Golden Share

Este no es otro aburrido artículo sobre ESG

La CNMV que preside Rodrigo Buenaventura apunta múltiples deficiencias en la información al mercado de las empresas del Ibex
La CNMV elabora el código de stewardship español.
EP

Desde hace dos años pasearse por cualquier publicación financiera significa tropezar con la ESG. La moda de la inversión con criterios medioambientales, sociales y de gobernanza, que conocemos como ASG en español, inunda la oferta informativa sin que para la mayoría de mortales tenga un significado demasiado real. Probablemente, si hacemos una encuesta más allá de los iniciados, la mayoría se inclinará a hablar de la moda de lo ‘verde’ pero con dudas sobre su virtuosismo.

No se puede decir que la industria ESG no adolezca de un cierto aire de superioridad, por eso de que es el lado ‘bueno’ de un mundo financiero que se reinventa tras una larga época de lobos y tiburones en Wall Street y más allá, pero la realidad es que su implementación es una lluvia fina que va dejando señales en la historia empresarial de nuestro país, y va apuntándose tantos de que consigue lo que predica.

Una de los que se le atribuye es la cada vez más en desuso figura del presidente todopoderoso, que es tradicional en nuestro país, pero que no gusta ni aquí ni en otras geografías. La histórica separación de roles entre el presidente y el consejero delegado que acaba de aprobar el consejo de Iberdrola, no es la única ni probablemente sea la última que veamos, ya que la concentración de poderes se considera un riesgo y los inversores lo van consignando como uno de sus focos en materia de gobernanza -que ahora son públicos- dentro de las políticas de voto que derivan de sus códigos de stewardship.

Estos 'códigos' surgieron hace años en el Reino Unido y cada vez son más habituales. A medida que la ESG crezca -y ya se calcula que la ‘practican’ un 50% de las gestoras europeas- se irán multiplicando y sus efectos ganarán visibilidad. Con estas normas, las propias gestoras adquieren unos compromisos de los que deben responder ante sus accionistas. La CNMV abrió en junio un proceso de consulta que se cerró el mes pasado para crear el articulado en España. Y, en paralelo, la normativa cada vez fuerza a dar publicidad a cómo votan los fondos. La última reforma de la Ley de Sociedades de Capital incluyó esta obligación para las gestoras españolas.

Pero existen temáticas y temáticas y unas cuestan más que otras. En la temporada de juntas de este año los inversores no se arrugaron a la hora de oponerse a los sueldos de muchos ejecutivos, incluso de los más históricos de la bolsa estadounidense. JP Morgan vio como era rechazada la retribución de Jamie Dimon, tras una férrea oposición de los asesores de voto.

Votar en contra de la reelección de un presidente es, sin embargo, un material más sensible al menos por el momento. En estos casos, los inversores prefieren plantearlo entre visillos, como parte de lo que en el mundillo ESG se conoce como estrategia de ‘engagement’, y parece que la presión de los institucionales para conseguir mejoras en gobernanza ha influido en los cambios en la estructura de las cúpulas de algunas de nuestras Ibex.

La nueva bicefalia en Iberdrola -queda por definir el reparto exacto de las funciones ejecutiva- sería, por tanto, un más a más de otros procesos que se han ido produciendo en los últimos meses. Entre los pesos pesados de la bolsa española encontramos varios ejemplos. Ahí está la presidencia institucional de Antonio Llardén en Enagás, o el cargo de presidente no ejecutivo de Josep Oliu en el Banco Sabadell. Ignacio Sánchez Galán ha optado por dar un paso intermedio, que sería más parecido a la estructura del BBVA o del Santander, donde las presidencias no son institucionales. Estos cambios estructurales son movimientos que cuestan y, de hecho, algunos críticos, dudan de que realmente un presidente que ha sido ejecutivo pierda la ascendencia cuando cede sus poderes al consejero delegado.

Florentino Pérez, que al igual que Galán también previsiblemente se presentará a su reelección en ACS el año que viene en la junta, ha optado también por recuperar la figura del consejero delegado, con el nombramiento de Juan Santamaria Cases, que fue validado por la junta en mayo de este año.

Menos espinosos son otros logros que se atribuyen al enfoque ESG, como son el incremento de la diversidad de género en los consejos -que en Estados Unidos está evolucionando hacia la racial-. De cara al futuro, junto a los compromisos medioambientales, que ya han llevado a empresas como Repsol, Iberdrola, Ferrovial, Aena o Gestamp al votar en sus juntas planes de descarbonización, el activismo ESG empieza a presionar para que las empresas implementen políticas sociales determinadas, incluso salarios mínimos para sus plantillas. No me extrañaría ver a Yolanda Díaz apoyándola en un futuro no muy lejano, como ahora valida los planes para las hipotecas de Caixabank.

Son muchos los detractores de la ESG, pero este enfoque inversor está obligando a la industria de la gestión de activos a ser más proactiva y a enfocar sus posiciones con un prisma diferente. Y seguro que a menos no va a ir, porque la demanda es creciente y quien no la incorpore a sus modelos se arriesgará a perder grandes clientes.

De acuerdo con Morningstar, y a pesar de todas las dudas y críticas que recibe la ESG, para la mayoría de grandes inversores son criterios indispensables. Un 80% cree que es un enfoque material para el proceso de selección de activos.

Puede que la ESG aburra, pero si abandonamos el espíritu moralista, hay que reconocerle su utilidad.

Mostrar comentarios