Marca de agua

Cualquier excusa es buena para atacar a Madrid, incluso como estrategia electoral

Ministerio de Sanidad, Salvador Illa
El ministro de Sanidad, Salvador Illa.
EFE

Como aún no ha dimitido de ministro, Salvador Illa se encuentra ahora ante un grave conflicto ético, atrapado en su propia trampa política, pues tiene que decidir como responsable de Sanidad si se dan las condiciones imprescindibles para que los catalanes voten el 14 de febrero sin riesgo para su salud, al mismo tiempo que, como candidato socialista, tiene que velar por los intereses electorales de su partido, que son contrarios a aplazar los comicios.

Los médicos y los expertos científicos piden postergar la votación. Por el contrario, ERC y PSC no quieren dilatar por más tiempo la posibilidad de formar un gobierno tripartito. ¿A quién deben hacer caso los catalanes, al ministro de Sanidad o al candidato socialista? Lo más probable es que a ninguno de los dos, pues su credibilidad está en entredicho. En una democracia medianamente limpia no se puede ser juez y parte.

El ventajismo político de Illa, tanto más grave cuanto desempeña la responsabilidad de la salud pública en plena pandemia, refleja en toda su desnudez el deterioro ético de una clase gobernante demasiado ocupada en sí misma, como se acaba de demostrar al paso de Filomena. La tormenta perfecta de nieve y hielo ha sido utilizada por el sanchismo para atacar, otra vez, a los dirigentes populares de Madrid.

La estrategia de la confrontación, de la que este Gobierno es un consumado profesional, no desperdicia ocasión alguna para apedrear a Martínez Almeida y a Díaz Ayuso, que son los espejos más mediáticos de la capacidad gestora del PP. En esta ocasión, los encargados de la lapidación han sido el ministro del Interior y la propia ministra portavoz, la cual suele ponerse por montera la lógica y la sintaxis indistintamente. Sólo la ministra de Defensa, Margarita Robles, sí actuó, a diferencia de Grande Marlaska, desde la lealtad institucional y desplegó la UME en auxilio de los madrileños a petición del alcalde.

Resulta sorprendente que el orden de prioridades del 'sanchismo' no se ciña, en este tormentoso comienzo de año, a lo más urgente y necesario para los ciudadanos, es decir, a paliar los devastadores efectos de Filomena (ya que no movió un dedo para prevenirlos), o a impulsar la vacunación (atascada en los vericuetos burocráticos), o a mitigar el subidón del recibo de la luz (tres veces superior al que tanto criticaron cuando Rajoy), o a proteger a los millones de autónomos que han agotados sus reservas.

Pues no, las prioridades de Sánchez e Iglesias son otras, como debatir sobre las tarjetas de crédito del Rey emérito, ridiculizar la pala de Pablo Casado o meter sus manos en el Poder Judicial con el pretexto de que, estando en funciones, no pueda hacer nombramientos, rasero que no aplican a RTVE, cuya administradora provisional lleva dos años y medio haciendo de su capa un sayo para desgracia de sus profesionales y ruina de la corporación.

En realidad, lo que más le urge al 'sanchismo' reinante es lubricar electoralmente el futuro tripartito y encargarle a Tezanos que utilice el CIS para testar la cotización de Salvador Illa. Para ello, lo que más estimula a los separatistas y sus filas 'trumpistas' es agredir a Madrid y a sus gobernantes, en especial a Díaz Ayuso, amenazarles con represalias, denegarles lo que se da a otras comunidades o alentar comisiones de investigación con la técnica del ventilador. Nada hace salivar tanto a los futuros socios de Generalidad como la demonización de la bestia madrileña, a la que un día tachan de paraíso fiscal y al otro de fascista irredenta. De este modo, Sánchez, Iglesias y el sedicioso Junqueras amasan el cemento perfecto con el que fraguar sus intereses pese a sus notorias diferencias. Con el sobrante, refuerzan sus rostros.

Mientras tanto, va en aumento el silencio atronador de Iglesias ante lo que ahora más preocupa a los ciudadanos, como la subida incesante del recibo de la luz, la parálisis de la vacunación y los daños causados por Filomena. El batacazo electoral que le auguran las encuestas en Cataluña es de proporciones similares a los recientes de Galicia y el País Vasco. Al final, Podemos va camino de convertirse en un partido jibarizado y reducido al ámbito madrileño, de donde salió para conquistar el cielo por asalto y a donde regresando para cobrar la nómina con la que pagar el chalé.

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