso. Mejores datos sobre las emisiones a nivel de producto pueden suponer una enorme diferencia en el comportamiento de los consumidores y permitirles incorporar mejores conceptos vinculados a la sostenibilidad en sus compras.

Cabeza dice que también permitiría a los inversores “identificar mejor las oportunidades para ponerse largos y cortos” y, a los responsables políticos “orientar mejor la normativa hacia los productos que perjudican al medio ambiente”. Asimismo, puede ayudar el aumento de los impuestos sobre el carbono, que actualmente no cubren una parte suficiente de la economía o tienen un precio muy inferior a cualquier estimación razonable del coste social del carbono.

Para Cabeza la integración de las energías renovables en la red eléctrica existente (que actualmente no es un problema tecnológico en Estados Unidos, sino que se enfrenta a” bloqueos desde la perspectiva de la aprobación normativa) también puede ser beneficiosa”.

Según el escenario de la Agencia Internacional de la Energía para pasar a 'cero neto' (o neutralidad de carbono), la producción total de energía debe disminuir un 7% en los próximos 10 años y la energía neta consumida por persona se reduciría aún más a medida que aumenta la población.

Dado que es improbable que el consumo de energía por habitante disminuya en India, África o el Sudeste Asiático, esto implica que las zonas de alto consumo energético, como Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, deben ver disminuir el consumo per cápita en un 30-40% en los próximos 10 años, lo cual no se parece a nada de lo que se ha vivido en los últimos 200 años, y podría provocar descontento e incluso disturbios”, expone Cabeza.

La producción moderna de alimentos depende en gran medida del consumo energéticos, por lo que es probable que los alimentos se encarezcan. “También es probable que suban de precio los componentes intensivos en energía que se necesitan para construir la capacidad de las energías renovables, por lo que las estimaciones de los gastos de capital necesarios para la transición energética también son probablemente demasiado bajas”, dice el experto de UBS AM.

La rentabilidad de la “E” en el ESG

Un aspecto positivo es que la "E" de ESG debería ser realmente rentable. Las empresas más eficientes desde el punto de vista energético probablemente superarán los resultados de sus respectivos sectores. “Las actuales empresas de combustibles fósiles probablemente mantendrán su valor durante la fase de transición, porque el mundo necesita los combustibles fósiles para construir las energías renovables, y más allá, porque incluso después de 2050 algunas de estas fuentes de energía seguirán utilizándose, aunque sólo sea en un 20 o 25% de su tamaño actual”, concreta Cabeza.

Pero con el tiempo, es probable que hagan una transición hacia el hidrógeno. Estas empresas tienen la experiencia necesaria para trabajar con él, ya lo están utilizando en algunos casos, y cuentan con las tuberías y la infraestructura necesarias para transportarlo. En el sector de los metales, desde UBS AM consideran que el camino hacia el “Net Zero” va a ser muy beneficioso para el cobre por su rol fundamental en la electrificación y cuando se trata de limitar el aumento de las temperaturas por debajo de 1,5 grados centígrados.

El cobre contribuye enormemente a mover los electrones y es la piedra angular de las tecnologías asociadas a la generación, transmisión y dispositivos finales. En los escenarios “Net Zero”, como los esbozados por la Agencia Internacional de la Energía, el uso del cobre se duplica de aquí a 2050, y la oferta no está preparada para satisfacer el aumento previsto de la demanda en el transcurso de esta década. “El suministro de cobre también es vulnerable al estrés climático, ya que la producción compite con otros usuarios por el agua, y las minas están sujetas al calor extremo y a las inundaciones”, describe.

Para otros metales, esta transformación será probablemente menos positiva. El acero será necesario para las infraestructuras, pero tiene menos margen de crecimiento de la demanda y requiere una cantidad sustancial de capital para reducir las emisiones generadas en su proceso de producción. “Es probable que el aluminio tenga una mayor utilización, pero a través de una expansión significativa en la forma de reciclar”, cuenta Cabeza.

Por último, en algunos mercados de materiales más pequeños implicados en la producción de baterías (litio, grafito, níquel, cobalto) el crecimiento potencial de la demanda es enorme. Sin embargo, muchos de estos materiales son muy sensibles a los avances tecnológicos relacionados con la construcción de baterías, lo que puede socavar la demanda.

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