Libertad sin cargas

Sánchez releva a Iglesias en la 'guerras del Ibex'... y se carga a Abril-Martorell

Sánchez España 2050
Sánchez releva a Iglesias en la 'guerras del Ibex'... y se carga a Abril-Martorell.
Europa Press

Moncloa. Cena. El presidente del Gobierno es inquirido por uno de los seis comensales con los que ejerce de anfitrión: “¿Qué piensas de las empresas del Ibex y de sus principales ejecutivos?”. “Que ninguna de ellas se preocupa por los intereses generales y, en realidad, todas ellas solo velan por los suyos”, contesta sin ambages el inquilino de la Avenida Puerta de Hierro, no sin antes salvar a algún directivo afín y que, por tanto, puede manejar. Un discurso que, por otra parte, se compadece bien con lo que el político madrileño argumenta en público. Esta misma semana se despachaba a gusto respecto a los ajustes de plantilla planteados desde sectores como la banca. “Esos ERE generan alarma social, incomprensión y trasladan a la opinión pública que la transformación tecnológica es algo de una minoría y no de la mayoría , cuando es el principal reto y desafío”, exponía tras dar luz verde a la fusión de Caixa y Bankia, un proyecto cuyas sinergías a nadie escapa que pasan por los ajustes de plantilla. En la misma línea, remachaba durante el 43 Congreso Confederal de UGT: “Esta pandemia deja ganadores y perdedores. No podemos consentir que sectores que pagan millones en sueldos a sus ejecutivos, que no han dejado de crecer durante la pandemia, anuncien al mismo tiempo despidos masivos de trabajadores”.

Lo cierto es que en las últimas fechas dos hechos han trastocado el nirvana en que vivía el tándem Sánchez-Redondo. En primer lugar, la salida del Gobierno de Pablo Iglesias parece haber redefinido los papeles en el gabinete, quién sabe si para mal de los socialistas. No hay que irse demasiado atrás en el tiempo para que resuene el análisis electoral que hacían los gurús monclovitas tras las últimas generales. “El viaje a la derecha del PP y la pugna por ese espacio a cara de perro entre tres partidos similares nos ha concedido una autopista en el centro y la posibilidad de ganar hasta el voto liberal”, se explicaba con una mezcla de ironía y suficiencia. Pues bien, visto lo visto, parece que ahora la centrada es Yolanda Díaz y los ministros socialistas quienes se han echado al monte. No hay más que escuchar a la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, supuesta adalid de la ortodoxia, apelando al Banco de España para que limite los sueldos de los banqueros, o al ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, otrora conspicuo directivo del BBVA, recordando que la banca recibió ayudas que todavía no ha devuelto. A este paso, la citada autopista se convertirá rápidamente en arcén.

El desprecio de Sánchez hacia la gran empresa y su afán intervencionista cuajó el pasado viernes con la salida de Fernando Abril-Martorell de Indra, empresa participada por el Estado pero que a la sazón cotiza y cuenta con ilustres accionistas como Corporación Financiera Alba, Fidelity o Norges Bank. Aunque la mano política también estuvo presente en la irrupción de Abril-Martorell en la presidencia allá por el año 2015, su destitución ahora incide en la idea de que el Ejecutivo quiere tener todo atado y bien atado en el mundo empresarial. No en vano y como publicó este periódico, su destitución se produce después de que el Gobierno intentara alinear una segunda carga de Indra para tomar y mantener las raíces españolas de ITP Aero, firma en manos de Rolls Royce. Todo cuando el ejecutivo segoviano, un profesional altamente reconocido en el mundo financiero, ya salió escaldado de las triquiñuelas de los británicos en el suplicio en que se convirtieron las primeras negociaciones mantenidas hace dos años. Alimentaría la tesis sobre esta desafección el hecho de que los mismos rumores sobre su cese ya circularan en las altas esferas de Moncloa apenas un par de días antes de hacerse oficial la noticia.

El 4-M ha aflorado en el Gobierno de Pedro Sánchez un radicalismo económico que va más allá del socialismo clásico y de los planteamientos fiscales gravosos para las corporaciones. Enlaza con sesgos atávicos sobre el mundo del capital

Paradójicamente y antes del episodio de Indra, en su enésima presentación de propuestas económicas a título de inventario, Sánchez se movilizó para rodearse de la flor y nata del sector empresarial al que hacía horas había atizado con saña por su supuesto mal desempeño gestor. Y no se quedó con la satisfacción de la foto, sino que las huestes de Moncloa se desplegaron tras la celebración del acto para glosar la capacidad de convocatoria del presidente. Es cierto que caras conocidas no faltaron, la mayoría temerosas de que cualquier desaire pueda apartar de ellos el cáliz de los fondos europeos, todo un bálsamo de Fierabrás para sus famélicos balances. Sin embargo y pese a esas ‘necesidades’, no se ocultó ni al observador más descuidado que por allí no aparecieron ni Ana Botín ni la dupla Goiri-Gortázar, a fin de cuentas los primeros espadas de los principales bancos del país. Excusas no les faltaban para explicar su ausencia, aunque tampoco debe ser agradable dar cobertura a foros megalómanos convocados por alguien que hace 48 horas te ha acusado de ganar mucho dinero en tu propia empresa.

El segundo elemento que ha terminado por distorsionar el paseo militar en que se había embarcado el PSOE es el ‘fenómeno Díaz Ayuso’ y sus resultados en las elecciones del 4-M, que han pillado desprevenidos a los oráculos de Moncloa, no tanto por el seísmo como tal sino por su magnitud. En efecto, los arquitectos de la campaña electoral madrileña partían con la certeza de que una victoria en la capital era harto complicada, pero aún así no tiraban la toalla apenas horas antes de comenzar la pelea. “Tenemos un 1% de posibilidades de ganar el partido, pero vamos a jugarlo. También el Liverpool se encontró en una final de Champions 3-0 abajo contra el Milan, y…”, aseguraban. No acertaron a ver quienes se planteaban la contienda en estos términos que, probablemente, el partido al descanso iba aún peor de lo que imaginaban. Y tampoco ayudó el planteamiento de la segunda parte, empezando por la designación de Gabilondo para jugarse el todo por el todo. Tras la entrega de la copa al rival, han empezado a proliferar las críticas de los propios, mostrando la sideral distancia existente entre los núcleos de poder de Moncloa y las estructuras del partido. Una realidad que Sanchez conoce bien pero que, desde luego, no tenía necesidad de afrontar en este punto de la legislatura.

Pablo Iglesias se construyó una marca como azote del Ibex. Y lo hizo a costa de zaherir sin duelo a empresarios como Amancio Ortega. Todavía duele recordar cómo calificó de “limosnas” las donaciones del dueño de Inditex para la compra de equipos de alta tecnología en la lucha contra el cáncer. Fugado de la política el fundador de Podemos, parece que Sánchez quiere ocupar su lugar como látigo de los ricos y poderosos. Con algún matiz. Por ejemplo, el líder morado fue coherente, al punto de que le importó siempre un bledo lo que las empresas pensaran sobre él y su formación. Sus mensajes iban dirigidos a caladeros que le eran propios. Por el contrario, el presidente del Gobierno no ha escatimado nunca esfuerzos en presentarse junto a ‘capos’ del Ibex con los que en privado es cada vez más áspero. ¿Puede que estemos asistiendo a los últimos estertores de Jekyll antes de que Hyde se apodere de él? Las semanas previas y posteriores al 4-M ha aflorado un radicalismo económico que va más allá del socialismo clásico y de los planteamientos fiscales gravosos para las corporaciones. De hecho, enlaza con sesgos atávicos sobre el mundo del capital. Al final, va a resultar que Iglesias no era el díscolo del gabinete, sino el que hacía el trabajo sucio. Con su adiós, fuera máscaras. Se avecina un baile desolador.

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