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Restricciones energéticas ocultas... por un puñado de votos

Nadia Calviño
Restricciones energéticas ocultas... por un puñado de votos.
CONTACTO vía Europa Press

Tanto Teresa Ribera como Nadia Calviño están teniendo mucho cuidado en irse de vacaciones sin desvelar las apreturas de verdad que llegarán a partir de septiembre para cumplir con las restricciones europeas por el corte del gas, por una pura cuestión de solidaridad con los países más afectados. No es que España vaya a cumplir menos recorte por ser un hub exportador que enviará energía a los socios centroeuropeos más afectados, lo que somos es una isla energética obligada a buscarse la vida con las renovables por no tener ni gas ni petróleo en el subsuelo, y muy dependientes de terceros proveedores. Eso es lo que justifica que en los recortes preliminares de temperaturas y concienciación social solo nos obliguen a recortar un 7%. Cuando llegue la escasez de gas de verdad -muy pronto, este mismo mes de agosto según las previsiones del Gobierno- será cuando empiecen las estrecheces y con un handicap que está sin resolver: de la misma manera que España es una isla para recibir gas de Europa, lo será para darlo, porque las conexiones con Francia son cortas y la única opción es enviar metaneros hacia el Báltico, si es que nos sobra alguno.

Lo que no va a valer ahora para salvarse de la quema y de las restricciones que vienen es el argumento -copiado del primer ministro portugués- de que nosotros ya hemos hecho los deberes bonificando las renovables con dinero público, mientras que franceses, alemanes, austríacos, belgas, holandeses e italianos, entre otros, optaron por el gas ruso. Si somos europeos, lo somos para todo. Gracias a esa solidaridad europea nos van a llegar 140.000 millones para paliar los daños de la pandemia, de la misma manera que con los fondos FEDER hicimos autopistas y pusimos en marcha el AVE, e incluso gracias a los socios europeos salvamos el campo cada año desde hace más de tres décadas y media con las ayudas de la PAC. Tan egoísta es negarle apoyo a la UE ahora con todo lo que tengamos con ese razonamiento, como la opción de quienes reniegan dentro de España de aplicar las limitaciones porque ‘van sobrados’ de todo.

Es cierto que la posición española (y portuguesa) es mejor que la de quienes lo apostaron todo por el gas ruso. Siete plantas regasificadoras, el tubo de Argelia, flotas de metaneros, reservas al 80% y un mix de producción energética con todas las opciones posibles -eólica, solar, hidráulica, nuclear, gasista y hasta algo de biomasa-, con predominio de las renovables y el sol todavía por explotar, aunque sea lo que más nos va a sobrar a la vista de la que está cayendo. Pero también es verdad que un simple recorte del 7% ya nos va a complicar la vida de forma importante, a sabiendas de que no ha hecho más que empezar. Para hacernos un cálculo aproximado de la energía que debemos ahorrar con esa reducción mínima, algunos expertos estiman que es el equivalente a todo lo que consume España, en hogares y empresas de todo tipo, durante poca más de una semana. O lo que es lo mismo, se comería casi la cuarta parte de las reservas de gas que acumulamos, que aguantarían el consumo energético de un mes en todo el país. Eso, aunque parezca poco, es una barbaridad. ¿Alguien se imagina lo que ocurriría en España con un apagón de una semana? Lo de la falta de hielo para las fiestas de verano iba a ser lo de menos.

Con esa Espada de Damocles sobre la cabeza y la certeza de que cuando Europa nos pida más madera no habrá más remedio que dársela -porque nobleza obliga-, lo que resulta indignante es que nuestras ministras económicas y el Gobierno en pleno, que saben que la que viene es morrocotuda, no nos lo cuenten de antemano con la transparencia y la claridad necesarias, aunque solo sea para irnos haciendo a la idea o para tomar las medidas que podamos. Claro que todo eso tiene un coste en votos y en reputación política muy difícil de asumir en la antesala de un año electoral por partida doble o triple.

No avisar a tiempo de unas limitaciones en el uso del gas es una falta de diligencia que le puede pasar una factura muy cara al Gobierno, tanto en el caso de los hogares, que a todo se adaptan, como en el caso más grave de las empresas. Los responsables de los sectores españoles que más dependen de la energía -textil, cerámica, papel, metalurgia, químico, etc.-, han reclamado por activa y por pasiva más claridad a Ribera y a Calviño, y la opción de discutir con ellas un plan de contingencia que no mate a la industria cuando está en pleno proceso de reconversión con los fondos europeos. Pero han recibido la callada por respuesta, por el mero hecho de que reconocer la gravedad de la situación cuesta votos, y cuanto más se tarde, menos agujero se hace, aunque eso nos acabe costando tiempo y dinero a todos. El empleo ya nos ha dado un toque de atención muy importante y es el primer indicio claro de que vienen muy mal dadas. Cuanto más tardemos en admitir el diagnóstico, peores serán las consecuencias.

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